PRESCINDIBLES

 

 Artículo de Joseba Arregi en “El Correo” del 01.05.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

ETA pensó durante mucho tiempo, parece que ya no -veremos-, que para construir la Euskadi con la que soñaban había personas prescindibles, personas cuya vida no era un bien en sí mismo, no era un derecho básico. Se trataba, en el caso de todos los que fueron objeto de atentado por parte de ETA, de personas prescindibles, de vidas disponibles, de derechos insuficientes para ser tenidos en cuenta.

El paralelismo puede molestar, pero ahora hay quien afirma que, a pesar de que sería bueno que determinado partido político, el PP, estuviera también en la mesa de partidos vascos para la normalización, pueden ser prescindibles. En cualquier caso, aunque estén presentes, si no están de acuerdo con lo que diga la mayoría, no deben tener derecho de veto, con lo que su presencia, además de prescindible, es irrelevante si no es para dar el visto bueno, si no es para estar de acuerdo con lo que digan los nacionalistas. Su opinión divergente no tiene por qué ser tenida en cuenta a la hora de definir política, jurídica e institucionalmente a la sociedad vasca.

Formuladas así las cosas resultan muy graves y serán muchos, si no todos los vascos, los que se sientan incómodos. Y, sin embargo, es la realidad del problema que arrastramos desde hace demasiado tiempo puesta de forma descarnada. La normalización de Euskadi, la solución del problema vasco al parecer pasa por la formación de una mesa resolutiva de partidos políticos, y pasa por que lo que se acuerde en esa mesa sea respetado, es decir, no pueda ser cambiado, por el Congreso de los Diputados español. Es la postura de los nacionalistas. Por supuesto es la postura de ETA-Batasuna. Es la postura de Ibarretxe.

Lo socialistas vascos parecen dispuestos a asumir la formación de la mesa de partidos políticos, pero señalan que los acuerdos en su seno no deben ser simplemente por mayoría, sino que deben ser transversales, es decir, no pueden reflejar sólo la voluntad de los nacionalistas. Si el acuerdo es transversal, opinan que el Congreso debería respetarlo. En cualquier caso el acuerdo debería ubicarse dentro del marco de la legalidad existente, que es la garantía de que el Congreso lo pueda respetar. En otro caso, pasaría lo que con la propuesta de nuevo Estatuto catalán.

El Partido Popular opina que la mesa de partidos políticos es una concesión a Batasuna-ETA. Y lo es, por mucho que los socialistas vascos digan que ya estaba prevista en el Pacto de Ajuria Enea. Si ahora se habla de mesa de partidos políticos no es por lo que diga dicho pacto, sino porque se trata de la propuesta de Batasuna en Anoeta, asumida posteriormente por ETA. Tienen razón también los populares cuando afirman que en un sistema democrático no tiene demasiado sentido ubicar tales instrumentos de diálogo fuera de la institución parlamentaria, máxime si para que pueda constituirse se exige o la condena de la violencia por parte de Batasuna o alternativamente la desaparición de ETA.

No tienen razón los populares cuando dicen que nunca van a participar en esa mesa, porque en política no siempre hace uno sólo lo que considera conveniente. No pocas veces es preciso tomar parte en planteamientos que, sin ser del gusto de uno, tampoco son condenables radicalmente.

Pero lo que de verdad está en juego no es la propia mesa, quién participa y dónde se ubica. Lo que está en juego es si para algunos políticos determinados ciudadanos vascos son prescindibles en el momento de decidir la definición política, jurídica e institucional de la sociedad vasca. La mesa posee la virtualidad de incluir en el juego político democrático -aunque tenga algunas pegas la ubicación de la mesa fuera del Parlamento vasco- a Batasuna una vez comprobada fehacientemente la ausencia de la violencia de ETA. Parece que ningún partido nacionalista pone en duda la necesidad de la presencia de Batasuna, de lo que en términos políticos, sociales y electorales representa Batasuna, aunque tenga que ser con otro nombre. Parece que tampoco los socialistas vascos ponen en duda la necesidad de la presencia de Batasuna en esa mesa.

Llama, sin embargo, poderosamente la atención que sí se planteen dudas respecto a la necesidad de la presencia del PP, de lo que representa el PP en términos políticos, sociales y electorales. Ibarretxe lo ha dicho meridianamente: sería conveniente su presencia, sería buena esa presencia, pero no es imprescindible. Los socialistas vascos han afirmado que nadie está de sobra, aunque les convendría aclarar que una cosa es no estar de sobra y otra muy distinta ser necesarios e imprescindibles. El portavoz de los nacionalistas vascos en el Congreso, Josu Erkoreka, ha afirmado que la presencia de los populares es necesaria.

El hecho de que se plantee la pregunta misma es muy significativo: en el panorama político de la Euskadi actual es posible, sin que nadie se escandalice, pensar en la posibilidad de que se decida el futuro sin la participación de lo que representa el PP, aunque su postura merezca muchas críticas, mientras que no es posible plantearse la posibilidad de que se pueda decidir ese futuro sin la presencia y la participación de lo que representa Batasuna, aunque sea bajo otro nombre, pero sin haber condenado nunca la violencia de ETA. Bien mirado, es tremendo.

Porque incluso los que defienden la necesidad de la presencia del PP en esa mesa resolutiva -Josu Erkoreka en nombre del PNV- añaden que la clave para que la mesa sea realmente resolutiva radica en que el acuerdo al que se llegue incluya el respeto a la capacidad de decisión de los vascos. Con lo cual el PP, que se opone abiertamente al reconocimiento de esa capacidad porque les deja fuera de ser vascos al no querer decidir solos -ellos y con ellos muchos otros vascos-, vuelve a ser perfectamente prescindible.

Contemplando este horizonte se ve con claridad que no era correcta la posición de afirmar que el único problema radicaba en el uso de la violencia, y que las razones y justificaciones de la violencia no tenían nada que ver. Contemplando con qué facilidad se asume que puede haber ciudadanos vascos perfectamente prescindibles a la hora de definir la sociedad de la que son parte, se entiende que aunque desaparezca la violencia -y que el incendio provocado de la ferretería de un concejal de UPN en Barañain y el atentado de Getxo no sean la punta de algún iceberg- ésta se legitimaba en que ETA consideraba prescindibles a todos los que no opinaban como ellos respecto a lo que es y debe ser la sociedad vasca entendida como nación. Y se ve con claridad que aunque desaparezca la violencia el problema de los ciudadanos vascos prescindibles sigue existiendo mientras haya un nacionalismo que prefiere la nación que divide a la sociedad vasca a una sociedad inclusiva, no excluyente, capaz de incluir a ciudadanos que se sienten pertenecientes también a otros ámbitos sentimentales, y sobre todo a otros ámbitos de ciudadanía, estatales.

ETA quería la Euskadi imprescindible amenazando, extorsionando, matando a todos los que consideraba prescindibles. ETA puede desaparecer. Pero la idea de que siguen existiendo ciudadanos vascos perfectamente prescindibles a la hora de definir la sociedad vasca sigue existiendo y aparece por cualquier esquina, hasta por boca de quien, en teoría, representa a todos los ciudadanos vascos.

Quizá haya llegado la hora de decir con toda tranquilidad que somos uno, varios, bastantes los que nos declaramos prescindibles para esa Euskadi imprescindible de algunos. Sí, somos prescindibles para la nación nacionalista en la que algunos quieren convertir a Euskadi. Pero somos ciudadanos imprescindibles para una sociedad vasca democrática, ciudadanos con derechos y con libertades personales. Y, sin respeto efectivo a esos derechos de ciudadanía, Euskadi será siempre una sociedad amputada, una nación dividida, algo con capacidad de decidir sólo impidiéndoselo a buena parte de sus propios miembros.