EL ATAJO
Artículo de César ALONSO DE LOS RÍOS en “ABC” del 14/04/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
EL
presidente del Gobierno ha dicho que no hay pruebas de que el Partido Comunista
de las Tierras Vascas sea una creación de ETA y que su ilegalización sería un
«atajo» en la aplicación del Estado de Derecho. Acusa al PP de presionarle para
que cometa lo que sería una barbaridad jurídica.
No voy a entrar en el debate mismo. Ya ha aportado la Guardia Civil datos más
que suficientes y el propio Otegi ha dejado claro que esta organización tiene la
confianza de ETA como su aparato representativo. Lo que me interesa de las
declaraciones de José Luis Rodríguez Zapatero es su capacidad para atribuirle al
contrario, al PP, sus propios vicios. El término «atajo» es un término que
debería producirle sonrojo, al menos, al sucesor de Felipe González.
En efecto, «atajo» fue la expresión con la que José María Aznar denunció las
prácticas antiterroristas del Gobierno de Felipe González. «Atajo» fue la
conversión del Estado en aparato del terror entre los años 1983 y 1987, la
creación del GAL... El «atajo» suponía enterrar en cal viva a un inocente como
Marey, entrar a tiro limpio en los bares de San Juan de Luz, rebajar el Estado a
la condición de banda... El «atajo» como método para destruir a ETA no sólo fue
un inmenso error porque fue absolutamente ineficaz, sino porque sirvió para dar
argumentos a quienes no podían tenerlos dada su calaña inhumana, inmoral,
criminal. Sirvió para rearmar dialécticamente al mundo que ampara a ETA. Para
deslegitimar al Estado democrático. Los «atajos» tuvieron un altísimo coste y
ninguna ventaja. Envenenaron las instituciones. Permitieron la más sórdida
mezcla del dinero y la sangre. ¿Es que la palabra atajo no le trae todos estos
recuerdos a ZP? ¿A quién quiere engañar?
PERO el empleo de este término no sólo resulta audaz por cuanto nos trae a la
memoria el periodo más negro de la democracia española, sino porque, además, en
el caso que nos ocupa, en la ilegalización del Partido Comunista de las Tierras
Vascas la práctica del Gobierno no tiene que ver con ningún tipo de «atajo»,
sino, por el contrario, con una forma de escapar a la ley, un modo de
desobedecerla. Resistirse a la ilegalización de este travestí etarra supone una
burla a la ley, concretamente, a la Ley de Partidos.
ES más que inquietante que el partido en el poder se haya propuesto la
legalización de ETA por esta vía indirecta. Y ¿qué supone este asalto al sistema
democrático? Por un lado, es la negación abierta del Pacto por las Libertades,
el llamado Pacto Antiterrorista. Es la confirmación de la muerte de este acuerdo
entre los dos grandes partidos que lo firmaron. Es más que una deslealtad. Si
podíamos considerarlo inoperante desde que el PSOE comenzó a llevar relaciones
habituales con el PNV (esto es, con un partido que pacta con ETA), ahora podemos
darlo por muerto.
Estamos ya en otra fase. El Partido Socialista, quiero decir, está ya en esa
fase en la que ya podemos vislumbrar (si tenemos valor para ello) los
movimientos de entendimiento que hay entre el Partido Socialista y ETA.
¿Escandaloso? Únicamente esa terrible realidad explica el comportamiento
permisivo del Gobierno, y no precisamente los pequeños beneficios electorales
que pudieran derivarse de ello. El Gobierno permite la presentación de estas
listas recomendadas por Otegi como un adelanto del reconocimiento definitivo del
mundo abertzale más radical. Es el camino hacia la «paz». Es el más fantástico
atajo que pudo permitirse alguna vez un partido que decidió dejar de llevar el
luto por los suyos.