FRUSTRACIÓN, ESPERANZA Y BOMBA
Artículo de JOSEBA ARREGI en “El Correo” del 19/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Frustación, esperanza y bomba. Son tres palabras
que resumen a la pefección la realidad política y social vasca de estos últimos
25 años. La frustración causada por la pervivencia de la pesadilla de ETA, por
la pervivencia de la violencia terrorista. Esperanza de que algún día podremos
vivir libres de esa pesadilla, libres del temor causado por ETA, libres de su
amenaza, libres de que ETA condicione la política vasca y la vida diaria de
muchos vascos. Más frustración, porque las escasas oportunidades que ha habido
para respirar esperanza han sido frustradas por los violentos. Porque en los
momentos de mayor euforia siempre ha aparecido la fatídica bomba, el demoledor
coche-bomba, el maldito tiro en la nuca.
El escenario no falla: el patio político vasco anda revuelto. Hay propuestas por
doquier. Todo el mundo tiene la sensación de que se está preparando algo, no se
sabe si bueno o malo. Se escuchan manifestaciones de Batasuna, avales de ETA con
marchamo de novedad, por lo menos en boca de sus autores. Se empieza a especular
sobre posibles treguas. Muchos empiezan a soñar con la paz. Y estalla una bomba.
Esta vez, de nuevo, en Getxo. Un herido leve, un miembro de la Ertzaintza.
Ciudadanos atemorizados.
Y el escenario seguirá: la bomba no pone en entredicho la voluntad manifestada
en las últimas comparecencias de Batasuna y en las últimas expresiones de ETA.
El atentado se circunscribe a mantener viva la amenaza del impuesto
revolucionario. Como si esa rama del terror fuera menos terror. Como si quienes
están sometidos a ese terror tuvieran que convivir con él hasta el fin de los
tiempos, hasta el fin material, formal y publicitado de la violencia.
Siguiendo con el escenario: nada ha cambiado. La bomba es prueba de que en ETA
sigue existiendo la única lógica de la que son capaces: amenazar, matar,
violentar, coartar la libertad de ciudadanos vascos hasta conseguir la meta
política de una Euskadi hecha a su medida, a la medida de su radical visión
nacionalista. Y porque ETA no ha cambiado, no va a cambiar y no puede cambiar,
no hay que prestar atención alguna a ninguna de las manifestaciones de sus
portavoces. Sólo tratan de engañar: para tapar su debilidad, para reconquistar
protagonismo frente al nacionalismo tradicional, para marear y despistar a
quienes pueden hacerles daño desde los poderes del Estado de Derecho.
Pero en otra parte del mismo escenario, en las manifestaciones de ETA y de sus
portavoces se están produciendo cambios y novedades importantes. Parece que
renuncian al independentismo. Hablan, en contraposición directa al plan
Ibarretxe, de que la negociación que se precisa es la que se debe llevar a cabo
en Euskadi, en la sociedad vasca, entre los distintos partidos políticos vascos.
Algo se mueve y sería irresponsable no prestar atención a las posibilidades de
acabar con la violencia que se pueden estar abriendo.
Y en el clímax del desarrollo teatral aparece la voz del portavoz de Batasuna
pidiendo calma, amonestando a la responsabilidad, poniendo sordina a la
esperanza sin querer ahogarla del todo ni ser causa directa de una nueva
frustración. En plan de hombre de Estado. Tratando de marcar diferencias claras
con un Ibarretxe obligado a imaginarse cada hora una nueva táctica para salvar
lo insalvable. Eso sí: horas antes de que estalle el coche bomba en Getxo.
Muchos ciudadanos quieren esperar, quieren creer en la esperanza. No pocos
ciudadanos tienen miedo a sufrir una nueva frustración. Bastantes ciudadanos
están preocupados porque exista un desistimiento por parte del Estado, una
bajada de la guardia, un intento de encontrar una solución a cambio de renunciar
a algunos principios básicos de libertad, democracia, de derechos de ciudadanía.
A costa de la memoria de los asesinados. Y algunos ya no quieren creer en nada:
sólo en una derrota en toda regla de ETA, una derrota proclamada formalmente por
los terroristas, o constatada sin lugar a dudas por el Estado.
¿Pero, y si realmente hubiera algo novedoso en las manifestaciones y movimientos
de las últimas semanas? Una novedad causada sin lugar a dudas por la actuación
decidida de los poderes del Estado de Derecho. Una novedad en cuya base está la
constatación por parte de los terroristas de que no tienen otra salida que ser
activos y participar en la organización de su propia desaparición como
organización terrorista. Y la novedad podría consistir en que los mismos
terroristas están tratando de probar sus propios límites, de saber hasta dónde
pueden llegar, al tiempo que tientan los límites del Estado de Derecho.
Podría tratarse, por supuesto, de un falso embarazo. Pero podría ser -repito,
gracias a la decidida actuación de los poderes del Estado- que se esté
preparando algún alumbramiento. Si tal fuera el caso, lo que los ciudadanos
pueden y deben pedir es que los políticos y los poderes del Estado actúen con
responsabilidad. La responsabilidad implica que alejen de sus filas a los que no
saben cuáles son los principios indefectibles del Estado y creen que con todo se
puede jugar. La responsabilidad exige que los políticos del Estado tengan los
ojos bien puestos en los límites que impone el Estado, para saber qué es lo que
cabe dentro de esos límites y qué no puede ser negociado de ninguna manera. La
responsabilidad exige que esos mismos políticos del Estado sean capaces de
transmitir confianza a los ciudadanos que por una razón u otra tienden a la
desconfianza. Y la responsabilidad exige no olvidarse de los asesinados.
Pero la responsabilidad exige, y quizá sobre todo, que teniendo en cuenta todo
lo anterior y desde la firmeza del Estado de Derecho, no desaprovechen la
oportunidad de ayudar al alumbramiento, en caso de que se esté fraguando.
Y quizá si de verdad existe algo nuevo en la situación presente y se llega al
alumbramiento del fin de ETA, entonces llegará el momento de otra novedad:
aquélla en la que todos se tendrán que recolocar en un escenario político en el
que ETA y sus tremendos condicionamientos habrán dejado de funcionar y de
distorsionar toda la realidad política vasca. Y quizá nos encontraremos entonces
ante una situación sorprendente y realmente nueva.