NEGOCIAR EL FIN DE ETA
Artículo de XABIER GURRUTXAGA en “El Correo” del 11/02/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
El coche bomba cargado de treinta kilos de
cloratita que ETA hizo estallar en Madrid poniendo en grave peligro la vida y la
integridad física de numerosos ciudadanos, constituye un exponente claro de la
incapacidad de la organización para adecuar su presencia y su actuación a lo que
le es exigible en el marco de las decisiones adoptadas por el «conjunto de las
direcciones de la izquierda abertzale», en terminología de Otegi.
En su propuesta de Anoeta, Batasuna expresó la convicción de que «la utilización
de las vías exclusivamente políticas y democráticas permitirá la
materialización, sin límites ni restricciones, de todos los proyectos
políticos». La reflexión era de interés ya que suponía reconocer que sólo la
utilización de vías exclusivamente políticas permitiría a Batasuna la
materialización de su proyecto. Es decir, la aceptación implícita de que la
lucha armada ya no les es útil para la pervivencia y el futuro de la izquierda
aber-tzale independentista. Solamente en el marco de esa reflexión tiene
explicación la propuesta sobre la creación de dos mesas para el diálogo y la
negociación, en la que a ETA sólo se le reconoce legitimidad para discutir y
acordar cuestiones vinculadas con la desmilitarización. Quien asigna a la
organización armada ese cometido está claro que ha llegado al convencimiento de
que ETA como agente político ya no tiene más recorrido propio.
La reflexión interna ha ido más allá de lo que se presentó en Anoeta, con puesta
en escena brillante y haciendo gala de poder de convocatoria y de iniciativa
política, como si no pasara nada. Sin embargo, la reflexión se vivió con la
preocupación propia de quien se ve ahogado por la situación y decide dejar
lastre. Ahora de lo que se trata es de forzar un final digno para ETA y devolver
a Batasuna a la legalidad. Para ello a ETA no se le ocurre mejor idea que poner
coches bomba. Durante años se practicó la violencia con el propósito de obligar
al Estado al reconocimiento del derecho de autodeterminación. Tras Lizarra, se
pasó a asesinar a concejales socialistas y populares para tratar de atar en
corto al PNV. Ahora, parece que hacen estallar bombas para obligar al Estado a
un diálogo sobre las contrapartidas no políticas por el cese definitivo de ETA.
Es decir, básicamente los presos.
Tras atentar en Getxo, el ex ministro Belloch afirmó que «el atentado no indica
que ETA no quiera dialogar, sino seguramente todo lo contrario». Lo mismo se
puede decir tras el atentado de Madrid. Lo que resulta inaudito es que aún no
hayan comprendido que su verdadero activo ya no está en su capacidad de matar,
sino en el ofrecimiento firme y claro del cese definitivo. Sólo esa afirmación
inequívoca les abrirá las puertas del diálogo y permitirá a la izquierda
abertzale desarrollar su proyecto en igualdad de condiciones.