EL HUEVO Y LA CASCARA: INTRODUCCION PARA UN DEBATE
CON LOS NACIONALISMOS
Luis Bouza-Brey,
3-11-98
Las sacudidas políticas recientes de nuestro país ---evolución
de los nacionalismos periféricos, tregua de ETA, recientes elecciones gallegas
y vascas, y próximos comicios catalanes---, algunas de las cuales cuestionan
las bases constitucionales del Estado, me impulsan a reflexionar nuevamente
sobre "el laberinto español y
los nacionalismos periféricos", en relación con el "desarrollo federal de
España y Europa".
Mi intención es contribuir a un debate sobre los fundamentos de
nuestro país, que se tiene que realizar ya, pero con serenidad y lealtad. Creo
que es el momento de aportar ideas para un amplio consenso, que cierre de una
vez la transición y nuestra desdichada historia contemporánea, a fin de
ponernos en situación de impulsar la integración política europea con un modelo
de Estado adecuado para el siglo que se inicia.
Dos precisiones previas:
Llevo varios días dándole vueltas a este asunto, aquejado de una
cautela y pereza enormes ante el reto que supone atreverme a diseñar
equilibrios arriesgados sobre el vacío y propuestas bastante especulativas, sin
la preexistencia de una red de ideas en circulación que me permita atenuar el
miedo al error. Precisamente, las únicas fórmulas de consenso existentes hasta
ahora en nuestra Historia están siendo cuestionadas estos días, desde
posicionamientos antagónicos que hacen difícil otear un futurible que no sea
nefasto.
Por otra parte, las críticas que tendré que hacer a algunas de
estas ideas, por considerarlas anacrónicas, son eso, críticas a ideas, y no a
personas, que son naturalmente libres para desembarazarse de ellas si quieren.
Si consiguiéramos deshacernos de las ideas anacrónicas que nos atenazan, el
resultado sería un abrazo definitivo entre personas y pueblos que tenemos que
convivir de una vez para construir un futuro espléndido.
Pero la construcción de nuevas ideas y valores es muy difícil,
porque representa imaginar un dibujo perfilado de la realidad futura, en medio
de la enorme incertidumbre derivada del cambio torrencial que nos empuja.
Lo que se pone en cuestión estos días es la vigencia de la
Constitución, resultante del fructífero pacto constituyente de 1978, que
permitió lanzar a España a un viaje espectacular hacia el progreso, la
modernidad y la estabilidad.
Se pone en cuestión, efectivamente, la integridad del Estado, la
unidad de los pueblos de España y el equilibrio y la solidaridad entre ellos.
El problema básico de la situación actual, a mi juicio, deriva
de que existe la necesidad de cambios en el ordenamiento constitucional, a fin
de adecuarlo a su propia maduración después de veinte años de vigencia exitosa,
de sintonizarlo con el proceso de construcción europea, y de cerrar la
transición en Euskadi. Pero, debido a esta necesidad, emergen nuevamente todas
las opciones posibles de cambio: la independentista, la del nacionalismo
moderado, y la federal. ¿Por dónde saltará la antigua opción unitarista: en
forma de inmovilismo ante la situación actual, o de regresión autoritaria, o
como una bifurcación entre ambas?
Frente a la emergencia de este conjunto de opciones, ¿qué
hacemos con la Constitución?¿Es precisa una revisión total, que configure al
Estado español como una confederación de naciones soberanas, que mediante
pactos constituyentes múltiples decidan mantenerse unidas en el marco de unas
nuevas condiciones políticas, o separarse para formar un Estado propio? ¿O bien
basta con una reforma de algunos aspectos de la Constitución? ¿O únicamente
sería necesario reinterpretar política y jurisprudencialmente los aspectos
básicos de las relaciones entre el Estado y las Comunidades Autónomas?¿O no hay que cambiar nada, pues las elucubraciones
nacionalistas son sarampiones camperos preelectorales?
En síntesis: ¿revisión, reforma, "relectura" o
"nada"?
LOS DIVERSOS NACIONALISMOS PERIFERICOS Y SU
MADURACION NECESARIA
Permítaseme realizar unas cuantas citas de posicionamientos
recientes de los nacionalistas, pues creo que permiten un diagnóstico y debate
sobre los problemas que afrontamos:
Pujol, en entrevista reciente en TV, afirmaba que "Cataluña
es una Nación, y España no, aunque ésta es algo formidable, una
Comunidad".
Beiras, en la Revista "Cambio
16" del 5-10-98. Pg.23, afirmaba lo siguiente:
" En el nacionalismo gallego
vemos la cuestión de España como un Estado. Pero hay una realidad sociopolítica
que no tiene que ver con el Estado. Galicia, Cataluña y Euskadi son realidades
nacionales. España también. No niego la nación española, sólo digo que esa nación,
a diferencia de lo que dice la Constitución, no nos abarca a nosotros. Yo soy
de nacionalidad gallega y ciudadano del Estado español. Estoy dispuesto a
seguir siendo ciudadano español si ese Estado reconoce mi identidad nacional.
...Ni gallegos, ni vascos, ni catalanes niegan la existencia
de la nación española. Sólo dicen que no forman parte de la nación española,
sino del Estado. No es una cuestión teórica".
Por su parte, Arzalluz, en "La
Vanguardia" del 4-10-98, afirmaba:
"Quienes dicen que pretendemos echar a los emigrantes se
dirigen a gente tan inculta y miedosa que ni siquiera caen en la cuestión de
que, aun en el caso de que fuéramos independientes, no se puede echar a nadie.
Como si eres un portugués en Luxemburgo. Este ducado es un país muy pequeño que
se queda un poco corto en población y está preocupado porque crece dentro de él
un cuerpo ajeno de gente con otra lengua. Pero no pueden tocar a nadie.
Luxemburgo se negaba a darles voto municipal, pero se lo tuvieron que dar y
ahora tienen alcaldes portugueses. En un caso extremo de ese tipo, lo que
sucedería es que el salmantino que vive en Euskadi podría permanecer
jurídica y políticamente español. Tendría aquí derecho al voto municipal,
como cualquier europeo, y si quisiera votaría por correo en las elecciones
españolas. Esa es toda la independencia que queda. Nosotros, a cambio,
tendríamos el alivio de no ser gobernados desde Madrid y de gastar menos en
cuestiones inútiles como el Ejército. Pero no estamos ante un referéndum sobre
la autodeterminación. Nosotros defendemos que todo esto no tiene que ser un
golpe de mano, sino a partir de la voluntad de todos."
Ardanza, por su parte,
afirmaba en "Cambio 16" de 19-10-98, pgs.
21 y 22 :"O nos entendemos, reconociendo que
España es un Estado plurinacional o si no, iremos pensando en el billete de
ida...Queremos un nuevo marco y que sea bilateral. No el del café para
todos"
Por su parte, Eusko Alkartasuna así como Otegui y otros representantes de HB,
se declaran abiertamente independentistas y no aceptan la idea de pertenecer
siquiera al Estado español en cuanto puedan ejercitar el derecho de
autodeterminación.
Nos encontramos aquí con diversas posiciones que van desde los
independentistas que quieren un Estado propio para la Nación vasca, hasta Arzalluz, que se declara partidario de la independencia en
Europa y quiere privar del derecho al voto a los extranjeros españoles . O
aquellos como Beiras, que admiten la existencia de la
Nación española pero no se consideran parte de ella, aunque sí posibles
integrantes de un Estado federal español. O Pujol, que admite la existencia de
España como "algo formidable", una comunidad, pero que no es una
Nación, declarándose al mismo tiempo no independentista.
Ardanza, por su parte, no se
define a favor o en contra de la independencia, salvo en el caso de que no se
reconozca a Euskadi como una Nación que pueda llegar a una relación de
bilateralidad con el Estado.
En fin, nos encontramos con un nacionalismo periférico diverso
pero, en conjunto, fijado en esquemas de interpretación de la realidad voluntaristas,
alejados de posiciones que puedan ser consensuadas por el conjunto de sus
propias sociedades y con el conjunto de los pueblos de España, pero posiciones
que ellos definen como representativas de la totalidad de Euskadi, Cataluña o
Galicia.
Posiciones, en definitiva, resultado de mitos anacrónicos, del
siglo pasado, como el de la homogeneidad nacional, o el de la identificación de
lengua, nación y Estado. Posiciones que tienden a afirmarse rechazando o
ignorando una realidad histórica que, quieran o no, les es propia, de siglos de
interdependencia, mestizaje e historia común, a la que llamamos España.
¿Cómo se puede llegar a decir que catalanes, vascos y
gallegos no forman parte de la nación española, sino del Estado? ¿Son estas
afirmaciones representativas de un liderazgo político aceptable, o simple
sectarismo esquizofrénico? Pero oigan, ¿dónde meten a unos cuantos millones de
vascos, catalanes y gallegos que no piensan como ustedes y que a lo mejor
resulta que son la mayoría en sus respectivas comunidades? Y si no fueran
mayoría, ¿tendrían que votar por correo en lo que quedara de España, o
abandonar unas tierras a las que consideran su patria y parte de la patria
común de todos?
Me gustaría pensar que este sectarismo esquizofrénico es
resultado de la confusión semántica, así como del acorazamiento en mitos y
voces ancestrales que ya es hora de ir desterrando al baúl del desván, con
respeto pero sin vacilación. La religión política del nacionalismo es un
residuo de épocas pretéritas y de la resistencia secular frente a otro
nacionalismo igualmente excluyente. Pero en la actualidad hay que desacralizar
mitos, secularizar los esquemas de percepción de la realidad y asumir la
heterogeneidad y la complejidad.
Las naciones ---la española, la vasca, la catalana, la
gallega--- son heterogéneas, plurales, diversas. Y, por ello, sus integrantes
poseen identidades complejas y abiertas. Hoy ya nadie puede encerrarse en
ámbitos culturales, lingüísticos o políticos uniformes o simples, como marcos
de acción y significado definidores de nuestra personalidad .
Por ello, nadie, ni ninguna realidad colectiva, pueden afirmarse
negando a los demás, sino asumiéndolos como parte de la propia realidad, de la
propia consistencia. Porque la realidad, repito, es constitutivamente compleja.
Los que por motivos de búsqueda de seguridad intenten simplificarla, caerán en
el sectarismo, o en la esquizofrenia, o en el fundamentalismo. Y, por ello,
acabarán resultando incapaces para interpretar esa realidad y actuar sobre
ella, eligiendo cursos de acción erróneos que terminarán en el fracaso y en el
atraso. En la inseguridad, a la postre.
Somos vascos, catalanes, gallegos, extremeños, andaluces..., y
españoles, y europeos y terrestres. Y se trata de construir nuestra identidad
compleja equilibradamente, dando a cada ámbito de realidad el significado, la
prioridad y el rango de actuación que le corresponde.
Por eso, los nacionalismos deben renunciar a muchos de sus
símbolos y actitudes, que son como una cáscara ya inútil, que rodea a un huevo,
a una sustancia, que es la que hay que preservar: en términos de identidad,
pero abierta y compleja; de poder propio, pero también compartido y coparticipativo a niveles superiores de organización; de
autogobierno, pero también de federalismo e internacionalismo.
Si la "nación es un proyecto compartido de vida en
común", según la definición clásica, ¿por qué no prescindimos del término
y nos vamos a identificar la "cosa"?
Cataluña, Extremadura, Galicia, Euskadi, Asturias, etc... son proyectos de vida en
común, como lo es también España y Europa. Dejémonos, por tanto, de
nominalismos sobre naciones, nacionalidades históricas y regiones e
identifiquemos el huevo, y no la cáscara. No transformemos lo
histórico-descriptivo en futurible-prescriptivo, el pasado histórico en
privilegio político o económico.
No caigamos tampoco en simplificaciones aberrantes como la de
identificar cuatro naciones ---Cataluña, Euskadi, Galicia, España--- y definir
al conjunto de estas cuatro naciones como Estado plurinacional, integrado por
identidades estancas articuladas en un artificio político.
Por otra parte, ¿no tienen problemas políticos, económicos y
culturales distintos los asturianos y los canarios, por ejemplo? ¿ellos son España, una realidad homogénea, mientras que las
nacionalidades no?
Pues démosle a cada ámbito de la realidad la significación que
le corresponde, en lógica y en justicia, y dejémonos de "historias",
"derechos históricos", "nacionalidades históricas",
"naciones" y zarandajas por el estilo. O, si queremos mantener el
nombre, llamémosle naciones o regiones a todas las comunidades autónomas, y a
España nación de naciones o Nación plural. O mantengamos la denominación de la
Constitución de "nacionalidades" y "regiones", pero sin que
esto suponga, a efectos prácticos, ningún tipo de privilegio político o
económico para las primeras,
Pensemos en términos de comunidades diferenciadas y
plurales---Cataluña, Asturias, Extremadura, Galicia, etc---
y reservemos el término de España para el conjunto complejo de todas ellas,
considerándola también como una comunidad diferenciada dentro de la Europa
compleja y en construcción de la actualidad.
En el centro de Europa existe un lugar en que diversos cantones
se federaron constituyendo la "Confederación helvética", que también
se denomina "Suiza".
Igualmente, en otro lugar del centro de Europa, un viejo Estado
dictatorial y unitario se transformó en un conjunto de "lands" que dió lugar a la
"República federal", a la que también se llama "Alemania"
Pues igualmente, cada una de las realidades diversas que
integran España, constituyen comunidades diferenciadas que se federan a los
niveles superiores, el español y el europeo. De manera que es posible articular
heterogeneidad, subsidiariedad y proyecto común en cada uno de los niveles,
inferiores y superiores.
El federalismo asimétrico es la técnica de articulación de esta
complejidad, sin que asimetría signifique privilegio, o rechazo de lo común
superior mediante dinámicas bilaterales, sino únicamente heterogeneidad.
¿Alguien puede creerse en serio que a los andaluces o extremeños les pueda
interesar crear un cuerpo de policía propio? ¿o que a
Extremadura o Madrid le interese asumir la competencia sobre las costas
marítimas?
Puede haber competencias procedentes del Estado cuya
transferencia se generalice a todo el país, y otras que no, así como puede
haber competencias ejercidas por cuerpos administrativos nuevos que sustituyen
a otros previos del Estado.
¿Por qué no intentamos salirnos de la dinámica viciada y
estancada de nuestra historia pasada de enfrentamientos, o incluso del tira y
afloja de la transición?
Nada mejor que el análisis de la nueva realidad europea, todavía
carente de carga emocional, para ensayar esta superación, puesto que
constituye, precisamente, la nueva realidad que se superpone a los viejos
conflictos de nuestro país, transformándolos de raíz.
LA CONSTRUCCION DE EUROPA Y SUS EFECTOS SOBRE
NUESTRA REALIDAD HISTORICA
La construcción política europea, todavía en sus comienzos, va a
realizarse a partir de los Estados, no solamente porque ellos son los que la
van articulando, sino también por la dificultad de manejar e institucionalizar
una excesiva diversidad a ese nivel. Tengamos en cuenta que el actual Comité de
las Regiones está compuesto por 82 Estados federados y regiones, o, sumándoles
entes locales, que también forman parte de él, por 222 organismos en total.
Si a esta pluralidad le añadimos las nuevas regiones y entes
locales que se puedan integrar con la ampliación de la Unión hacia nuevos
Estados de Europa Central, la probabilidad de que pueda configurarse una
segunda Cámara de Regiones en el Parlamento Europeo me parece bastante remota.
E igualmente improbable me parece que la Unión Europea vaya a ser amable o
receptiva con procesos de secesión de los Estados europeos, permitiendo sin
dificultades la integración directa en la Unión de nuevos Estados procedentes
de un proceso secesionista.
Además, ¿qué peso tendría a nivel europeo un Estado de dos
millones de habitantes?
Mucho más difícil me parece que soluciones constituyentes como
la propuesta por EH, que afectarían a dos Estados dando lugar a uno nuevo,
puedan tener futuro. ¿Va a embarcarse el PNV en una aventura de estas
características?¿Piensa el sector menos radical del
PNV que una "independencia en Europa", al modo EH o al modo PNV es
posible antes de cincuenta años? ¿Y tendría sentido entonces?¿No
sería mejor plantearse objetivos viables prescindiendo de la cáscara simbólica
de la independencia? ¿No se dan cuenta EH y el PNV que la "Euskal Herria reunificada"
se puede conseguir fácilmente por medio de convenios de cooperación entre las
comunidades españolas y francesas en el marco europeo?
Igualmente difícil de aceptar a nivel europeo me parece una
distinción competencial entre "nacionalidades" y "regiones"
que signifique privilegios políticos o económicos.
Porque, al fin y al cabo, en pleno siglo XXI y en el contexto
europeo, ¿independencia o "sociedad diferente" para qué?
Supongo que para hacer políticas distintas, adecuadas a la
realidad diferenciada de cada una de las comunidades. Ahora bien, ¿cuáles serán
las posibilidades de hacer políticas diferentes en el marco de la Unión cuando
ésta se desarrolle políticamente y exista un verdadero gobierno europeo?
El panorama que me parece más realista es el de que las grandes
líneas de las políticas básicas van a ser definidas en unas instituciones
europeas participadas por los Estados, y después serán éstos y las Comunidades
quienes tendrán que aplicarlas. Aplicación en la que habrá un gran margen de discreccionalidad compartida entre Estados y Comunidades en
las distintas políticas y ámbitos de ejecución de las políticas.
Por tanto, es conveniente que las Comunidades busquen caminos
viables de acceso a la definición y aplicación de las políticas en el ámbito de
los Estados y de la Unión.
Empezando por la Unión, ¿qué diseño institucional parece más
probable? Es muy posible que el Consejo de Ministros termine por transformarse
en un Senado de los Estados, con capacidades de iniciativa y control, junto con
el Parlamento, sobre la acción de la Comisión y su Presidente. Y en este
esquema, una tercera Cámara de las Regiones y entes locales no parece muy
probable u operativa.
Ahora bien, la Unión operará de acuerdo con el principio de
subsidiariedad, de manera que actuará en base a la información de la burocracia
estatal y regional, y éste es un canal importantísimo de acceso a la
preparación de las decisiones y, posteriormente, al control de su ejecución.
Por otra parte, el proceso de construcción europea impulsará la
descentralización de los Estados, de manera que éstos irán federalizándose
rápidamente. Federalización que implicará lo que aquí llamamos
"administración única" en el ámbito de las Comunidades, aproximando
los diversos modelos estatales al alemán, definido por una poderosa burocracia
controlada por los "lands" y una burocracia
ligera y ágil a nivel del Estado federal, habilitada para la recolección de
información y la preparación de las grandes decisiones políticas.
Federalización que implicará también la creación de Senados
poderosos que permitan la participación de las Comunidades en el Estado central
y, a través de él, en la preparación de las decisiones de la Unión.
Por todo ello, me parece fundamental que el Estado español haga
de una vez la reforma del Senado, lo que implica una reforma constitucional no
agravada. En lo que discrepo es en la orientación que se le está dando a los
proyectos de reforma actuales, que pretenden configurar un Senado tipo austríaco
o norteamericano, en forma de segunda cámara parlamentaria.
Por el contrario, en mi opinión, la reforma del Senado debería
orientarse según el modelo alemán, de creación de un "Consejo
federal" poderoso, en el que estuvieran presentes directamente los
Gobiernos de las Comunidades Autónomas, responsables, tengámoslo en cuenta, de
la "Administración única", y que de ese modo podrían participar
directamente en las políticas estatales y en la definición de las políticas
europeas.
En síntesis, participación de las Comunidades en el Estado y en
la Unión Europea a través de un Senado potente y una Administración poderosa.
Ante este panorama, disquisiciones teóricas como las de buscar
una reconfiguración del Tribunal Constitucional a fin de asignar puestos en él
a las "nacionalidades históricas" me parecen aberrantes. Es el Senado
quien ha de controlar al "legislador estatal", junto con un Tribunal
Constitucional lo más imparcial posible, sin cuotas territoriales.
Queda, finalmente, por comentar el aspecto económico-fiscal, que
en mi opinión se ha desarrollado incorrectamente hasta ahora.
El panorama futuro a nivel europeo parece configurarse de la
manera siguiente: a medida que se vaya desarrollando el "gobierno
económico europeo" irá armonizándose el sistema fiscal y definiéndose a
nivel europeo una distribución de recursos entre las instituciones de la Unión,
las Estatales, las de las Comunidades y las Locales. Pero tanto la Unión como
los Estados dispondrán de amplia capacidad fiscal, en el aspecto normativo y
distributivo. Perderán cada vez más sentido los mecanismos
"paccionados" y particularistas y se irán definiendo sistemas
fiscales generales, de distribución entre la Unión, los Estados, las
Comunidades y los entes locales. La recaudación probablemente pase a ser
competencia de las Comunidades, aunque con participación en las agencias
recaudatorias autonómicas de la Administración estatal. La capacidad normativa
se compartirá entre la Unión y los Estados.
A la vista.de este panorama complejo, vuelvo a plantearme la
pregunta de la primera parte de este artículo:
¿QUE HACEMOS CON LA CONSTITUCION?
No me parece que sea necesario ni conveniente iniciar una
revisión constitucional que replantee el tema de la atribución de la soberanía
al conjunto del pueblo español; ni la concepción de España como Nación plural,
integrada por nacionalidades y regiones; ni
tampoco una revisión que atribuya privilegios políticos o económicos a las
nacionalidades.
Lo que si me parece imprescindible y
urgente es realizar de una vez la reforma del Senado, a efectos de integrar en
el proyecto común a las Comunidades Autónomas, de manera que se pueda
descentralizar más el poder político y administrativo, contrapesando esta
descentralización con la atribución al Estado del papel de definidor de las
grandes líneas de las políticas básicas mediante la participación de las
Comunidades en Las Cortes Generales --- Senado y Congreso--- y en el Gobierno,
si los partidos nacionalistas lo consideran necesario.
En cuanto al sistema de distribución de competencias, éste
podría redefinirse mediante la delegación prevista en el art. 150, la
"Administración única", la reforma de los Estatutos de Autonomía, y
la atribución al Senado de competencias para aprobar y vetar las leyes que
puedan alterar dicho sistema e informar los reglamentos que lo afecten .
En síntesis, no a la revisión, sí a la reforma del Senado y sí a
un impulso general a la descentralización mediante diversas técnicas normativas
e interpretativas.
Pero los nacionalistas tienen que hacerse a la idea de que no
necesitan, ni es posible, que puedan tener un poder político propio equivalente
al de un Estado independiente, con un gran margen de definición de políticas
diferenciadas. Lo que si deben reclamar y es urgente que lo consigan, es una
participación decisiva en la elaboración, aprobación y ejecución de las normas
generales y las políticas básicas del conjunto de España y de Europa.
Para terminar, el procedimiento diseñado por IU, de un proceso
generalizado de autodeterminación en el conjunto de los pueblos de España me
parece desestabilizador e innecesario. El impulso de federalización puede
realizarse mediante los mecanismos mencionados anteriormente. Y la revisión
constitucional, desde mi punto de vista, solamente sería necesaria en el caso
excepcional de que fuera inevitable porque una mayoría de los vascos votaran a
favor de la independencia después de un referéndum consultivo, cosa que no creo
que se vaya a producir.
Igualmente, me parece una falsa salida la creación de un agujero
constituyente derivado de la interpretación arbitraria e inconstitucional de la
disposición adicional de la Constitución referente a los "derechos
históricos". Constituiría una aberración jurídica que no entiendo que haya
juristas que la defiendan.