¿NECESITAMOS LA PAZ?

Artículo de Luis Bouza-Brey, 11-1-98

Tienen razón los que dicen que solamente con medidas policiales no se puede resolver el problema de Euskadi. Hace falta algo más y mucho más profundo: desarraigar de Euskadi el fascismo, incrustado en los mitos, símbolos y actitudes de un sector del nacionalismo vasco.

Un fascismo que consiste en la creencia de estar defendiendo la liberación nacional de Euskalherria contra unos enemigos exteriores: España o el Estado español, Francia o el Estado francés.

Es este delirio ideológico, que absolutiza una idea como Euskal Herria, identificándola con un territorio que sólo será libre cuando sobre él se levante un Estado independiente, un poder soberano propio, el que está en la base de la irracional religión política que atenaza a Euskadi.

Si el paraiso es la liberación de Euskal Herria de la opresión exterior ejercida por los Estados español y francés y sus pérfidos cómplices interiores, el sujeto es el sedicente y multiforme Movimiento de Liberación Nacional Vasco, encabezado por la vanguardia armada y profética de ETA.

Los objetivos intermedios, entonces, habrán de ser ampliar el sedicente MLNV cada vez más, haciendo que los sectores tibios se sumen a él, eliminar a los invasores y a los traidores, y neutralizar o destruir a los débiles, cegados por los potentes instrumentos de coacción psicológica exteriores. Objetivos que habrán de complementarse con la destrucción de las instituciones y fuerzas represivas ajenas a Euskal Herria, impuestas por los Estados enemigos.

Este simplista esquema ideológico, propio de mentes necias y anacrónicas, ha terminado por arraigar incomprensiblemente entre un sector significativo del pueblo vasco ---y no sólo entre los votantes de Herri Batasuna---, impermeabilizándose frente a la realidad como un nicho sociocultural inmóvil y hermético, manipulado y estimulado por integristas fanáticos o demagogos oportunistas.

Pues bien, fascismo es toda ideología que absolutiza un mito y sus correspondientes antimitos---la raza aria, el Reich y los judíos; España, el Imperio y los masones y demás "tontos útiles" del comunismo; Euskal Herria, el Estado Vasco Independiente y los ocupantes y sus "cipayos"---, define un sujeto político que encarna las virtudes del mito y las potencialidades de su realización y elimina con lógica totalitaria todos aquellos factores que se opongan a su consecución.

El fascismo es una doctrina de aniquilación, de guerra física y psicológica contra los elementos de la realidad que se opongan al gran mito liberador, eliminando mediante la muerte, el terror y la propaganda a todos aquellos que se le opongan ---la mitad del pueblo vasco, los disidentes, los intelectuales críticos, la integración europea y la economía globalizada e interdependiente, el autogobierno, la democracia y las libertades---.

¿Qué futuro le espera a Euskadi si este fascismo llega a adquirir la hegemonía? Arzalluz, en alguno de sus cada vez más infrecuentes momentos de lucidez, habló hace años de "plantar berzas" o transformarse en "balseros", como destino de aquellos que sobrevivieran dentro o fuera de Euskadi a la victoria del sedicente MLNV.

Frente a este peligroso y demencial totalitarismo autodestructivo no se observan en Euskadi posiciones de confrontación ideológica nítidas, salvo en el pequeño grupo de intelectuales que escriben con frecuencia en el "Correo" y recientemente han constuituido el Foro Ermua.

El nacionalismo vasco mayoritario ---PNV y EA--- parece asumir cada vez más como propios los mitos mencionados, prescindiendo de la racionalidad y la contemporaneidad política que exigirían la crisis general del Estado y el proceso de globalización e integración europea. Aunque rechacen la violencia como método, el nacionalismo vasco actualmente hegemónico asume como objetivo propio la independencia o el "soberanismo", como situación deseable para Euskadi. Por ello, los obstáculos a vencer son la democracia española y la autonomía, como engañifas opuestas al gran objetivo liberador final.

Pues bien, lo absurdo y peligroso es que el resto de partidos no plantean abiertamente una confrontación ideológica con estos mitos: nadie formula críticas a la inviabilidad de una Euskadi independiente de dos millones de vascos en una Europa integrada y en una economía mundial globalizada. Nadie plantea la objeción fundamental de lo que pasaría en una Euskadi dividida al cincuenta por ciento entre independentistas e integracionistas después de un referéndum de autodeterminación. No se observa que ningún grupo plantee con nitidez el modelo federal como solución política al problema de integrar unidad y potencialidad con diversidad. En fin, no se observa en Euskadi un debate ideológico profundo sobre los mitos anacrónicos que fundamentan la violencia, faltando por consiguiente una elaboración y arraigo de las posibles alternativas a los mismos.

Frente a estas carencias existen diversas responsabilidades: del PNV y EA por no modernizar su ideología anacrónica, lo que les lleva a experimentar una extraña mezcla incoherente de pragmatismo cotidiano y vacío en los fundamentos ideológicos, y a la vacilación permanente sobre el rumbo a seguir por el país. Este liderazgo incompleto aproxima a Euskadi cada vez más al abismo oscuro de los mitos anacrónicos, dando legitimidad a los fascistas y quitándosela a los demócrastas y a las instituciones aprobadas por el pueblo.

El PSOE no consigue abandonar la sombra del nacionalismo hegemónico y plantear un modelo federal integrador que ilumine al país y constituya una alternativa a las carencias del nacionalismo.

IU se encuentra encerrada también en sus mitos de izquierdismo autodeterminista, lo que le lleva a aproximarse al fascismo del MLNV en los momentos más decisivos.

El PP parece estar acertando en su política antiterrorista de confrontación con el fascismo, pero por otra parte está cediendo terreno constantemente a los mitos desintegradores del PNV y su concepción premoderna, confederal y foralista.

UA parece en muchas ocasiones el partido más coherente en la confrontación ideológica de base, aunque se mueva con contradicciones en el terreno práctico de las alianzas con el resto de los partidos.

En fin, esta situación, derivada en gran parte de las incoherencias, insuficiencias o incluso coincidencias del nacionalismo en los objetivos finales con el MLNV, produce una actuación débil, una respuesta floja por parte de los partidos frente al terrorismo y el fanatismo fascista. El ver después de cada atentado a cada vez más personas desfilando detrás de una pancarta con un lema tan innocuo e implorante como el de "necesitamos la paz" produce un escalofrío de temor, y una sensación de conmiseración frente a las carencias políticas de los partidos democráticos.

Como decía uno de los asistentes del funeral de Zarauz, "no necesitamos la paz, pues aquí no hay ninguna guerra. Lo que necesitamos es que nos dejen en paz". Es decir, hace falta definir con claridad al enemigo, el fascismo del MLNV , HB y ETA, los mitos anacrónicos que impiden a Euskadi salir del agujero de la violencia, y el oportunismo de algunos partidos, que no son capaces de dirigir al pueblo hacia el futuro con una labor pedagógica y de liderazgo claros.

Euskadi no es que necesite la paz como concesión graciosa de una minoría de iluminados: previamente necesita madurar, para modernizarse políticamente y eliminar el fundamentalismo de su cultura política. Sólo así conseguirá acabar con el fascismo.

La pancarta que necesita el País Vasco no es "Necesitamos la Paz", sino "Fascistas, fuera de Euskadi".