EL DESAFÍO: CONTRA
UN HORIZONTE GRIEGO PARA ESPAÑA
Artículo de José Antonio Zarzalejos en "El
Confidencial" del 3-3-12
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Era el momento de descararse. España, con un déficit del
8,51% y un desempleo de más del 23% según la EPA -que será de más del 24% en el
mes de diciembre- y 4.7000 parados según el INEM (en febrero se incrementaron
en 112.000) no podía cuadrar unos presupuestos para 2012 con un ajuste de
40.000 millones de euros para lograr un 4,4% de déficit. El Gobierno, haciendo
lo que debe, establece un objetivo también duro pero más realista: el 5,8%,
para una economía que decrecerá el 1,7%. Rajoy desafía a la Comisión Europea,
pero cumple con su obligación. La herencia que recibió no fue a beneficio de
inventario. Y ya no tiene más sentido que el meramente dialéctico volver la
vista sobre las tropelías que cometieron José Luis Rodríguez Zapatero y los
gobiernos del PSOE. Asumieron unos compromisos en la UE que deben ser
sometidos ahora a la cláusula rebus sic stantibus, es decir, sólo eran cumplibles si se daban
unas condiciones que ya no se dan. Las que concurren son peores y es preciso
ajustar nuestros presupuestos al realismo y la sensatez. Esto es: debemos
reducir el déficit de manera progresiva pero sin desangrar la economía española
ni convertir a nuestras clases medias en clases precarias por efecto de una
fiscalidad de hechuras escandinavas, ni a las obreras en parias por falta de
trabajo.
Los presupuestos generales del Estado no los aprueba el
comisario Olli Rehn, ni la
Comisión de la UE, sino el Parlamento español a propuesta del Gobierno.
Corresponde al Ejecutivo -guste o no a Rehn y demás-
plantear como ha hecho el objetivo del déficit sin quebrar el espinazo al país.
España no está intervenida y no tenemos la culpa de que la Unión Europea esté
dominada -¿recuerdan que Enzesberger denominó a
Bruselas “gentil monstruo”?- por intereses cada vez menores pero que exigen un
vasallaje también cada vez más disciplinado y silente. Nos pueden amenazar -ya
lo han hecho- con las siete plagas egipcias -los mercados- pero hay que
aguantar el tirón para no convertirnos en Grecia.
Militar en el europeísmo no consiste en aceptar de
hinojos la concepción germánica del ajuste y de la inflación que atornilla Angela Merkel a un año de las
elecciones en las que corre el peligro de perder la cancillería. Tampoco es
dogma de fe el europeísmo de Sarkozy, que en abril se ha de ver las caras en
las urnas con François Hollande, un rival que bien
podría desalojarle de la presidencia de la República. La ineficacia de la UE en
Grecia -en donde ha impuesto a un primer ministro tan inútil o tal útil como Papandreu-, es sólo comparable a su torpeza dejando escapar
al Reino Unido de la Gran Bretaña y República Checa de un acuerdo
intergubernamental de estabilidad y sostenibilidad presupuestarias que Irlanda,
ya ha adelantado, someterá a referéndum.
Al directorio franco-alemán se le está yendo de las manos
la gobernanza de la Unión porque está confundiendo sus intereses -electorales,
inmediatos- con los del conjunto. La carta de doce países reclamando políticas
de estímulo, más allá de los recursos disponibles para implementarlas,
consistía en un llamamiento político para corregir la rigidez del diagnóstico
alemán secundado por ese instrumento de Berlín que es el BCE. La burocracia de
obediencia teutona y gala se resiste, sin embargo. Pero el ejemplo de Grecia
con su epifenómeno de helenización -increencia en la UE, desafecto a Europa,
protestas callejeras, desorden social y sentimiento transversal de
frustración-es demasiado elocuente como para que España se raje la barriga como
hizo Madama Butterfly, desesperada por creer perdido
a su amado Pinkerton.
El hecho de que la izquierda pretenda lanzarse a la calle
-y lo está haciendo- y los sindicatos acaricien la convocatoria de una
(¿exitosa?) huelga general, podrá juzgarse severamente, pero habrá que admitir
que existe un fondo de tozudez irritante en la UE que abona sus pretensiones de
agit-prop en detrimento de un Gobierno que ha
congelado el gasto, ha subido los impuestos y ha puesto en marcha tres reformas
estructurales de profundo calado; todo ello en dos meses de gestión. Mayor
celeridad, imposible. Mayor profundidad en las medidas, difícil. Mayor voluntad
de austeridad y de compromiso, improbable. Si los Olli
Rehn de la vida bruselense no quieren verlo, habrá
que aplicar el principio de la soberanía nacional, no tanto como expresión de
disidencia, como de autodefensa. Así lo ha hecho Rajoy, como el Reino Unido,
como República Checa y como Irlanda.
Más allá de Unión Europea
El Colegio Libre de Eméritos acaba de hacer público el
cuarto capítulo del Cuaderno de España 2025, a cargo del sociólogo y académico
de morales y políticas, Emilio Lamo de Espinosa. Recomendable lectura porque
sobre la afirmación de que “dependemos del exterior, pero el exterior no
depende en absoluto de nosotros”, el catedrático ve “una España confusa, una
Europa desorientada y un mundo que nos deja de lado”. Lamo de Espinosa, que es
uno de los pocos intelectuales dignos de tal denominación que tenemos en
España, sostiene que “nos engañamos cuando pensamos que somos una
potencia media” y aconseja que nuestro país “debe apoyar todo lo posible la
articulación de una sólida diplomacia y política exterior de la UE”. Pero
-advierte- de que “no podemos confiar en el servicio europeo de Acción
Exterior. Deberemos buscarnos la vida más allá del marco de la UE. Ante el
nuevo mundo post occidental y asiático que se abre, y ante el fracaso del
proyecto europeo de política exterior, regresamos al punto cero”.
No se trata de volver al desviacionismo africanista del
unamuniano “que inventen ellos”, ni a la pereza decimonónica, sino de, como
sugiere Lamo de Espinosa, desarrollar “una potente diplomacia bilateral” con
Alemania, Francia y Gran Bretaña, pero también “una estrecha relación con los
Estados Unidos”, con algunas naciones de América Latina como Brasil y México y
reforzar “las agendas bilaterales con los dos grandes países del Magreb, con
Argelia y Marruecos”. La propuesta de este catedrático es que no nos encerremos
en tablas, que trabemos relaciones bilaterales -las multilaterales en la UE nos
funden- y que diversifiquemos. Para ello disponemos, dice, del prestigio
internacional de la Corona, de una clase empresarial emprendedora que ha
logrado una sugestiva internacionalización y de un instrumento cultural
decisivo: nuestra lengua.
En la Unión Europea algunos analistas saben -y lo
constata Lamo de Espinosa- que España carece de una sociedad civil fuerte
(“caldo de cultivo de todo tipo de corrupciones”), el Congreso está
“esclerotizado” y el Senado es “inútil y necesitado de una reforma profunda”;
por lo tanto, nos ven frágiles. Mucho más que a los italianos, que con Monti no
están logrando maravillas pero que es “uno de los suyos”. O sea que la
helenización de España -revuelta social, resignación y pesimismo- es una
variable que se maneja en algunos despachos.
Se produciría si aceptamos, asumimos, nos aquietamos a la
exigencia irracional de sajar los Presupuestos hasta tocar el nervio del
sistema que son la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales. Necesitamos
exactamente lo que -al parecer- el presidente del Gobierno sabe hacer:
administrar los tiempos. El 4,4% de déficit para el 31 de diciembre de 2012
estaba fuera de cualquier registro y nos llevaba a la ateniense plaza de
Sintagma. Que es, justamente, a donde no queremos ir. Y si no queremos, no
vayamos. Aunque
la negativa constituya un desafío.