REBELIÓN CONTRA GARZÓN
Artículo
de Hermann Tertsch en “ABC”
del 23 de marzo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Dice el
ejército de defensores de nuestro juez gladiador y viajante que es Baltasar
Garzón que no hay derecho a criticar a un juez. Por eso llaman miserables,
canallas, fascistas y prevaricadores a todos los jueces que desde el Supremo o
el Consejo General del Poder Judicial ponen simplemente en duda las muy
dudosas, dudosísimas prácticas del juez campeador, ese que ve siempre amanecer.
En este país se ha perdido definitivamente la medida. Nadie en un país
medianamente civilizado, salvo algún guerrillero enajenado, pondría en solfa a
las máximas instituciones del Estado por defender de forma obviamente
partidista a un juez que, todos sabemos, ha utilizado la política para la
justicia y la justicia para la política.
Resulta
inenarrable que un padre de la Constitución Española que nos dio en su día la
libertad a los ciudadanos se una a la campaña contra quienes quieren saber
simplemente la verdad sobre lo que este ególatra enfermizo que baila entre
secretarías de Estado y judicatura pretende hacer nada menos que con la
justicia de España. Con la justicia de un país en enormes problemas, en gran
parte causados por sus gobernantes actuales, y que se enfrenta a un futuro de
precariedad e inseguridad como nunca desde su terrible guerra civil. ¿Cómo es
posible que juristas en su día aplaudidos por todos los españoles de todo el
espectro político se presten a tan infame y pedestre ataque a las instituciones
de la Constitución que crearon por defender lo indefendible?
¿Cuánta
coacción hay en esas posturas perfectamente inexplicables de personas que hemos
tenido durante décadas por honorables y hoy se han convertido en consumados
sicarios de la secta que todo lo copa, sobre todo el Gobierno, pero también los
medios, instituciones bancarias o cajas, ayuntamientos y demás repartidores?
¿Cuánta presión han resistido o ha vencido a hombres cabales que hoy están
defendiendo públicamente lo peor y más intolerable de nuestro país? ¿Se imagina
alguno de ustedes a Garzón, con su biografía, en el Tribunal Supremo o en el
Constitucional de Alemania?
Todo
resulta al final de una ridiculez grotesca. Aquí ilustres juristas defendiendo
a quien esta imputado de tres delitos. Allí en
Sevilla reciben a Rodríguez Zapatero como si fuera el Caudillo -lo es
probablemente- con banderas y soflamas y callan que su ex presidentes
le dio diez millones de euros a la empresa que gestionaba en esas cuestiones su
hija. Imagínense que Esperanza Aguirre hubiera dado diez millones de euros, o
diez mil tan solo, a una empresa de un hijo suyo. ¿Qué andarían ladrando todos
los de la secta todos los días, cada minuto, en todas las cadenas y emisoras?
Zapatero, el caudillo que cuida a sus hijas del daño que su propia imagen les
puede producir, no tiene pegas en que sus amigos, de alguna cadena financiada
por todos nosotros a través de Televisión Española, difame a padres cuyos hijos
se ven agredidos a diario por la infamias que el Gobierno, a través del
ministerio del Interior o delegaciones propias, despliega por los medios.
Siempre,
desde la dictadura en la que tantos estaban cómodos y otros se jugaban la piel,
he pensado que este país tiene remedio. Porque está lleno de personas de buena
fe y mucho coraje. Porque lo han reconducido varias veces hacia la dignidad
desde la ignominia. Sigo pensando lo mismo. Creo que podemos salir de la
bancarrota y de la vileza, de la inseguridad y la zafiedad. Pero también creo
que la nación española necesita una rebelión. Una rebelión ante todo en la
justicia y en la educación. Una masiva respuesta de resistencia contra todo lo
que nos quiere convertir en mansos, sumisos, ignorantes y obedientes. Y creo
sinceramente que ha llegado el momento de dar una señal clara e inequívoca de
que estamos en ese rumbo, y consiste en apartar definitivamente al juez Garzón
de la judicatura. Ningún país serio puede permitirse a un personaje así
decidiendo sobre la libertad, la vida y la hacienda de sus ciudadanos.