LA GLORIA DEL ANTIFASCISMO MODERNO
Artículo de Hermann Tertsch en “ABC”
del 06 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Tres ciudadanos
griegos murieron ayer asesinados en Atenas por las llamadas fuerzas
progresistas -o antifascistas, como dice aquí la tropa entusiasta de la
izquierda y sus medios de difusión, que son casi todos. Murieron asfixiados,
sin poder salir de un banco al que habían prendido fuego esas maravillosas
fuerzas del progreso que están demoliendo aquella ciudad en aras del movimiento
antiglobalización. Y en protesta contra las medidas que el Gobierno de un
Estado en quiebra ha de implantar para que otros países, con el dinero de sus
ciudadanos, que tampoco están ni contentos ni sobrados, se atrevan a ayudarle.
De momento, tres muertos. Veremos lo que pasa en la cuarta huelga general de un
país que nos precede en el hundimiento por inepcia y mentira de los gobernantes.
Los bancos, como ya saben todos ustedes, porque aquí en España se lo cuentan
los sindicatos, los socialistas y todo el entorno parasoviético
que se ha creado en el último lustro, son muy malos. Muy malos los bancos que,
con los empresarios, con George Bush y Franco, tienen al parecer toda la culpa
de que sociedades modernas se paupericen bajo Gobiernos a los que nadie sensato
dejaría la gestión de un quiosco ni siquiera un fin de semana. Lo que llamaría
algún dibujante y columnista de los periódicos adictos, vendidos o comprados
del zapaterismo, el »capital desalmado».
Y los
adolescentes o ya maduritos, en Atenas y Madrid y Barcelona, pronto
probablemente en muchos más sitios, se creen ese discurso y deciden castigar al
maldito capital, es decir, a los bancos y a los empresarios, porque así,
suponen, se hace esa justicia popular. Ya saben, la justicia popular que tanto
se practicó en las retaguardias de las guerras europeas, incluida la nuestra,
por todos esos valientes que jamás aparecían por el frente. Y resulta que
mueren inocentes entre las llamas que el discurso retroprogre
ha alimentado con su demagogia contra la banca, contra los empresarios y el
mercado. Grecia, como España, a la cola en Europa en educación, liberalidad y
rigor en el Gobierno; en la Champions League de la autocomplacencia, el engaño
y el izquierdismo radical, ya ha comenzado a cobrarse en vidas humanas su
fracaso como sociedad democrática europea en el siglo XXI. Incapaz de superar
tanta mentira, tanto desprecio a la excelencia y exaltación del igualitarismo,
la mediocridad y el parasitismo.
Debiéramos
estar alerta y tener cuidado todos también aquí nosotros. Esto acaba de empezar
y los que se saben aparatchiks e impostores, que
jamás tendrían el nivel de vida que han logrado con su demagogia, son capaces
de cualquier cosa por no compartir el sino de las desafortunadas víctimas de su
política. Porque hemos comenzado en Europa el siglo XXI mucho peor que el
anterior. Las sociedades europeas aun en 1910 eran muy apacibles, ordenadas y
prósperas. Se creía en la excelencia, en la educación y en la honestidad. Había
códigos de honor que merecían tal nombre. Y después, pese a todo ello, pasó lo
que pasó. No creo que haga falta recordar la primera mitad del siglo XX desde
1914. Hasta 1945 en el oeste. Hasta 1978 en España y hasta 1989 en todos los
países que sufrieron la miseria del régimen totalitario más largo de la
historia, el comunismo. Ese que reivindican quienes han quemado vivos a los
atenienses. En ningún caso quiero asustarles más de lo que debieran estarlo.
Pero después de registrar anonadado esta pasada mañana los éxitos de la
cooperación política entre los dos líderes de los principales partidos
nacionales, cuyo gran acuerdo, en momentos de máxima emergencia, ha sido la patética
reforma de las Cajas de Ahorros para junio, hay que empezar a pensar en
sobrevivir. No sólo los parados, sino todos los vivos. Reforma que por cierto,
ya veremos si se cumple. Con este Gobierno y esta oposición nos vamos, queridos
españoles, a un negro periodo griego. De cuyo final probablemente la gente de
mi generación no vea el final.