AGUR, IBARRECHE
Artículo de Jaime Campmany en “ABC” del 21/04/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Ahora, que ya habemus papam, vamos a ver si
habemus lendakari. No parece acontecimiento de fácil previsión ni se puede
aventurar un nombre seguro. «Oscuro e incierto se presenta el reinado de
Witiza», y Witiza, aquí y ahora, se llama Juan José Ibarreche.
El lendakari del famoso plan que lleva su nombre es el gran derrotado en las
elecciones autonómicas. Cuando escuché en televisión su discurso histérico, casi
frenético, durante la noche del recuento de votos, comprendí que aquel sujeto
era consciente de que las urnas lo habían machacado.
Las urnas, ya se sabe, juegan estas malas
pasadas. A veces, los escrutinios son como un paredón político donde quedan
fusilados algunos prestigios democráticos, allí tendidos y desangrados. Será
problemático que, tras perder cuatro escaños y ciento cuarenta mil votos,
Ibarreche se mantenga en la presidencia del Gobierno del País Vasco.
No es suceso para que yo lo lamente. Ibarreche no se considera español y no
quiere serlo, y cuando ya no tenga relación alguna con España, como extranjero
no me producirá la menor curiosidad.
El personaje queda retratado con tanta fidelidad
como inmisericordia en estos trazos que José Antonio Zarzalejos inscribe en su
imprescindible libro Contra la secesión vasca: «En realidad, Ibarreche es el
resultado, en cuanto biotipo político, del nuevo PNV que ha abandonado las
referencias históricas -especialmente las de los años cincuenta y sesenta-, que
ha sido conducido durante los últimos veinte años por un Xavier Arzalluz
tremendista unas veces, pactista otras, pero que, sobre todo, ha convivido con
inmoral naturalidad con el terrorismo de ETA».
El plan Ibarreche ha naufragado en un remolino de votos. El soberanismo
secesionista de Ibarreche no ha recibido las bendiciones del nacionalismo que el
lendakari esperaba en forma de referéndum disfrazado.
Eso se llama fracaso, y es el fracaso, no ya de una jugada más de la partida, sino de un órdago que él quiso lanzar con solemnidad de reto definitivo.
Trajo a Madrid el «parto histórico» y lo dejó en
el Congreso de los Diputados como la expresión sagrada de la «voluntad soberana»
del pueblo vasco. Y la voluntad del pueblo vasco le ha pinchado el globo en las
electorales narices.
Ahora se ve que de las urnas ha salido un rompecabezas de difícil ajuste. Tres
opciones se le presentan al fracasado lendakari: gobernar aliado con los
socialistas, abrazarse a los representantes políticos de la banda etarra: el
Partido Comunista de las Tierras Vascas, o intentar gobernar desde la minoría.
Los socialistas no le quieren de lendakari. La
alianza con los criados del terrorismo supondría la muerte política del PNV como
nacionalismo pacífico. Y gobernar en minoría es pretensión imposible para
Ibarreche porque tendría que contar unas veces con los socialistas, que no están
por la labor, y otras veces con los proetarras arrostrando las indeseables
consecuencias de su ayuda.
Para el PNV y para el País Vasco, el plan Ibarreche y el lendakari que lo parió
se han convertido en un problema que seguramente requiere la intervención
quirúrgica de su partido. Agur, Ibarreche.