NECESITAMOS OTRO PRESIDENTE
Artículo de Ana Velasco Vidal-Abarca en “El Confidencial Digital” del 03.01.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Con una apostilla a pie de
título:
HABERLOS HAYLOS
Luis Bouza-Brey (3-1-07,
9:45)
El problema
que se viene manifestando ya hace tiempo es cómo cambiar el Presidente del
Gobierno, y no sólo a causa de ETA, sino de todos los fracasos acumulados en
todos los ámbitos por Rodríguez Zapatero. El problema es cómo, no quién, porque
candidatos con alta calificación para ocupar la Presidencia ya existen: en el
PP, Rajoy sería un buen Presidente, y en el PSOE existen algunos-as
candidatos-as con nota de díez para desempeñar el
mismo puesto.
Es decir, que
haberlos haylos, el problema es cómo propulsarlos.
José Luís Rodríguez Zapatero, el Presidente que los españoles no
nos merecemos, que llama a los asesinatos “trágicos accidentes mortales”, nos
ha dicho repetidamente que nos encontramos ante un camino “largo, duro y
difícil” en la componenda con ETA que quiere hacer pasar por un “proceso de
paz”.
Su empeño por fabricar una realidad a la medida de sus deseos, lo
que Gustavo Bueno ha dado en llamar “el pensamiento Alicia” le está conduciendo
inexorablemente a un callejón con dos únicas salidas, darse de bruces con la
realidad y asumir la caída libre de su credibilidad o lanzarse a una suicida
huída hacia adelante volviendo a mandar emisarios ocultos a suplicar a ETA que
le de más tiempo y a ofrecerle nuevas transacciones y
promesas inasumibles por un Estado de Derecho. La tercera vía, que sería
la lógica, de recomponer el pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, no
parece que esté siendo contemplada por nuestro irresponsable Presidente que ha
“suspendido” sus conversaciones con ETA debido al “accidente” que se ha
producido en el “largo y difícil” “proceso”.
Las trampas semánticas del señor Zapatero resultan repugnantes.
Si de verdad quiere imitar a Churchill, debería hacerlo en el fondo, no en la forma.
Debería prometernos “sangre, sudor y lágrimas” para alcanzar la victoria final,
debería prometernos que en esta lucha no va a dejar de lado la dignidad ni el
valor y que su objetivo es derrotar a ETA. Debería prometernos firmeza,
integridad, que el terrorismo no arrodillará nunca al Estado con sus bombas,
que el Gobierno no va a claudicar por miedo a que otro atentado le pueda hacer
perder las elecciones. Debería prometernos que nuestro sacrificio, nuestros
muertos, servirán para que el bien venza al mal.
Necesitamos otro presidente, este es una catástrofe. Aunque sus
colaboradores de Moncloa traten de convencernos de que en su comparecencia del
29 de diciembre no quiso decir “accidentes mortales” sino “atentados mortales”,
es la segunda vez que utiliza esta calificación, y en la Cumbre Iberoamericana
celebrada en noviembre en Uruguay, en su afán por minimizar la maldad humana
que encierra el terrorismo, declaró ante un atónito auditorio que “el cambio
climático ha causado más víctimas”.
Este presidente, que un día antes de que ETA haya matado a dos
personas y destruido unas instalaciones de uso público de primera magnitud, se
jactaba –sin argumentos, sin ofrecer datos contrastados- de lo bien que iba su
“proceso”, no es la persona que España necesita para combatir y vencer el
terrorismo.
Necesitamos una persona que no confunda la realidad con sus
deseos, que sea consciente de que el atentado cometido por ETA en Barajas sólo
se diferencia de los anteriores en las falsas expectativas que el Gobierno ha querido
crear. Necesitamos un presidente que tenga muy presente la larga y dolorosa
experiencia de la lucha contra ETA, que sea consciente de que ETA cambia de
estrategia pero nunca de objetivo, de que ETA no es una formación política sino
un grupo de criminales organizados y como tales hay que tratarlos. Necesitamos
un presidente cuyo objetivo prioritario sea regenerar el clima de la sociedad
vasca, eliminar cualquier atisbo de fanatismo y garantizar la libertad de los
ciudadanos. Necesitamos un presidente con sentido
común, capaz de afrontar con ética y rigor su obligación de preservar
sobre todo y ante todo el Estado de Derecho y de afrontar con firmeza el
desafío de los asesinos que intentan doblegarlo.