RAJOY ESPERA
SENTADO EL CADÁVER DE ZAPATERO
Artículo de José
Antonio Sentís en “El Imparcial” del 29 de julio de 2009
Por su
interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en
este sitio web.
Esta semana se ha despejado uno de los enigmas de la
política española, cual era si Rajoy hacía realmente oposición, y qué oposición
hacía. La respuesta es sencilla, y se basa en el proverbio que aconseja esperar
sentado en tu puerta a que pase el cadáver de tu enemigo.
El líder del PP no puede aspirar a que se entienda
esta actitud y, de hecho, apenas un diez por ciento del personal, según las
encuestas, confía en el modelo rajoyano o rajoyesco. Sólo puede demostrar su validez con una
victoria, porque hay que reconocer que su estrategia de pasividad extrema puede
sacar de quicio a más de uno y a más de dos de los suyos.
Pero Rajoy se aferra a este modelo, posiblemente por
dos razones. Una, de carácter, pues es lo que le va a su personalidad, que no
parece muy urgida por la necesidad de tomar decisiones compulsivas. A veces, ni
siquiera las no compulsivas.
Y, la segunda, por el análisis objetivo del entorno
que, en lo político, se puede describir como una situación gubernamental
catastrófica, con un liderazgo histérico de Zapatero, una desmesura de la
demagogia y el populismo que suelen repugnar a medio y largo plazo (aunque
fascinen a corto), y una degradación pavorosa en la gestión pública por parte
de un equipo socialista con una entidad política de encefalograma plano. Y no
hay exageraciones: baste ver a qué manos ha ido a parar la economía española,
con una vicepresidenta colocada en su Departamento para que Zapatero pueda
jugar con el dinero público para sus intereses políticos, como se desveló
descarnadamente en la financiación autonómica.
En suma, Rajoy parece haber decidido que no hace falta
empujar a Zapatero para que se despeñe por el abismo, porque éste y su partido
se han convertido en lemmings que han decidido
suicidarse en masa; eso sí, después de arruinarnos a todos.
En este panorama, Rajoy ha recibido tres buenas
noticias en una semana: las encuestas le dan ventaja sobre el PSOE
(probablemente mayor de la que refleja el CIS, 1,2 puntos, y más cercana a los
3,4 puntos que dieron las europeas).
En segundo término, Zapatero ha demostrado que está
tremendamente inseguro, muy urgido en la necesidad de efectos propagandísticos,
y con un carácter tan agriado como para acabar con su imagen de buenisimo tan falsamente difundida entre los votantes. La
frase de Zapatero a Díaz Ferrán, presidente de los empresarios, de “te recuerdo
que soy el presidente del Gobierno” le perseguirá mucho tiempo, incluso más que
lo ha hecho con Leire Pajín aquella comparación de
Zapatero con Obama como “líderes planetarios”. Y el
fracaso de la foto del diálogo social, que quería conseguir Zapatero a base de
aplicar sobre los empresarios la tenaza Gobierno-sindicatos, sacó del
presidente del Gobierno su cara más airada, su mala leche implacable que muy
pocos conocían.
Y la tercera buena noticia para Rajoy es la dimisión
de su cuestionado tesorero Luís Bárcenas, tan absurdamente tardía que ha dejado
perpleja a la mayoría de la gente. Y, sin embargo, a Rajoy le ha podido parecer
muy bien, porque cualquier decisión por su parte hubiera podido despertar
deseos de venganza que, en el mundo de la política, pueden tener consecuencias
caóticas.
En suma, Rajoy ha demostrado la paciencia de Job,
probablemente porque es la única condición en la que se siente confortable, y
en los gestos de heroísmo carismático más bien tiende a naufragar. Igual le
funciona, aunque queda tanto tiempo para las siguientes elecciones que todo
puede pasar, desde que España esté en quiebra hasta que el ansioso Zapatero
encuentre alguna oferta demagógica capaz de atraerse a las masas, ya sea
metiéndose con la Iglesia, con los empresarios o con la derecha del dóberman.
Pero la pinta que tiene esto, en la canícula de 2009,
es que Zapatero ha empezado ya a chapotear en los charcos que él mismo ha ido
abriéndose bajo los pies en este eterno lustro que ocupa La Moncloa. Y que,
como se descuide, terminará ahogándose en ellos.
Postdata peronista
Hace ya algún tiempo que gente lista ha empezado a
comparar el zapaterismo con el peronismo. O lo que es
lo mismo, el modelo zapaterista no es socialdemócrata
civilizado sino socialpopulista radical.
Desde luego, el pacto de hierro entre Zapatero y los
sindicatos es una realidad, a la que no es ajena la relación casi “familiar”
del presidente con el líder de UGT, Cándido Méndez, asiduo de La Moncloa y de
decisiva influencia en la política económica, según las lenguas informadas.
Ese neo peronismo demostrado en el “diálogo social”,
que hizo a Esperanza Aguirre llamar “piquetero” a Zapatero, es un sistema
eficaz, pues también se extiende a los medios de comunicación, además de a la
compra de voluntades y alianzas con dinero público.
Pero hay que recordar también que el neo peronismo ha
hecho de Argentina ese país (adorable para los españoles por muchas cosas) tan
lleno de seguridad económica, tan solvente, tan fiable en lo político y tan
ajeno a la corrupción como el que ahora contemplamos. Es un decir, claro.