SU IPHONE FUE
FABRICADO POR NIÑOS DE 13 AÑOS TRABAJANDO EN JORNADAS DE 16 HORAS
Una verdad incómoda que abarata los precios
Informe de Alfredo Pascual
en "El
Confidencial" del 22-1-12
Por su interés y relevancia he
seleccionado el informe que sigue para incluirlo en este sitio web.
Si se le pregunta a Siri, el
sistema de reconocimiento de voz de Apple, por su procedencia, la respuesta
surge sin complejos: "Fui diseñado por Apple California". Sin
embargo, ante la cuestión "¿dónde fuiste manufacturado?", Siri responde con un escueto "no estoy autorizado a
responder". Pruébelo si dispone de un iPhone 4S.
Que la práctica totalidad de la tecnología que consumimos
procede de fábricas asiáticas en las que se trabaja a destajo no es una
novedad. Cualquiera sabe que, para alcanzar los precios actuales sin reducir el
margen de beneficio, la única solución es pagar menos por un rendimiento mayor.
Sin embargo, el hermetismo de gobiernos como el de China impide conocer con
exactitud en qué condiciones laborales se fabrican productos tan populares como
el iPhone, el iPad o el gadget 'cool' de turno.
Los periodistas Mike Daisey y
Nicholas Kristof, de The
New York Times, han pasado unas semanas investigando alrededor de estas
fábricas para finalmente conseguir uno de los pocos reportajes en los que se
ponen cifras, caras y lugares a una verdad más que incómoda para Occidente.
Ambos se desplazaron la ciudad de Shenzen,
en la provincia de Guandong, al sur de China, para
observar 'in situ' las fábricas que emplea Apple para sus productos. Se
hicieron pasar por potenciales compradores para acceder a zonas absolutamente
restringidas para cualquier persona. Lo que descubrieron, si bien entraba
dentro de lo imaginable, les dejó impávidos: mastodónticas naves industriales
llenas de menores, algunos de ellos por debajo de los 13 años, que se turnan en
jornadas de 16 horas.
A ellos les corresponde la labor más peligrosa: pulir las
pantallas de los terminales. Sin derecho a un café, a mirar el Facebook o a salir a fumar un cigarrillo. Solo en la
fábrica local de Shenzen se da empleo a 430.000
personas (403.004 si se cuenta a los guardias armados que vigilan las puertas).
"La mayoría de ellos no solo no tiene iPhone,
sino que nunca han visto uno de cerca. Es imposible ganando 70 céntimos de
dólar a la hora. Una vez saqué el mío y la mayoría creyó que se trataba de algo
mágico... ¡y eso que los teléfonos salen terminados de la fábrica!",
explica Daisey.
Daisey y Kristof consideran que en
torno al 10% de los trabajadores que conocieron durante su estancia en China
estaba por debajo de la edad mínima para trabajar. "Hay inspecciones de
trabajo, claro, pero en Foxconn siempre saben cuando
esto van a suceder. Y en ese momento esconden a los trabajadores con más
aspecto juvenil y los reemplazan con los demás", afirma Kristof.
Sindicatos y neurotoxinas
En China está prohibido cualquier sindicato no estatal.
De este modo, nadie defiende los derechos de los trabajadores, ni siquiera
cuando se ven obligados a lidiar con elementos tan peligrosos como
el hexano. Empleado para limpiar las piezas, su uso se ha extendido en los
últimos años por evaporarse más rápido que cualquier otro limpiador industrial,
lo que permite que la cadena de producción funcione con mayor premura. Sin
embargo, el hexano es un potente neurotóxico que provoca fallos en el aparato
psicomotor a media plazo. Recientemente 62 ex trabajadores denunciaron a Foxconn tras ser envenenados por el químico, y hoy muchos
de ellos luchan por no quedarse paralíticos.
De hecho en estas fábricas todo gira en torno a la cadena
de producción. Se obliga a los empleados a trabajar de pie, son vigilados de
cerca por un sistema de videovigilancia y, desde
luego, se elimina a cualquier componente que retrase el proceso. "Nunca se
rota a los trabajadores. Se les hiperespecializa y
realizan esa función durante todo el tiempo que su cuerpo aguante. Los que
tienen labores más mecánicas, como la inserción de piezas o los
limpieza, acaban experimentando una versión salvaje del síndrome del
túnel carpiano. La mayoría trabajan con dolores hasta que les es físicamente
imposible aguantar, momento en el que son despedidos", lamenta el
periodista del The New York Times.
Para perder el mínimo de tiempo en los desplazamientos,
los trabajadores suelen dormir en cubículos de cemento de 12 x 12 metros en los
que se apilan más de 15 camas. Se trata de que, después de las horas extra, los
empleados utilicen sus últimas gotas de energía para caminar unos metros y
desplomarse sobre el catre. "Nadie, nunca, paga las horas extra. Entran en
el sueldo. De hecho si un trabajador se pone muy terco en cobrarlas es
despedido e incluido en una lista negra de alborotadores. Todos conocen a
alguien que ha sido inscrito en ella y que no ha vuelto a trabajar en la
ciudad", relatan los periodistas.
La tecnología en el primer mundo es cada día más barata
al tiempo que las condiciones se tornan más inhumanas en las factorías asiáticas.
La situación es tan insoportable que muchos trabajadores ven como única
solución el suicidio. Pero para esto Siri sigue
sin tener respuesta para esto.