FÚTBOL, NACIONALISMO Y ESTUPIDEZ
Artículo de José Antonio Sentís en “El Imparcial” del 28 de abril de 2011
Con un breve comentario al final:
¡POR IDIOTAS, SÍ!
Luis
Bouza-Brey (28-4-11)
El
fútbol que este miércoles congregó a millones de españoles (y muchos no
españoles) es un deporte mágico, que alía la pausa y la agitación, el deseo y
la angustia, la belleza y la furia. Es también un duelo de sentimientos y de
aficiones. Pero es un juego al fin, sólo un juego.
Sin
embargo, en España (y no sólo en España), ese juego se hace simbólico, como si
el triunfo o la derrota en la cancha representaran un combate de héroes, de
caballeros singulares cuya victoria diera la supremacía de la razón a uno de
los bandos detrás de unos colores.
Quizá
el deporte, como sublimación de la guerra, como combate singular para evitar
enfrentamientos colectivos, tuvo su sentido en la Historia, empezando por los
Juegos Olímpicos. Ahora, esto es una estupidez.
Dos
equipos españoles, Real Madrid y Barcelona, batallan por la supremacía. Esto es
absolutamente normal. Pero muchos quieren ver en este enfrentamiento deportivo
un símbolo político. Para algunos, la victoria del Barcelona supondría la
reivindicación del soberanismo catalán. Para otros,
la reafirmación de España vendría del triunfo del Real Madrid. Ambas cosas se
han escrito, para sonrojo colectivo, y de plumas aparentemente ilustradas y
absolutamente dislocadas.
Ni el
Barcelona es el nacionalismo catalán ni el Madrid es el unitarismo patrio. Y no
entenderlo es no ver lo evidente delante de los ojos. Hay más jugadores del
Barcelona que del Madrid defendiendo la camiseta de España, el equipo campeón
del mundo. Hay más españoles en el Barça que en el Madrid, para sonrojo de los
escocidos por el fervor catalanista, y de los enfervorizados catalanistas tan
ciegos como los anteriores.
El
Barcelona no es el catalanismo, por mucho que se empeñen los nacionalistas, ni
el Madrid es la esencia española. Salvo que se entienda que una y otra raíz
patriótica se base en el empleo de mercenarios. Pues son los presuntos
españolistas Cristiano Ronaldo y Pepe (portuguesas), Adebayor
(togolés), Ozil (alemán de origen turco), Diarra (francés) o De María (argentino), entre muchos
otros, quienes componen el conjunto madrileño, que comanda otro portugués,
Mourinho. Y son unos señores de Argentina (Messi), o
de Brasil (Alves) o de Holanda (Afellay), o de Mali (Keita) o el canario Pedro, o el manchego Iniesta, entre otros más, los que supuestamente enarbolan
la bandera del nacionalismo catalán.
Por
todo eso, esgrimir agravios políticos a costa del fútbol es una soberana
idiotez. Tontería, por cierto, en la que incurren copiosamente los
catalanistas, pero que tampoco deja indiferente a los que no lo son, pues
aquéllos creen que el éxito deportivo demuestra la capacidad de
autodeterminación, como si el césped de los campos fuera la Historia, y éstos
entienden que la sumisión del Barça fuera otra Diada.
Como
no hay razones para la diferencia racional entre los españoles, catalanes o no,
se busca la discrepancia emocional. Y la buscan todos, porque se sienten confortables
en su nicho provinciano. Pero unos y otros se equivocan. Los catalanistas,
porque nunca podrán entender por qué hay tantos extremeños, andaluces,
alicantinos o madrileños que son del Barça. Y los no catalanistas, por lo
mismo, porque no entienden que los aficionados a un deporte sienten emociones
fuera de la política, fuera de la geografía y fuera de la lógica.
Quien
suscribe estas líneas es del Barça desde la época de Kubala.
Y no le resulta fácil cuando el himno de su equipo se ve acompañado por Els Segadors. Y vive en Madrid,
que es una ciudad, si no la mejor, de las extraordinarias del mundo. Por lo que
puede encontrar argumentos sólidos para ser barcelonista, a fuer de español, y
para despreciar a los nacionalistas cuando nada de esto entienden. Y, a la vez,
para mirar asombrado a los madridistas, que no contentos con tener uno de los
grandes equipos de la Historia, en una de las, insisto, grandes ciudades del
mundo, miran con recelo al Camp Nou como si fuera una
fábrica de extraterrestres.
Lo que
unos y otros no saben es que la confrontación Barça-Madrid es la metáfora de
las contradicciones hispanas. Una nación que jamás pierde la oportunidad de
perder una oportunidad. Y, sin embargo, lo han tenido delante de los ojos. Unos
jugadores del Barça, otros del Madrid, y otros del resto de España han sido
capaces de construir un equipo campeón. Ninguno, por sus fuerzas, lo hubiera
logrado en solitario. Y, sin embargo, cada uno aspira a ser el chamán de su
tribu, a quedarse con su terreta o tierrita, sin
atender a la enorme potencia que tenemos los españoles en conjunto.
Si el
árbitro termina por expulsar a alguno, lo tendremos merecido, por idiotas.
Breve comentario final:
¡POR IDIOTAS, SÍ!
Luis Bouza-Brey (28-4-11)
“Si el árbitro termina por expulsar a
alguno, lo tendremos merecido, por idiotas.”
Yo también era del Barcelona, allá
por la juventud y los años de Kubala. Por aquellos
años de dictadura Barcelona representaba la lucha por la libertad y los
derechos fundamentales a la propia cultura, al propio idioma y a la democracia,
aplastados, según interpretábamos por entonces, por la bota de un caudillo
militar después de una guerra civil horrible.
Cuando terminé la carrera en
Santiago, en el año 69, Barcelona iba en vanguardia en la lucha de una sociedad
como la española por conseguir alcanzar la libertad. Por eso me vine para la
Universidad de Barcelona, en donde había libros nuevos, bibliotecas abundantes,
buenos profesores y alumnos despiertos. La Barcelona de entonces era para mí un
foco de luz frente al soñoliento y troyano Santiago.
La década de los setenta fue muy
dura en todos los sentidos: tesis, PNNS, soledad, movilización, precariedad
laboral…pero toda esta dureza tenía un sentido en una gran esperanza de que las
cosas iban en la dirección correcta, en la del cambio hacia la democracia, el
aprendizaje constante y la conexión de más sinapsis para entender el mundo.
La democracia llegó, bajé por las
Ramblas alegremente para celebrar la Llibertat,
Amnistía y Estatut d´Autonomía,
di fin a una larga tesis de muchos años sobre la modernización y el desarrollo
político y conseguí una cierta estabilidad laboral y afectiva. Pero las cosas
empezaron a cambiar casi imperceptiblemente al principio: los nacionalistas
ganaron las elecciones, el PSC se enredó en mandangas nacionalistas, muchos psuqueros se pasaron a CIU o al PSC, se construyó la
“costra nacionalista” en TV3 y demás medios, y una larga sombra de etnicismo
comenzó a posarse sobre la Cataluña soñada y vivida, apagando la vitalidad que
nos había rodeado y estimulado hasta entonces.
Y desde aquellos días hasta hoy todo
ha sido un penoso proceso de languidecimiento de Cataluña y de la democracia
española, hasta llegar a la agonía del tripartito traicionero, el nuevo
Estatuto violador, el zapaterismo tontiloco y
despreciable y, finalmente, la honda crisis económica, institucional, política,
moral e internacional del país.
España se hunde en la crisis, pero
Cataluña agoniza: el Palau se transformó en la cueva
de Alí Babá; “La Vanguardia” es la retaguardia; el
PSC se desintegra en dirigentes estúpidos, caballos de Troya y votantes
abstencionistas; el nacionalismo sensato se hace soberanista idiota; los de
siempre intentan golpismos; el PSUC sucumbe ante el primitivismo ideológico etnicista, ecologista, feminista, homosexualista
y demás anomalías pre-posmodernas facilonas…
Por no tener, Cataluña no tiene ni
ley electoral, después de más de treinta años de “democracia”, y la gente se
deja distraer con la idiotez griega de la falta de sinapsis para percibir el
conjunto, la hostilidad y el cierre psicológicos inducidos por la crisis de
ideas, las identificaciones miserables y los estímulos y coerciones de la
corrupción generalizada.
Paco Ibañez
cantaba en los sesenta aquello de estar tocando fondo, pero habría que
rememorar su canción hoy, igualmente aplicable al nuevo contexto.
Es muy triste ver como se traiciona
el esfuerzo y la lucha de muchos años de todo un pueblo, al servicio del
fomento del anacronismo etnicista, la idiotez aldeana
y la reacción rampante. Me preocupa el destino de nuestros hijos y me frustra
ver que casi todo sirvió para nada.
El Barça ya representa hoy todo lo
contrario de entonces.