LA ENCRUCIJADA DEL SOCIALISMO VASCO
Editorial de “ABC” del 16/11/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
LA situación
política del País Vasco ha producido el efecto engañoso de creer que los últimos
movimientos nacionalistas implican un avance positivo para la normalización de
la sociedad vasca. Realmente, la evolución de los acontecimientos está
confirmando todo lo contrario: una reafirmación del PNV y de la izquierda
abertzale en sus planteamientos maximalistas, si bien Batasuna optó desde el
pasado domingo por una actualización del Pacto de Estella al gusto del
nacionalismo gobernante. Si desde posiciones no nacionalistas se tiene claro que
estas tácticas responden a necesidades internas de las diversas familias
nacionalistas y que no son una rectificación sustancial ni aparente de su
apuesta por la ruptura del Estatuto, las consecuencias negativas para la
convivencia en la sociedad vasca quedarán neutralizadas. Sin embargo, la actitud
vacilante del socialismo vasco está introduciendo, de forma injustificada,
elementos de confusión en una respuesta al nacionalismo que debería ser mucho
más convincente, sólida e inequívoca que la que algunos de sus portavoces están
dando. En ciertos casos, no sólo no hay una respuesta negativa, sino la
postulación directa de la derogación del Pacto Antiterrorista y la
rehabilitación legal de Batasuna. El hecho mismo de que se celebrara el acto de
Batasuna en San Sebastián constituye, como afirmaba ayer el secretario general
del PP, Ángel Acebes, una «legalización de hecho» de una formación política que
fue declarada ilegal y disuelta por el Tribunal Supremo, con ratificación
posterior del Tribunal Constitucional, por estar integrada en la estructura de
ETA. Es la misma razón por la que actualmente todo el entramado batasuno está
suspendido cautelarmente por orden del juez Garzón en un sumario instruido por
delito de integración en banda armada. Ésta es la Batasuna a la que algunos
sectores del socialismo vasco quieren dar otra vez voto y espacio político, como
si el objetivo de la lucha antiterrorista no fuera erradicar ETA, sino sólo
debilitarla. El PSOE, empezando por su secretario general y presidente del
Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, debe ser consciente de que sus
declaraciones contra Batasuna chocan con las actitudes políticas y la estrategia
que están manteniendo algunos de sus miembros en el País Vasco. Tiene que poner
orden.
El cambio de perspectiva con el que ciertos sectores del socialismo vasco
abordan el futuro de Batasuna tampoco es ajeno a la evidente disposición de la
dirección del PSE para pactar con el PNV una vía intermedia entre el Estatuto y
el plan Ibarretxe, lo que en sí mismo constituye un éxito del nacionalismo,
porque ya ha conseguido que los socialistas establezcan como prioridad su
desmarque del PP y que asuman una versión suave de la crítica nacionalista al
Estatuto y al Pacto Antiterrorista, dos proyectos históricos que reflejan el
mejor esfuerzo socialista para la democracia en el País Vasco. El PNV, con
Arzalluz antes y con Imaz, ahora, sabe lo que quiere conseguir y no quiere al
PSE de socio, pero acepta de buen grado que los socialistas hagan imposible la
alternativa constitucional con el PP y se conformen con volver a ser el comodín
de la política nacionalista. Es Rodríguez Zapatero quien debe definirse en esta
situación -y con él su partido-, aunque le resulte difícil después de haberle
dado a Patxi López el mismo apoyo que en su día a Nicolás Redondo, porque ni
siquiera en política es posible defender una cosa y su contraria sin perder el
crédito. El socialismo vasco está empezando a hacer una lectura errónea de su
posición en el País Vasco: vuelve a equivocarse de adversario al elegir el
distanciamiento del PP y emprender un acercamiento imposible a un nacionalismo
que confía su hegemonía en la unificación del voto abertzale antes que en el
entendimiento con una formación no nacionalista.