DESPUÉS DEL AISLAMIENTO
Artículo de Miguel Herrero de Miñón, miembro de la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas, en "El País" del 4-7-98
Con un breve comentario al final
Luis Bouza-Brey
Una anciana tía mía, discípula que fue
de lord Rutherford, contaba que en el Cambridge de
los años diez y tantos se decía del ilustre físico que, cuando por primera vez
consiguió la transmutación del átomo e intuyó lo que la reacción en cadena iba
a suponer, exclamó: ¡Dios no puede querer esto! Los sabios como lord Rutherford no sólo dan a luz genialidades, sino que,
frecuentemente, comprenden su alcance. Desgraciadamente, eso no suele ocurrir
con muchos políticos. Tal vez porque andan muy lejos de parecerse a los hombres
de ciencia. Toman las cosas no como son, sino como querrían que fuesen, y no se
percatan de las consecuencias de las acciones que les dicta más la pasión que
la razón. Por negar la necesidad de las cosas se ven presos de ella y a base de
voluntarismo terminan haciendo lo que hubieran querido evitar.
Un buen ejemplo de ello es la política
de aislamiento que hace un año se decretó contra HB y que coincidió con alguna
otra medida, más que discutible en derecho, y cuya utilidad política no se ha
visto en modo alguno.
Criminalizar el pensamiento y la
palabra es, sin duda, más fácil que reprimir el crimen. Pero lo primero no
ayuda a lo segundo, porque hay cierto tipo de criminalidad cuya única
alternativa es pensar y hablar. Cuando la experiencia demuestra la incapacidad
para lo uno, la prudencia aconseja, cuando menos, no quemar las posibilidades
de lo otro.
El aislamiento, por su parte, resultó,
para empezar, imposible porque en la práctica no se puede aislar un sector
cualquiera, por antipático que sea, de un continuo social. Después disfuncional,
porque creó problemas de disciplina interna en el resto de los partidos y
fricciones entre ellos, erosionando la solidaridad de Ajuria Enea, y, como
estamos viendo, la del propio pacto tripartito en el Gobierno vasco y tantos
ayuntamientos. Y, en todo caso, inútil, porque no ha producido ni la conversión
de HB ni la disminución sensible de su electorado, que si, como anuncian las
encuestas, llega a descender ligeramente, es siguiendo una tendencia anterior.
A ello hay que sumar efectos, supongo
que no queridos, como la radicalización, si ello fuera posible, de las
posiciones; la consolidación del voto de IU en Euskadi que, hace meses, anuncié
en estas páginas, o el ilógico repudio de la tantas veces deseada participación
de HB en las instituciones.
En cuanto a lo primero, es evidente que
el aislamiento produce radicalización y victimismo, bazas ambas valiosas en un
contexto victimizado y radicalizado. Respecto de lo segundo, resulta
significativo que, frente a la tendencia general en España, IU mantenga su voto
en el País Vasco, donde nunca ha tenido un gran arraigo, al hilo de una hábil
táctica que, aun condenando la violencia sin ambages, se niega a satanizar y
aislar a HB. Por último, el tercer extremo llueve sobre mojado.
En efecto, en 1993 se cometió el error
de no admitir a HB en las Cortes por estrictas razones de mal entendido
prestigio partidista: el contar con mayoría absoluta en la primera votación de
investidura. Se cortó así una posibilidad de que la convivencia parlamentaria
produjera sus frutos y, encima, el Tribunal Constitucional terminó dando la
razón a HB. Ahora se va a incidir en el mismo error merced a un proyecto
innecesario que daba lugar a inevitables enmiendas. Cuando HB sustituye los
exabruptos por las votaciones parlamentarias -algo importante, cualquiera que
sea el tenor de las votaciones, y es ingenuo pensar que se pudieran estrenar
con otras más risueñas- quienes, con razón, abominan del exabrupto, vuelven a
escandalizarse. ¡Claro está que la común lealtad a la Constitución de todos, de
ciudadanos y naciones, es el ideal! Pero alcanzarlo tiene sus trámites. En 1978
se perdieron ocasiones preciosas para ello y ahora la voluntad política
requiere un plus de imaginación. Si la Constitución ha de ser instrumento de
integración, no puede utilizarse como arma, sino que ha de ser ofrecida como
deseable. Algo sin duda más difícil, pero necesario.
Ahora, como hace cinco años, todos
parecen empeñados en dar argumentos a favor de quienes pretenden descalificar,
y ello en vísperas de elecciones autonómicas, cuando uno y otros están abocados
a endurecer sus posiciones y no dejarse desbordar por nadie.
Los sondeos parecen anunciar que el
mapa político vasco poco va a alterarse tras las próximas elecciones. Pero,
gracias a esta suma de supuestas habilidades, puede esbozarse un importante
cambio de alianzas en cuya virtud la actual coalición tripartita de los
nacionalistas del PNV y EA con el PSOE-PSE fuera sustituida por otra PNV-EA-HB.
Del aislamiento se pasaría así a una coalición de gobierno cuya mayoría puede
llegar a depender de la benevolencia de IU. La escena vasca se dividiría así
por la mitad, abertzales frente a españolistas, y la moderación perdería
algunos tantos más en pro de la crispación. ¿Acaso esta solución conviene a los
españolistas, incluso si obtuvieran la mayoría de los votos? ¿Es la
confrontación de frentes una vía de pacificación? Ésa es la no querida reacción
en cadena. Efectos, por otra parte, desde el principio previsibles aun sin
tener la lucidez de Rutherford. Bastaba con pensar un
poquito, con más razón que pasión.
Pero no es menos verdad que, pese a las
alarmas iniciales de lord Rutherford, la
desintegración del átomo resultó muy fecunda cuando tal fuente de energía ha
sido utilizada para la paz. Otro tanto podría ocurrir si una hipotética
incorporación plena de HB a las instituciones y sus tareas, con más efectividad
que ritualismo, sirviera tanto para terminar con la marginación política de un
sector minoritario, pero importante, de la sociedad vasca, como para tender
puentes al diálogo. Ésos serían los efectos deseables, aunque me temo que no
queridos, de los, tampoco queridos, pero indeseables.
Si un desafortunado aislamiento no ha
contribuido a la paz sino a la radicalización, ojalá que una no menos
desafortunada bipolarización pudiera contribuir a la integración.
Breve comentario final
Luis Bouza-Brey
No coincido con la posición de Herrero,
sobre todo por lo que se refiere a su postura apaciguadora del fascismo, ni
tampoco creo que los efectos del aislamiento de HB hayan sido negativos, pues
hayan fomentado su radicalización. Al menos ellos no los interpretan así, pues
han luchado y luchan contra el aislamiento y consideran una victoria el haberlo
evitado por su cambio hacia la moderación.
Herero, en esta interpretación niega la
evidencia, lo cual tampoco es muy propio de Rutheford.