LIBERTAD ASEDIADA
Editorial de “ABC” del 18.08.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.
Desde el 11-S Occidente vive en guerra, aunque no nos guste reconocerlo. La presión terrorista no cesa y la estrategia de agresión que utiliza el islamismo totalitario pretende minar nuestra resistencia física y, también, nuestra coherencia intelectual y política. De hecho, no sólo quiere causar el terror causando muertes masivas. También busca secar las raíces morales que alimentan nuestra civilización liberal poniéndonos ante el terrible dilema de tener que elegir entre la seguridad y la libertad. Las sociedades abiertas están gravemente amenazadas y sería bueno que lo asumiéramos sin excusas ni medias verdades. Estamos hablando de un peligro real. Tan real como el rastro de terror que van dejando Al Qaida y sus franquicias a través de los brutales ataques acaecidos en Nueva York, Bali, Madrid, Londres o Bombay. Todos ellos son el testimonio geográfico que certifica que hay un islam totalitario que quiere, sencillamente, borrarnos del mapa: a nosotros y aquello que pensamos y creemos. Para hacer frente a esta agresión, Occidente y, en concreto Europa, deben blindarse mediante una aleación especial que logre un sutil equilibrio entre la seguridad y la libertad. La fórmula no será fácil encontrarla. Sobre todo porque tenemos enfrente a un enemigo que no desiste en su empeño y está dispuesto a todo, tal y como acabamos de ver nuevamente el pasado 10 de agosto, cuando los servicios de inteligencia británicos abortaron el intento de hacer estallar con explosivos líquidos varios aviones en vuelo trasatlántico.
Es evidente que hay que asumir sacrificios si queremos ganar esta guerra, pero nunca sin perder el norte que impone la vigencia de nuestra libertad. Para ello es imprescindible que la estructura de derechos que asegure su vigencia cotidiana siga siendo -en la medida de lo posible- real, ya sea en nuestra casa, en la calle, en un aeropuerto e, incluso, en la cabina de un avión de pasajeros. Seguridad, por supuesto, pero insistiendo para conseguirla en incrementar la eficacia de los medios técnicos y humanos, al tiempo que se amplían y unifican las redes de colaboración entre las sociedades abiertas.
La seguridad es imprescindible, pero no hasta el punto de que su consecución pueda asfixiar nuestra dignidad de ciudadanos libres. Si así fuera, el islamismo totalitario estaría derrotándonos allí donde descansa nuestra fortaleza más íntima: en ese soporte intelectual a través del que se identifica la idea misma de Occidente y Europa. Si todo se justificara en orden a salvaguardar nuestra seguridad, entonces estaríamos precipitándonos en el abismo de una sociedad que habría renunciado a su modo de vida al aceptar el enmudecimiento histérico de la libertad.