ROSA DÍEZ
Artículo de Alfonso Ussía en “La Razón” del 19.03.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El PSOE ha apartado a Rosa Díez de la Comisión de Libertades de la Unión Europea por criticar la política anti-ETA del Gobierno de España. Esa Comisión es la encargada de hacer recomendaciones a los Estados sobre la lucha contra el terrorismo. Lo que tendría que hacer Rosa Díez es corresponder al PSOE y apartarse de su militancia.
Rosa Díez es una mujer extraordinaria, inteligente, valiente, coherente y fi rme. No se dedica a los modelitos ni a los viajes de propaganda. Se dedica a defender la libertad y la democracia en el País Vasco, y su dedicación es sinónimo de riesgo, de incomodidad, de fortaleza ante los insultos y de perseverancia en sus fines a pesar del nulo apoyo que recibe de sus compañeros de partido. Con Rosa Díez todos nos sentimos socialistas, excepto los nuevos y la inteligente reliquia de Rubalcaba. Rosa Díez es como Redondo Terreros, Maite Pagazaurtundua, Gotzone Mora, los Buesa, los Múgica...
Como todos los socialistas vascos que sufren el ataque de tres fuerzas con poder omnímodo en sus territorios. El ataque de los terroristas, el de los nacionalistas y el de los socialistas de Zapatero.
Rosa Díez es partidaria de la victoria sobre ETA sin otra condición que el cumplimiento íntegro de las penas por parte de los asesinos. Rosa Díez es partidaria de la vigencia del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que acorraló a la nauseabunda y asesina banda, además de su entorno, con el Partido Popular y el Partido Socialista unidos en la lucha. Rosa Díez no es partidaria de la humillación del Estado de Derecho. Rosa Díez no es partidaria de hacer el imbécil. Y por ello, quizá por lo último, ha sido destituida por orden del inefable Pepiño Blanco, por «no estar en la posición que nosotros defendemos en esta materia», según palabras de una señora, probablemente aficionada a los modelitos, que responde al nombre de Elena Valenciano, portavoz adjunta de la Delegación Socialista en el Parlamento Europeo, y a la que nunca le ha quemado la nuca con una bala preparada para rompérsela.
Rosa Díez se siente tan vasca como española, y eso no tiene sentido ni perdón en el socialismo de hoy. Rosa Díez ha estado siempre con las víctimas y en contra de los verdugos, y eso no tiene sentido ni perdón en el socialismo de hoy. Rosa Díez ha estado y luchado mano a mano con los populares y contra el terrorismo, y eso no tiene sentido ni perdón en el socialismo de hoy. Rosa Díez, como María San Gil cuando los asesinados han sido socialistas, se ha abrazado y llorado la muerte de los dirigentes del Partido Popular en el País Vasco, porque entendió desde el principio que los unos sin los otros no podrían defender la dignidad de la sociedad ante la brutalidad del nacionalismo excluyente o criminal. Y eso no tiene sentido ni perdón en el socialismo de hoy. Rosa Díez ha declarado con valentía –la suya, la que no tiene que demostrar– que «en España estamos viviendo una tragedia», y eso no tiene sentido ni perdón en el socialismo de hoy. Rosa Díez ha escrito públicamente al presidente del Gobierno criticando con tanta disciplina como dureza, su política antiterrorista. Rosa Díez, ahora en Europa, ha convivido durante años con las amenazas, las agresiones, los insultos y la posibilidad de la muerte. Se le paga cesándola sin aviso ni cortesía. Rosa Díez ha entregado a su partido, el PSOE, y a España, su tranquilidad personal y familiar. Ha recibido el premio.
Rosa Díez se ha hecho día tras día y angustia sobre angustia a sí misma y sin ayuda de nadie. ¿Qué hacen las diputadas socialistas histéricas, folclóricas y fundamentalistas del feminismo ante una injusticia como la que padece una ejemplar compañera?
Nada. La solidaridad con Rosa Díez no garantiza ni el escaño ni el sueldo, ni las dietas ni los besitos de Zapatero. Esta mujer de hierro, esta heroína de la libertad, este valor incalculable del verdadero y honesto socialismo, ha sido apartada por criticar la bajada de calzoncillos –y de bragas, no vayan a enfadarse las feministas por la omisión–, del Gobierno de Zapatero ante los terroristas de la ETA. En demasiados velatorios y entierros de víctimas ha estado Rosa Díez como para callarse. En demasiados pasillos de clínicas, a la espera de una noticia esperanzadora, ha estado Rosa Díez como para callarse. En demasiadas ocasiones ha sufrido la brutalidad física o verbal de los salvajes, como para callarse.
Donde vayas, Rosa Díez, y te espere la gente decente serás bien recibida. Pero sepárate, aunque te duela, del Partido al que has dedicado lo mejor de tu vida. No te merecen. Son indignos de tu grandeza.