A 200 KM/H. Y POR EL CARRIL
CONTRARIO
Artículo de José Antonio Zarzalejos en “El
Confidencial” del 06 de noviembre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
La ‘remontada’ socialista con el nuevo Gobierno ya
está amortizada por una cascada de datos negativos que avalan el agotamiento
del proyecto socialista. Son datos recientes, contundentes e inapelables. El
primero es que, según el Banco de España, en un informe adelantado ayer, el país se ha instalado, técnicamente hablando, en el
estancamiento económico. Pero hay mucho más. El BBVA avisa de que la crisis
está amenazando a corto plazo la solvencia de la Seguridad Social (el mes
pasado perdió 5.331 cotizantes, cifra alta teniendo en cuenta que los
desempleados con subsidio aportan sus respectivas cuotas), lo cual se
corresponde con la información que advierte que en nuestro país sólo
hay 2,03 ocupados afiliados por cada pensión pública: se
trata de la ecuación más baja desde el año 2000 como ayer informaba en El
Confidencial Carlos Sánchez.
Más datos: hemos superado los cuatro millones de
parados registrados en el INEM (68.213 adicionales en octubre) y el Banco
presidido por Francisco González sitúa el porcentaje del desempleo en 2011 nada
menos que en el 20,6 %; el Fondo Monetario Internacional, no sólo no cree que
España sea capaz de reducir el déficit y alcanzar el 3% del Pacto de Estabilidad
y Crecimiento de la UE (pronostica que en 2013 estará en el 5,6%), sino que
también discrepa con el Gobierno en el incremento del PIB para el próximo
ejercicio, que sitúa muy por debajo del optimista 1,3% previsto por Elena
Salgado, dejándolo en el 0,6%. La descalificación de los Presupuestos Generales
del estado por el FMI es prácticamente total. Regresa la desconfianza total.
Mientras tanto, los mercados vuelven a castigar la
deuda española -Rusia ha dejado de comprarla-, cuyo diferencial con la alemana
se ha vuelto a disparar: es de 200 puntos básicos, como antes de la publicación
de los llamados ‘test de estrés’, lo que encarece el crédito internacional y la
financiación de las empresas españolas, panorama que se completa con la caída
de nuestro país al vigésimo puesto en el ranking de desarrollo humano elaborado
por la ONU: perdemos cinco puestos respecto de 2009 (puesto 15º), de 2008 y
2007 (13º) y de 2006 (19º).
Esta situación de profunda depresión socio-económica
ha sido diagnosticada por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) como de “estancamiento” para prácticamente una
década lo que nos llevaría a un comportamiento económico como el padecido por
Japón. Si las reformas se hubieran hecho antes y con mayor agresividad positiva
en sus planteamientos, nuestro país estaría en una posición sustancialmente
mejor. Además, el retraso de la reforma de las pensiones –evidentemente
voluntario por inseguridad política e ineficiencia técnica del Gobierno—
ilustra el grado de precariedad política del Ejecutivo socialista al que los
mercados, los organismos internacionales, los socios más potentes de la UE y
los analistas más reputados, siguen sin conceder la credibilidad suficiente
como para elevar las expectativas y crear un clima de confianza.
No sólo es un problema de comunicación
La conclusión es ya conocida: con Zapatero en la
Presidencia del Gobierno y con unas políticas reformadoras coyunturales,
timoratas y retrasadas, no salimos de la crisis. Y la solución, visto está, no
reside en comunicar mejor o peor, sino en una rectificación tanto en los
criterios de gestión económica como en la dotación a la sociedad de
determinados valores que el socialismo de este PSOE ha diluido por completo. La
“paliza” -como él mismo definió su derrota el martes pasado- de Barack Obama en las elecciones de
mitad de mandato se explica en un dato y en una actitud. El dato es el
desempleo en EE UU, casi el 10%, cifra desconocida allí.
La actitud es la del presidente USA: la arrogancia
intelectual que le presentaba prepotente suponiendo que las políticas sociales
le eximían de una eficaz gestión de la economía. ¿Les suena? El liberalismo
progresista estadounidense ha recibido un varapalo similar a la
socialdemocracia, el socialismo y el progresismo de izquierdas en Europa: todas
las sociedades occidentales han entregado a las fuerzas de derecha y de
centro-derecha el timón para navegar en la tormenta de la recesión y alcanzar
puerto. Así ha sucedido en Gran Bretaña, Alemania, Francia, Holanda, Suecia… y
así sucederá en España porque nuestro socialismo, como otros, carece de un
esquema ideológico y programático creíble y se refugia en emocionalidades o
banalidades o en debates artificiales y oportunistas. España como Estado y como
sociedad circula, a diferencia de su entorno europeo y occidental, como un
conductor ebrio, a 200 kilómetros por hora y por el carril contrario (el
izquierdo en vez del derecho). El siniestro resulta inevitable aunque en los
primeros kilómetros vaya esquivando los vehículos que circulan de frente.
Podría muy bien elucubrarse sin miedo a errar que,
ante las proporciones del desastre, Zapatero se ha retirado del proscenio para
camuflarse entre bambalinas e intentar salir luego al escenario más compuesto
mientras Pérez Rubalcaba le anima el auditorio y distrae a los adversarios. Por
el momento, el presidente -que sí estuvo en la misa de Juan Pablo II en 2003 en
Madrid, que sí acudió al desayuno de oración invitado por Obama
y que también celebró con Erdogan, presidente de
Turquía, el fin del Ramadán- no hará acto de presencia ni hoy ni mañana en los
actos del Papa en Santiago y Barcelona. Algunos opinan que quiere resguardarse
de los abucheos que le lloverían en Galicia y Cataluña y otros, que pretende
refrescar su laicismo luego de que ya nadie crea en sus principios ideológicos.
Podría muy bien elucubrarse sin miedo a errar que,
ante las proporciones del desastre, Zapatero se ha retirado del proscenio para
camuflarse entre bambalinas
El vicepresidente primero, además, intenta que el
presidente esté callado: sus comentarios sobre las declaraciones de miembros de
Batasuna que “no caerán en balde” resultaron una clamorosa metedura de pata que
ha generado un oleaje innecesario. Rubalcaba -y otros- ya se lo han dicho a
Zapatero: ir de pacificador con ETA o de legalizador
con Batasuna, no sólo no suma votos, sino que los espanta. Y para convencerle
-si eso fuese preciso- ahí está el pulsómetro de la cadena SER del pasado jueves según el cual
tres de cada cuatro españoles no ofrece a los movimientos de la banda y de su
entorno la más mínima credibilidad.
Esta opinión de incredulidad, es, además, homogénea:
opinan en el mismo sentido la mayoría de los vascos, coincidencia que se da por
primera vez con el resto de los españoles. Los que suponían que el Gobierno disponía
de la “baza” electoral de neutralizar definitivamente a ETA, además de
confundirse, se están ganando la reprobación pública como ese hombre que
-quizás por obsesión, quizá por frustración- insiste en el diálogo: Jesús Eguiguren, presidente del PSE, al que Blanco ha recomendado
“silencio”.
La tontería de los apellidos en medio de la crisis
No hay baza económica, no hay baza terrorista, no hay
baza carismática porque Zapatero ha perdido su capacidad de sugestión. Allí
donde pone la mano, crea un problema. Incluso en su mismo partido: véase en qué
grado de lucha fratricida se ha enfangado el socialismo madrileño después de la
apuesta presidencial contra el triunfador Gómez y a favor de la perdedora
Jiménez.
Sacarse de la chistera una reforma del Registro Civil
para que se puedan alterar a voluntad los apellidos de los hijos y resolver el
conflicto mediante el arbitrario criterio del orden alfabético, es algo peor
que una forma de agitación y propaganda: es una entera estupidez en el contexto
crítico actual. En España ya se puede cambiar el orden de los apellidos por
causas determinadas y con intervención del juez. Y en todo caso: igualdad, sí
pero con un criterio dirimente justo que quede siempre en manos de un juez
cuando no haya acuerdo y el asunto se convierta en un contencioso familiar.
Pero insisto, la cuestión del orden de los apellidos
es un debate de patética diversión que intenta distraer sobre el tema crucial:
España se estrella con una crisis que parece ha echado el ancla para
acompañarnos durante años, unos mercados, organismos internacionales y socios
que siguen sin otorgar credibilidad al Gobierno, una izquierda española de
museo cuando los países occidentales se confían a las terapias
liberal-conservadoras, un presiente que no cumple con su responsabilidad
internacional por miedo o por prejuicio y un debate sobre apellidos de la
factoría menos imaginativa de la agitación y propaganda del PSOE.
El resultado: con la velocidad de hondura de la crisis
y con las recetas equivocadas de gestores no cualificados, no será
distinto al que le espera al conductor ebrio, a 200 kilómetro por hora y
circulando por el carril contrario. ¿Un suicidio? Efectivamente: un democrático
suicidio. No menos letal por democrático y legítimo -que no derechamente patriótico-
inducido por un Gobierno que ya debió adelantar la cita con las urnas pero que
ha optado por aferrarse agónicamente al poder. Ya se sabe que el suicida de
autovía no sólo pierde su vida sino también la de los demás. En esas,
metafóricamente hablando, estamos.