LA GRAN PAMEMA
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Hace ya unos cuantos años, Jon Juaristi, Patxo Unzueta y Juan Aranzadi
publicaron un libro cuyo título era un afortunado calambur, esa figura que
permite trocear un texto para darle un sentido distinto; algo como lo de Jack
el Destripador, pero literario e incruento: Auto de terminación.
Eran escritos referidos a lo que se llamaba el problema vasco, cuando estábamos lejos de pensar que el problema irresoluble en términos orteguianos para la convivencia era el catalán, más allá del evidente dramatismo que suponía la existencia en Euskadi de una organización terrorista que mataba a sus oponentes. Lejos estábamos de pensar entonces que un presidente del Gobierno iba a incurrir en el disparate de prometer a los suyos dar por buenas las estupideces que aprobaran en el Parlamento de Cataluña.
Ciento
sesenta y seis municipios votaron ayer por su independencia. Era una profecía
autocumplida, porque los organizadores montaron la pamema en los ayuntamientos
en que los independentistas son mayoritarios, y cuya composición política les
permitía la prevaricación de convocar un simulacro de referéndum para el que no
tienen capacidad legal. Veamos. La Constitución establece en su artículo 92.2
que «el referéndum será convocado por el Rey (competencia atribuida a la Corona
en el art. 62.c), mediante propuesta del presidente del Gobierno, previamente
autorizada por el Congreso de los Diputados». En su artículo 149.1.32 dice que
el Estado tiene competencia exclusiva sobre la «autorización para la
convocatoria de consultas populares por vía de referéndum». El Estatut no va en
esto más lejos: sólo contempla el referéndum en sus artículos 222 y 223 para
ratificar las reformas del propio Estatuto y establece que deben ser
previamente aprobadas por las Cortes Generales.
Estamos
ante un referéndum convocado por dos plataformas independentistas y el
presidente del Barça. No hay que extrañarse de que el censo contenga una amplia
proporción de inmigrantes, paisanos sin suerte de las estrellas del campeón de
la liga española de fútbol: 120.000 de 700.000. No les hace falta
identificación, se podrá votar a los 16, y la falta de otros interventores que
los de la propia organización permitirá votar más de una vez a quien lo desee.
Y a pesar de eso, dicen que votó el 29%. Les ha faltado audacia: si hubieran
convocado la consulta en toda España, el número de votos afirmativos se habría
multiplicado exponencialmente, aunque hubiera sido catastrófico para los
catalanes razonables. Un suponer, para los fabricantes de cava, lástima que el
gran momento quede justo a 10 días de la Nochebuena. En línea con la campaña de
aquella sombrerería de Zaragoza que en los durísimos años 40 anunció: «Los
rojos no usaban sombrero», los bodegueros deberían sacar las fotos de Laporta
empuñando la botella de champaña: «Español, Laporta bebe 'Mumm'. No seas como
él y toma cava».
Mientras,
¿con qué argumento legal han cedido los ayuntamientos instalaciones para la
celebración de un acto ilegal? ¿Quién paga estas misas? ¿Qué han dicho Montilla
y Zapatero, que juraron guardar y hacer guardar la ley al tomar posesión de sus
respectivos cargos? Esto último sí lo sabemos: ni mumm. Auto-de-terminación. El
fin.