EL LABERINTO VASCO
Editorial de “La Vanguardia” del 19/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Resulta paradójico que sea Arnaldo Otegi,
portavoz de la ilegalizada Batasuna, el que recomiende "prudencia y serenidad"
ante el nuevo escenario que parece dibujarse en el País Vasco. Una reserva que
quedaba más que justificada poco después de sus declaraciones con la explosión
de un coche bomba en Bilbao, con 40 kilos de explosivo y que hirió a un
ertzaina.
Moribundo el plan Ibarretxe, a la espera de su entierro en el Congreso de los
Diputados, se ha abierto una pugna por superar el callejón sin salida a la que
se vio abocada la reformad el Estatuto de Gernika.
Se trate o no de una trampa saducea del
radicalismo vasco al PNV, lo cierto es que una de las alternativas puede pasar,
según algunas interpretaciones, por un escenario a la catalana,con la izquierda
radical independentista y no violenta haciendo el papel de ERC. Como dijo ayer
Otegi, "no es el momento de formar bloques, sino de tender puentes" y del
"diálogo multilateral".
En su momento, Felipe González (1988) y José María Aznar (1998) tuvieron durante
sus respectivas presidencias una opción para la paz que se dio de bruces con el
maximalismo de ETA.
La situación de la banda y de su brazo
político no es ahora la que manejaba en aquellas anteriores ocasiones. El éxito
de la eficacia policial, de la colaboración francesa y de la presión legal sobre
el entorno de ETA de los anteriores gobiernos han colocado al conglomerado que
Otegi llama eufemísticamente el conjunto de la izquierda abertzale ante la
disyuntiva de morir matando o sobrevivir pactando.
Aquel utópico marco de un posible acuerdo, más o menos descrito en estrategias
diseñadas desde el socialismo vasco y concretadas en trabajos publicados por el
presidente del PSE-EE, Jesús Eguiguren, rotundamente impensable hasta hace poco,
sería realizable si se dieran una larga serie de circunstancias, empezando por
supuesto por la definitiva desmilitarización de la banda y la renuncia y rotunda
condena de la violencia.
Algunas fuentes apuntan a discretos contactos
entre representantes del socialismo vasco y del mundo abertzale radical, con
conocimiento del presidente del Gobierno, que habrían disparado imprudentes
esperanzas.
Sin embargo, hay que seguir insistiendo en que ante la posibilidad de una salida
al conflicto armado vasco, toda prudencia es poca. Cualquier error puede hacer
saltar por los aires este laberinto vasco con intereses de todo tipo, desde el
terrorista al político, pasando por el preso y por sus familias.
Un laberinto en el que hay gente dispuesta a dar señales de que no está derrotada, como evidencia el coche-bomba de ayer en Bilbao. Por una vez habrá que darle la razón a Otegi cuando asegura que construir este escenario "no puede ser un espectáculo mediático". Que nadie dé nada por hecho.