ARTUR MAS NECESITA UN GOBIERNO DÉBIL EN ESPAÑA
Artículo de José Antonio Sentís en “El Imparcial” del 30 de diciembre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
La
educación es un bien tan discretamente extendido que cuando se percibe entre
los atributos de una persona, ésta causa simpatía. Aunque se sepa que esa misma
educación puede servir como cortina de humo para actitudes o sentimientos que
producirían rechazo.
Puede
ser éste, según los primeros indicios, el caso de Artur
Mas, el actual Muy Honorable titular de la Generalitat
catalana. Pasa, doy fe, por ser una persona amable, trabajadora y confiable. Y,
por ello, cualquier interlocutor puede pensar que cuando muestra simpatía por
la independencia de Cataluña, en realidad no se lo cree, a menos en el corto
plazo de las próximas generaciones. Que cuando habla de “plenitud nacional”
catalana sólo se refiere a un Estatuto más o menos agrandado en sus
competencias. Que sus referencias al derecho a decidir son retóricas y
dirigidas a su clientela más arriscada.
Pero
hay una posibilidad algo más inquietante. Que Mas se
crea realmente lo de la independencia y quiera verla por sus ojos. Que haya
planificado la forma de llegar a ella con el poderoso instrumento largamente
trabajado de la separación cultural y lingüística de Cataluña y el resto de
España; que ponga las bases de una independencia fiscal vía concierto
económico; que logre quebrar la unidad simbólica en lo emocional, empezando por
lo deportivo y las selecciones de fútbol…
Si el
presidente de la Generalitat va por esa línea, que no es imposible de acuerdo
con sus primeras manifestaciones desde el Palacio de Sant
Jordi, el asunto puede adquirir tintes de gravedad que no ocultaría una
infinita cortesía y unos modales de colegio británico. Porque no se conoce que
sea un eximente en las violaciones (en este caso del orden constitucional) la
buena educación de los violadores.
Artur Mas puede querer lo que sea, aunque quede algo raro en un
momento en el que la gente suele desear trabajo, dinero y salud que él
anteponga como prioridad el troceamiento de España.
Pero la pelota no está en su tejado, porque ni él puede lograr unilateralmente
ese objetivo de máximos ni los demás podemos evadirnos del pago de impuestos,
porque ambas deseos están sometidos a la ley. Otra cosa es que Mas triunfe en el empeño compartido con el resto de los
políticos de la tribu nacionalista catalana, que es llevar al límite la
desafección entre los ciudadanos de esa Comunidad con el resto de españoles.
Pero, para independencias hace falta más que Mas. Hace
falta que España sea menos.
Y ahí
viene el quid de la cuestión. La estrategia nacionalista siempre ha sido la
exageración de sus capacidades frente a la impotencia de sus interlocutores
estatales. Quien más y quien menos de ese grupo lo ha dicho, y, desde luego, el
hoy Honorable no lo ha ocultado.
Mas necesita capacidad de negociación para arañar pedazos de
Estado. Y lo que más teme en el mundo es un Gobierno sólido en La Moncloa. Por
eso se ha quedado encantado con el actual gesto de sumisión de Montilla, al
jalear a su debelador. Con la peculiaridad de que los compañeros socialistas
del defenestrado Muy Honorable (¿dejan de tener honor cuando pierden la
Presidencia, por cierto?) se han quedado encantados por apoyar al nuevo
gobernante, por si éste les ayuda en su agonía.
Mas y Zapatero no se podían ver. El primero desconfiaba tan
radicalmente del segundo que daba por imposible todo pacto. Pero a ambos les
unen intereses comunes, y eso es la política, la administración de los
intereses. A Mas le tienta auxiliar al zapaterismo por si mitiga su derrota ante el PP, aunque
pueda pensar que el PP es más fiable que Zapatero. Y éste aún sueña en una
remontada que le permita organizar otro Gobierno en minoría con la alianza con
los nacionalistas de CiU y del PNV. Y Montilla ya ha entregado la espada, luego
sólo quedaría que la rindiera Pachi López, pero eso
sería pan comido, teniendo en cuenta que el camino de la traición ya ha sido
trazado.
Mas
está aterrado por una mayoría absoluta del PP. Y si él lo teme, es posiblemente
porque sea buena para España, en plena crisis política, económica e
institucional. Porque cada Gobierno en precario, y el caso de Zapatero ha sido
paradigmático, abre más la caja de Pandora del desmoronamiento nacional. No por
confrontación directa, sino por muerte dulce. Y ahí se puso el educado Mas con
su “¡Dios no quiera que gane el PP por mayoría absoluta!”.
En
fin, no se sabe si Dios es nacionalista, pero sí se sabe que Mas quiere
adversarios drogados en el ring, por si le ponen un ojo morado pese a sus
exquisitos modales, a su enorme cortesía.
No sé
si sería pedirle demasiado, pero la buena educación no es incompatible con la
Constitución. Y no tanto en su sentido coercitivo, sino moral, como proyecto de
convivencia colectiva de los españoles.
No
hay que desesperar aún, sin embargo. Tal vez el contacto con la moqueta
presidencial haga de Mas un político menos en campaña,
pues parece que sigue en ella, y más posibilista. No para perder sus sueños,
pero sí para dejarlos para un futuro indeterminado, cuando el problema no sea
la separación de Cataluña y España, sino la independencia económica de Europa
respecto a China, por un suponer.
Al
educado Mas se le puede decir educadamente que no. Eso
lo entiende cualquiera con buenos modales.