REGRESO AL FUTURO
Artículo de ROSA DIEZ, Diputada en el Parlamento Europeo, en “ABC” del 05-07-05.
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Empeñados como estamos siempre los
vascos en ser únicos, hemos inventado la versión política de la película
«Regreso al futuro». En la versión vasca, la ficción se convierte en realidad y
los personajes atrapados en el pasado no sólo se niegan a regresar a su tiempo,
sino que quieren llevarse con ellos al resto de sus conciudadanos. Ya habrán
supuesto ustedes que me estoy refiriendo a la formación del nuevo Gobierno
vasco, aunque para ser más precisa debiera decir a la formación, de nuevo, del
viejo Gobierno vasco, del primero que presidió Ibarretxe. Era «el Gobierno de la
tregua», constituido tras las elecciones del otoño de 1998. Eran los tiempos en
los que el Pacto de Estella, la mayor traición del PNV a la democracia cometida
en la segunda mitad del pasado siglo -durante la primera parte ya tuvieron
bastante con la traición a la República en el Pacto de Santoña-, estaba recién
estrenado. Eran tiempos en los que Ibarretxe pasaba aún por ser un pragmático
bienintencionado. Eran los tiempos en los que el presunto pragmático Ibarretxe y
el presunto demócrata Atutxa hicieron presidente de la Comisión de Derechos
Humanos al terrorista Ternera. Eran los tiempos en que el presunto moderado
Urkullu dijo aquello de que era una buena idea que asumiera esa responsabilidad
alguien que «tuvo en el pasado una relación en negativo con los Derechos
Humanos».
Pronto descubrimos que la tregua había sido sólo una trampa. Pero la respuesta
política y ciudadana a la traición del nacionalismo gobernante y a la
persecución a la que ETA nos sometía fue ejemplar. En aquellos tiempos se
pusieron en marcha las iniciativas más exitosas en la lucha contra el terrorismo
y contra el nacionalismo obligatorio. Contra ETA se firmó el Pacto por las
Libertades y contra el Terrorismo. De ese pacto se derivaron no sólo las
acciones de mayor eficacia judicial, policial y de cooperación internacional;
también propugnó una cultura de entendimiento entre quienes, desde posiciones
ideológicas dispares, nos sabíamos iguales en nuestro compromiso de defender los
valores cívicos y la democracia. Y contra el nacionalismo obligatorio surgió
Basta Ya, un movimiento cívico en el que se dieron cita todos aquéllos que
teníamos como objetivo común defender la libertad y oponernos a un nacionalismo
asfixiante y totalitario que trataba de institucionalizar derechos diferentes
entre los ciudadanos vascos. Y Basta Ya salió a la calle para reivindicar que se
nos aplicara también a todos lo que es de todos, la Constitución; para denunciar
que en el País Vasco los derechos fundamentales que en ella están recogidos sólo
los disfrutan los que quieren abolirla.
Hoy los malos tiempos del pasado han regresado al País Vasco. Ibarretxe ha
reeditado su pacto con el sucedáneo de Batasuna-ETA, cumpliendo minuciosamente
un guión escrito hace ya bastante. Nadie debiera tener dudas, salvo que trate de
engañarse o justificar lo injustificable, sobre las verdaderas intenciones del
PNV. Desde que el PNV, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, decidió
asegurar la hegemonía del nacionalismo en vez de defender la democracia y a sus
instituciones, todos sus movimientos han obedecido a esa lógica. Hoy como ayer
los nacionalistas saben que han de pactar «entre ellos». Hoy como ayer siguen
pensando que «los suyos» no son aquéllos con los que gobernaron «tapándose la
nariz». Es verdad que «los suyos» van vestidos hoy de «las nosotras», como las
llaman en los batzokis a las de las Tierras Vascas. Pero ni los unos ni las
otras se equivocan cuando se trata de decidir sobre lo fundamental, eso es,
sobre quien es el dueño y el heredero del caserío.
El guión de esta película, que es un drama, estaba escrito tan milimétricamente
que nadie se equivocó, salvo la aspirante de Aralar, que no se lo sabía y no
recordó que los de ETA no sólo no pagan «traidores», sino que, si pueden, se lo
hacen pagar. Así que se quedó fuera del reparto. Y entonces fue cuando las
portadoras de la marca legítima le pusieron otra vez a Ibarretxe al mando;
bueno, lo del mando es un decir, ya me entienden. Me gustaría destacar otro
aspecto del guión que ha pasado desapercibido. Las estrellas principales
-excepción hecha de «las nosotras», que no tienen que demostrar nada a nadie-,
hablaron únicamente en euskera. ¿Fue una casualidad? No, los nacionalistas no
hacen nada por casualidad, nada es dejado a la improvisación. Fue porque querían
transmitir un mensaje. Por eso utilizaron un idioma que sólo entiende el 30 por
ciento de los vascos. Para que comprendiéramos lo que se avecina. Es el conocido
reparto de tareas: unos matan, otros excluyen.
Vienen malos tiempos para la convivencia. Lo peor es que estos nuevos malos
tiempos no nos pillan en nuestro mejor momento. Los partidos políticos
protagonistas del Pacto, y de los mayores logros en la lucha contra ETA, están a
la greña. Los movimientos cívicos también han sufrido el desgaste. Y los
ciudadanos nos miran perplejos. Malos tiempos para quedarse parados ante
espectáculos tan bochornosos como la reciente sentencia de la Audiencia Nacional
en la que tres jueces, más papistas que el Papa, determinaron que sólo es
terrorista el que lleva armas. Malos tiempos para quedarse parados mientras los
borrokas vuelven a la calle y al Parlamento. No podemos dejarnos arrastrar por
la coyuntura, no debemos perder ni un solo minuto más en zarandajas y disputas
entre nosotros. Cuando nos unimos somos invencibles. Pero nos falta
persistencia. Ésa es nuestra debilidad. Frente a los nacionalistas, que no se
rinden jamás, nosotros siempre estamos dispuestos a discutir la progenitura a la
primera de cambio. Y, mientras nosotros discutimos, ellos se quedan con el bebé.
Sería imperdonable que no escucháramos todas las llamadas de alerta que nos
llegan de la sociedad. Los ciudadanos ya conocen «nuestras razones» para el
disenso. Lo que esperan de nosotros es que defendamos la Razón de Estado, que
volvamos a ponernos de acuerdo para derrotar a ETA. Reforcemos, desde la primera
a la última línea, el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Hoy, con
el PNV instalado en Lizarra, con los herederos de ETA en el Parlamento vasco, es
lo más urgente. Actuemos con sentido común y con responsabilidad. Respondamos a
la petición unánime de la ciudadanía y unámonos, en la defensa de lo
fundamental, los que nunca debimos de separarnos. Recuperemos el impulso ahora
que ETA está más débil que nunca, antes de que se reorganice, antes de que el
nacionalismo institucional le dé más balones de oxígeno, antes de que se
aprovechen fatalmente de la ruptura de la unidad de acción de los demócratas.
Reencontrémonos por voluntad propia, antes de que puedan provocar que nos
encontremos para volver a llorar juntos.