LA OPOSICIÓN
Artículo de Horacio Vázquez-Rial en “Libertad Digital” del 07 de mayo de 2008
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Resulta que el señor
Taguas se ha pasado con armas y bagajes, lo cual incluye información
privilegiada, al mundo de la empresa privada. Y que alguien, no se sabe quién,
pagó a los piratas el rescate por los marineros del pesquero. Y que nadie sabe
cuánto aceite ucraniano con bichitos, que diría Sancho Rof, circula por España, y
que el Gobierno se ha dedicado a hacer publicidad de un tercio de las aceiteras
existentes y ha sumido en el infierno de la desconfianza al resto. ¿Y la
oposición? ¿Dónde está? Está haciendo cuentas. Internas. De aparato.
Sordo, ciego y mudo
ante las voces de los simpatizantes, de los militantes, que son muchos, y de la
gente sensata en general, que quisiera ver a Zapatero escuchando cantar a Sonsoles y no gobernando, don Mariano, a quien después de
dos derrotas electorales ni se le ha pasado por la cabeza dejar los trastos en
manos más eficaces que las suyas, se ha tomado su tiempo para convocar un
congreso partidario en el que triunfarán los barones y se irán quedando cada
vez más afuera los elementos más valiosos de la organización, los que todavía
son coherentes con sus ideas.
Rajoy quiere, tal vez
porque alguien se lo sugirió y él no fue lo bastante crítico, un PP cada vez
más parecido al PSOE, olvidando que las semejanzas de estructuras acaban por
ser semejanzas de fines. Quizá piense el hombre en un partido en el que las
rebeldías molesten menos que un mosquito: si al PSOE no le han hecho daño Gotzone Mora y Rosa Díez, tampoco tendría que
hacérselo al PP la rebelde Luisa Fernanda Rudi, que
la semana pasada se abstuvo en la votación por la garantía del suministro de
agua a Barcelona. Por no hablar de Esperanza Aguirre, tan directa siempre, que
no tiene, por mecánica de aparato, los compromisarios suficientes para
presentar una candidatura alternativa a la del gallego. Hay que acabar con esa
gente tan molesta, aunque tenga apoyos que muy bien pueden perderse en las
próximas elecciones. Y aunque el único beneficiario real de una disputa entre
Rajoy y Aguirre sea el ahora sorprendentemente silencioso Ruiz Gallardón.
De paso sea dicho, don
Mariano, lector de Marca, como sabemos desde la campaña de 2004, ha mandado al
infierno de los partidos inexistentes a los liberales y a los conservadores, y
ha acusado a Esperanza Aguirre de socialdemócrata, ignorando su manifiesta
condición liberal, olvidando, si es que lo sabe, que el paradigma de lo socialdemócrata
en el PP es el alcalde de Madrid: tanto, que con él en el Gobierno central
apenas se notaría la diferencia y el régimen continuaría indemne.
Dicen por ahí que Aznar
está preocupado por la deriva del partido que él creó y llevó al poder
integrando en su dirección a personajes tan dispares como don Manuel Fraga y
Rodrigo Rato, por sólo mencionar extremos. Esa obra de infinita delicadeza y
negociación diaria con todas las partes, que reunió a ex ucedistas
con demócrata-cristianos, liberales, conservadores, socialdemócratas y gentes
de tendencias menos fáciles de definir, corre el riesgo de venirse abajo cuando
Rajoy truena que cada uno se vaya a su partido, dando además la impresión de
que no sabe cuáles son los partidos reales o de que preferiría que hubiera
veinte, para mayor regocijo del bobo solemne, al que no está haciendo
oposición. ¿Cómo no va a estar preocupado Aznar? Y yo, y usted, querido lector,
que ve que, tal como están las cosas, hay zetapismo
para largo.
Yo he hablado hasta el
hartazgo en esta columna de la necesidad de líderes, más que de dirigentes. Felipe González, que es un
líder, mal que nos pese, dio vuelta el resultado electoral en Cataluña con un
acto fuera de campaña que dio finalmente al presidente los votos de los
inmigrantes. Daniel Sirera, inteligente y bien
posicionado respecto de la identidad y los objetivos del PPC, soportó una
campaña distorsionada por las ambiciones de la ambiciosa e ideológicamente
indefinible Montserrat Nebrera, que dice que se
afilió al partido para llegar a ser su presidente, como si uno se hiciera
sacerdote sólo para llegar a Papa. En el PP hay líderes, pero nadie les hace
caso en la dirección. Esperanza Aguirre gana las elecciones por sí misma, e
incluso cabría pensar que, últimamente, las gana contra Rajoy y, desde luego,
por encima de Ruiz Gallardón.
En este no estar del PP
empiezan a pasar cosas preocupantes: columnistas de derechas de toda la vida
aplauden a Carme Chacón, independentista confesa (acuñó el célebre "Todos
somos Rubianes") que ahora tiene a su ex jefe, Celestino Corbacho, como
par en el gabinete ministerial. ¿Se acuerdan ustedes de quién es este hombre?
Es el que dijo, en los inicios del Tripartito catalán: "Una vez
terminada la reforma identitaria [sic], toca la
reforma social". Desde luego, él, tan extremeño como Montilla andaluz, se
hizo su reforma identitaria como quien se hace el
harakiri, y es el más catalán de los catalanes que en el mundo ha habido. Pues
bien: a casi todo el mundo le ha sorprendido agradablemente el hecho de que
haya una ministra de Defensa embarazada y campante por los cuarteles y los lugares
de destino oenegeicos de nuestro Ejército. Y de Rajoy
nadie se acuerda en ese momento.
Hay que esperar al
congreso del PP del verano para saber si hay oposición o no hay oposición, y
quién la integra y cómo se expresa. Los cambios de Rajoy en el equipo
parlamentario no son lo mejor de lo mejor, y Soraya no es lo que se dice una
vieja fajadora destinada a ser challenger de la
vicepresidenta: resulta más bien como si yo desafiara al campeón mundial de los
pesados. Caras nuevas, ninguna, como no sea la de la Nebrera.
Caras viejas y añoradas, menos. Acebes y Zaplana se han situado fuera, cosa que
no hubiera estado del todo mal hace un año, no después de las elecciones.
El velatorio de Calvo-Sotelo fue una especie de ceremonia fúnebre de la
Transición, con el discurso de esa sobrina sonriente, la ministra socialista
Cabrera Calvo-Sotelo, que rara vez usa su segundo
apellido, y las caras largas de los que ya no van a volver a estar.
¿Tendrían presente que el finado se había comido nada menos que un golpe de
estado, el del 23-F, y que pese a ello había gobernado y hasta hecho aprobar
una ley de divorcio?
El PP, por otra parte,
se asemeja cada vez más al PSOE en lo tocante a estatutos, naciones y
autonomías, barones de por medio. ¿Es que no hay más posibilidad que la de
gobernar con los nacionalistas y como nacionalistas? Debieran recordar los
populares que, en la medida en que esa semejanza aumente, pasarán a integrar el
régimen peroniZta y serán incapaces de defender la
unidad de la nación española. Ya se han hecho concesiones lingüísticas,
fiscales, simbólicas y, desde luego, éticas en los últimos cuatro años.
Julio Anguita se ha
presentado hace unos días en La Noria de Jordi González para explicar su
regreso a la política, con un discurso de ortodoxia comunista años 50. Le
preguntaron por su hijo muerto en Irak y se limitó a hablar de su gran dolor.
Nadie mencionó a José Couso, y yo tuve que
interrogarme acerca de lo que hubiese sucedido si a Julio Anguita Parrado le
hubiese matado un misil americano y no uno iraquí. Rosa Aguilar ha dejado el
PC: ¿optará por el PSOE? Ella no es Anguita, no tiene ortodoxia a la que
regresar. Y sospecho que a los dos, Anguita y ella, la unidad de la nación
española les importa lo mismo que a Rubianes.
Por el momento, la
única oposición verdadera es la que hace Rosa Díez. Sería interesante aprender
algo de ella. Por ejemplo, a sostener principios, después de que Alfonso Guerra
votara a favor del Estatuto de Cataluña.