Artículo
de Horacio
Vázquez-Rial en "Libertad Digital" del 12-3-08
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para
incluirlo en este sitio web.
Hace mucho que vengo hablando de la
argentinización de la política española. Y no soy el único: el profesor Manuel
Cruz tituló no hace mucho en El País: "Peronismo
a la catalana".
Ya
he escrito centenares de páginas sobre el peronismo,
y he leído muchas más. Sin embargo, no deja de sorprenderme su capacidad
expansiva. Que el PSOE se parece al peronismo como dos gotas de agua es algo
sabido desde que Felipe González dijo aquello de que había que abandonar el
marxismo (como si alguna vez él hubiese tenido algo que ver con esa doctrina):
la otra alternativa para la izquierda clásica no podía ser otra que el
corporativismo. Eso lo entendieron bien Mussolini y Largo Caballero, que por
eso simpatizaba con don Miguel Primo de Rivera. Lo que no era tan evidente era
el proceso de aproximación, que ahora se ha consumado en identidad.
El
proyecto inicial del presidente repetido que nos ha tocado en desgracia era el
del pacto eterno con los nacionalismos periféricos en su variante más aguda.
Maragall puso en la Secretaría General del PSOE a Zapatero. Éste le prometió el
Estatut y la posibilidad de demostrar que él era más nacionalista que nadie,
estuviese o no en sus cabales. Entre los dos acordaron la convocatoria del
Pacto del Tinell para apartar al Partido Popular, es decir, en términos
ideológicos, al liberalismo y al catolicismo, de la vida pública. Del Tinell
nació el Gobierno tripartito: PSC, ERC e IC, socialistas, nacionalistas
radicales y comunistas rancios. Con eso pensaba el prócer que habita La Moncloa
perpetuarse en el poder.
Él
no pretendía más que un poco de transversalidad, pero, por aquello de la
naturaleza del escorpión y casi sin darse cuenta, se comió a sus socios. ¿Para
qué votar a Carod Rovira, o Pérez Carod, que no tiene más pedigrí catalán
auténtico que Montilla, si el PSC va más lejos que él? Y, en un plano más
general, "en el Estado" y no sólo en Cataluña, ¿para qué votar a IU,
si el zapaterismo, con sus militantes orgásmicos, ha llegado mucho más lejos de lo que
los ex comunistas reciclados en ecologistas, feministas y/o cualquier otro tipo
de -ista que quepa imaginar?
Zapatero
pretendía construir un régimen con socios y expulsar del planeta al PP. Lo que
ha logrado ha sido construir un movimiento policlasista, almacén de variadas
ideologías y garante natural de todos los clientes existentes o potenciales,
incluido alguno que todavía no se ha dado cuenta de las ventajas del sistema y
ha insistido en votar a Mariano Rajoy. Eso es el peronismo, modelo de populismo
donde los haya, con políticas para cada momento y ocasión, que hasta pueden
llegar a ser moderadamente liberales si lo exige el guión. Eso sí: el enemigo
natural es el Imperio por excelencia, los aliados naturales son los menos
convenientes y los intereses de España están siempre en segundo plano: primero,
los lobbies.
Supongo
que el Gobierno en funciones estará preparando la nueva etapa. Pero, de
momento, acabo de ver en televisión el anuncio de una "biografía" de
José María Aznar, creo que en la Cinco. Lo primero, el ventilador en marcha. Lo
primero, seguir haciendo lo de siempre: dar golpes de loco en la estructura del
PP, que algo quedará, una grieta aquí, un desconchón allá. Y al final,
hasta Rajoy se cansa. Bastante castigado está el hombre por los resultados de
Cataluña, donde, según los sabios de tertulia, las cosas iban mucho mejor con
Piqué que con Sirera, de modo que éste ha sido castigado por no ser lo bastante
catalán. O lo bastante peronista, quién sabe.
El
sueño del presidente reelecto es el del partido único, y hacia ello va con paso
firme. El deber de los que, tras un día como el de ayer, nos preguntamos si
tiene algún sentido continuar haciendo gratuitamente el esfuerzo de desasnar a
las masas, de explicar aquí o allá lo que cuenta la prensa y cómo lo cuenta,
nuestro deber, decía, es el de continuar bregando. Las formas democráticas, aun
en una democracia autoritaria como la nuestra, pesan mucho, y hay que dar la
vara con la alternancia, que es lo único que nos queda.
Y
dar la vara también con la crítica a los nuestros, que no es
exclusivamente el PP, sino todos aquellos que no se han sumado al movimiento
zapaterista (este hombre va de sorpresa en sorpresa: fue presidente cuando no
se lo esperaba y ahora lo votan los que él no se esperaba: ¿quién iba a dar un
duro por el trasvase de ERC a PSC?): me refiero a Rosa Díez (enhorabuena) y a
los que aún, tal vez, no hayan sido devorados por el conflicto interno de
Ciutadans. Si hay que partir la tarta en dos, hagámoslo. Pero no de la penosa
manera en que se ha hecho en la campaña electoral del PP.
Uno
de esos tipos que se peinan raro para profetizar en la
tele decía ayer que lo que no había permitido ganar al PP había sido su
¡radicalización! Yo me he pasado la campaña sufriendo, no por la falta de
radicalización, sino por la falta de perfil de líderes de los que se
presentaban en los mitines. Hay rumores de que, después del palo de ayer (por
mucho que se lo endulce sigue siendo un palo), Acebes sería sustituido por Pío
García Escudero en el organigrama del partido. Sería una estupenda noticia: yo
no estoy en contra de Acebes porque mintiera en el 11-M, sino porque dijo
toda la verdad, y en tiempo real, cosa imperdonable en un político: hombre
honestísimo, pero torpe en ese duro ajedrez.
La
segunda parte de mi crítica (ya habré cansado a los lectores con ello) pasa por
el problema del liderazgo. Rosa Díez se sentará en el Congreso, tras una
campaña prácticamente inexistente por falta de dinero y por mezquindad de la
prensa, en especial la televisiva, sólo porque tiene liderazgo: vamos, que no
es el niño Rivera y no necesita ponerse en pelotas en un cartel para que la
elijan.
Eso
parece la primera lección de chino para la derecha española. El PP volverá al
poder cuando tenga al frente a un líder verdadero, especie de la cual posee dos
ejemplares: Ruiz Gallardón, que me pone los pelos de punta porque él es el
socialista de su partido del que hablaba el clásico, y Esperanza Aguirre, que
me encanta porque es realmente liberal y encima va y lo dice. Mientras ellos no
sean las caras más visibles del PP, mal irán las cosas para todos. Recuérdese
hoy que por algo el Partido Popular ha aumentado votos en Madrid más que en
ninguna otra parte. Si a los principios, los que sean, no se les pone un
rostro, son invisibles. Un rostro duro y amable, capaz de decir cada cinco
minutos: "Váyase, señor Zapatero".
En
mis dos patrias gobierna finalmente el peronismo: allá, el peronismo K; aquí,
el peroniZmo.