VIDAL-QUADRAS Y LOS NACIONALISTAS (1)
Luis Bouza-Brey, 10-8-96
Ver también: VIDAL-QUADRAS Y LOS
NACIONALISTAS (y 2)
Las declaraciones recientes de VIDAL-QUADRAS
acerca del problema de los nacionalismos periféricos para la democracia española
y sobre la debilidad de los partidos de ámbito estatal frente a dichos
nacionalismos, apuntan a un problema muy real y muy grave para nuestro sistema
político.
Este problema es el de que los partidos
nacionalistas son un anacronismo, al defender una ideología ya superada, propia
del siglo XIX. Pero con el agravante de que se han construido una legitimidad
fundamentada en la conservación y acentuación de actitudes básicas de
resentimiento y cierre frente al resto de España de un sector importante de la
población de Cataluña y Euskadi.
Los nacionalismos son independentismos
manifiestos o latentes, que en el fondo se niegan a aceptar la existencia de
una España plural y de la pauta del federalismo para integrar España y Europa.
O son independentistas, o defienden una posición que podría denominarse
"confederal", por lo que implica de rechazo de las instituciones
democráticas estatales y del principio de cooperación; de negación del
castellano como idioma común de los españoles y por tanto del bilingüismo, y de
defensa de un poder político propio sin techo de competencias, soberano,
monolingüe y con capacidad de veto sobre las decisiones del Estado en las
respectivas Comunidades.
Frente a esta posición y objetivos,
manifiesta o sibilinamente mantenidos y perseguidos, los partidos no
nacionalistas, de izquierda o derecha, no han sabido plantear y ejercer una
alternativa coherente y firme. Por ello, nos encontramos con un Estado cuyo
diseño final pende del arbitrio y maniobras de grupos minoritarios, cuyo objetivo
no es construir la democracia española, sino salirse de ella.
De ahí que posiciones de crítica frontal y
racional como las de Vidal-Quadras son
imprescindibles, pues revuelven esta "pasta" cultural ambigüa y amorfa que es el caldo del nacionalismo. Vidal-Quadras posee el mérito indiscutible en Cataluña de haber
abierto una oposición al nacionalismo que la ineptitud de la izquierda y el
bloqueo de la cultura política del país habían hecho imposible anteriormente.
El problema de fondo es cultural: la cultura
política catalana está bloqueada por los mitos, tabúes y antimitos
del pasado, a los que acompañan sus cohortes de fundamentalistas, que refuerzan
la persistencia de actitudes básicas de resistencialismo
y cierre mental inadecuados para el presente, la modernidad y el futuro.
Mitos como el de la independencia, la nación,
la sagrada unidad de los patriotas, la homogeneidad cultural y lingüística de
Cataluña, el carácter nacional y la asunción del mismo como propio de los
"buenos catalanes".
Antimitos como el del nefasto
Estado español, la España atrasada que no trabaja, el lerrouxismo
como discrepancia que ataca las bases míticas del país.
Tabúes como el del idioma y la política
lingüística.
Todos estos mecanismos culturales dan lugar a
un fundamentalismo de base, por muy disfrazado que se encuentre de pragmatismo
y modernidad secular, que constituye el soporte de una religión política, cuyos
"ayatollás" sacralizan el mito de Cataluña
y condenan al infierno del anticatalaniamo a los que
no comulgan con las propias irracionalidades.
Los que vivimos en Cataluña percibimos
perfectamente los bloqueos que existen en el comportamiento de la gente en
muchas ocasiones. Pese a ello, a las instituciones hegemonizadas por los
nacionalistas y a la presión difusa de los ayatollás,
la convivencia y el sentido común de la mayor parte del pueblo son ejemplares,
de momento. Aunque el sistema político catalán se caracteriza por la
esquizofrenia electoral, el abstencionismo y la falta de alternancia en el
poder, debida al intento en parte conseguido de identificar al país con un
líder y su grupo político.
Resulta imprescindible para el funcionamiento
normal de nuestras Comunidades y del conjunto de España, que se comience a
hacer la crítica de estas posiciones políticas y culturales de los
nacionalistas, que unas veces revisten ropaje lituano, otras quebequés y
"diferencial", otras "foral" y autodeterminista,
pero pocas veces integrador y solidario. Mientras esta crítica no comience a
expandirse y llegar al pueblo, y hay que agradecer a Vidal-Quadras
el haberla iniciado, la democracia española no terminará de funcionar con
normalidad.
Con el agravante de que el independentismo
anacrónico, manifiesto o latente, va ganando terreno y algún día, más pronto
que tarde, se va a producir una crisis seria del sistema político que conducirá
a un camino sin salida y a un deterioro de las bases de la convivencia en
España.