OCCIDENTE, SI QUIERE, PUEDE
GUERRA CONTRA EL YIHADISMO
Por Rafael L. Bardají en “Libertad Digital” del 29-2-08
Por
su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en
este sitio web.
El
formateado es mío (L. B.-B.)
Con un breve comentario al final:
LIBERTAD, RAZON, ETICA Y RELIGION
(Luis Bouza-Brey, 2-3-08, 00:45)
"Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo".
He aquí una de las claves para conseguir el éxito, y no sólo en el campo de
batalla. El libro de George Weigel que hoy comentamos
viene a denunciar que, desde el 11-S, la sociedad occidental se ha olvidado de
esta gran lección del estratega chino Sun Tzu.
Los occidentales de esta hora no conocemos a nuestro enemigo. Y
no sólo porque el terrorismo islamista sea un enemigo no convencional:
acostumbrados a contar tanques, aviones y buques de guerra, no sabemos cómo
valorarlo; sino y sobre todo porque, como apunta Weigel,
la sociedad moderna (y posmoderna) se niega a conceder a la religión un lugar
destacado en las relaciones internacionales y en la política: puede que no sea
suficiente echar mano de la razón para combatir el fanatismo islámico, advierte
aquél.
En Terminator 3, cuando al protagonista
y futuro líder de la resistencia humana contra las máquinas sufre un ataque de
desesperación, el terminator bueno lo zarandea y
sacude a modo. Una vez ha conseguido ponerle furioso, le suelta y le dice:
"Eso está mejor. La ira es un sentimiento menos negativo que la
desesperación". No sé si George Weigel estaría
de acuerdo con los autores del guión de esa película de Schwarzenegger, pero
hay una idea fuerza a lo largo de esta nueva obra suya: la desesperación
conduce a la impotencia y a la autodestrucción, sobre todo cuando lo
que tenemos enfrente es un enemigo cuyo culto es la muerte y sus herramientas
los coches, mochilas y cinturones bomba. Ahora bien, Weigel
no aboga por que nos echemos en brazos de una ira que nos saque de nuestra
complacencia destructiva, sino por la claridad moral, para que comprendamos por
qué no nos merecemos el destino que nos tienen preparado nuestros enemigos
islamistas.
Faith, Reason, and the War against Jihadism
(La fe, la razón y la guerra contra el yihadismo) es,
como otros anteriores de Weigel, una gozada de libro.
Breve y contundente, está trufado de consideraciones filosóficas, religiosas;
de ideas e iniciativas políticas; de consideraciones abstractas y numerosos
ejemplos tomados de la vida real y cotidiana. Weigel
describe el relativismo y la desidia característicos del mundo occidental contemporáneo,
pero aporta ideas para superar tal estado de cosas y trata de
infundir esperanza en el lector; de ahí el subtítulo: "A Call for Action"
(Un llamamiento a la acción).
Formalmente, consta de quince lecciones agrupadas en tres grandes
apartados: el primero está dedicado al estudio de nuestro enemigo; el
segundo contiene una crítica tanto al realismo de una derecha recalcitrante y
obsoleta como al relativismo y cinismo de la izquierda, y el tercero es un
potente alegato a plantar cara y vencer al radicalismo islamista, esa amenaza
existencial para Occidente.
Siete de las quince lecciones están dedicadas al enemigo
(recuerden la frase de Sun Tzu
con que se abre este artículo). Quien haya leído al gran islamólogo Bernard Lewis y al
ensayista político y cultural Norman Podhoretz
encontrará aquí grandes ecos de sus tesis. Weigel
comienza por recordarnos que negar el factor religioso en la escena mundial,
caer sistemáticamente en el secularismo por defecto, es cegarse al fenómeno del
fundamentalismo islámico y el yihadismo y
despreciar muchos de los instrumentos que tenemos a nuestro alcance para poder
prevalecer ante ellos. Igualmente, nuestro autor insiste, y mucho, en disipar
la confusión reinante que equipara automáticamente las tres grandes religiones:
judaísmo, cristianismo e islam, por el mero hecho de que son monoteístas.
La lección que dedica, con brillantez, a indagar en los elementos que unen y separan
al cristianismo y al islam es la más extensa de todas, y sin lugar a dudas la
más profunda y compleja.
Mientras que la Biblia ha servido para ensalzar el libre
albedrío, la libertad y la dignidad humanas, anota Wiegel,
el Corán ha venido a representar todo lo contrario, al presentarse como un
manual técnico de una máquina: se toma o se deja, pero no se interpreta.
La tesis de Weigel es clara: el yihadismo es la ideología de inspiración religiosa que
enseña que es obligación moral de todos los musulmanes emplear todos los medios
necesarios para forzar la sumisión del mundo entero al islam. En consecuencia,
el yihadismo es nuestro enemigo. Es el enemigo de
Occidente en una guerra multifrente que ha comenzado
muy a nuestro pesar y que de la que sólo podemos salir derrotados o
victoriosos. En este punto Faith, Reason...
nos recuerda al libro de Podhoretz World War IV, ya comentado en estas páginas. Pero, a
diferencia de Podhoretz, Weigel
no nos ofrece un recorrido histórico por los comienzos y la evolución de esta
nueva guerra global, sino que se cierne exclusivamente a sus imágenes, tal y
como nos las presentan los medios y la Academia.
Weigel denuncia la islamofilia que domina el
pensamiento políticamente correcto del mundo occidental, tanto en los medios de
comunicación como en las esferas política e institucional, como quedó de
manifiesto con motivo del vituperado pero no leído discurso del papa
Benedicto XVI en Ratisbona: en lugar de
ver en él un intento de aproximación al islam moderado, Europa sucumbió, una
vez más, al apaciguamiento de los más radicales.
La segunda parte de Faith, Reason... es un chute de adrenalina contra el pesimismo
imperante entre quienes han defendido la agenda de la libertad en los últimos
años; un chute de adrenalina que toma la forma de una crítica razonable al
realismo como escuela de pensamiento, forma de ver el mundo y curso de acción
política.
Weigel no esconde que la reacción contra el idealismo democratizador
obedece en gran medida a la situación en Irak, donde una guerra relámpago
ejecutada ejemplarmente dio paso a una situación de violencia y caos que sólo
en fechas muy recientes parece remitir. Analiza con sumo cuidado tanto las
buenas razones que había para derrocar a Sadam (algo
que aquí, en España, habría que hacer también) como los errores
cometidos. Pero de la desastrosa experiencia no concluye, como hacen muchos en
la derecha y no menos en la izquierda, que la agenda democratizadora haya
muerto. Al contrario, Weigel argumenta con brío que
el Oriente Medio necesita una gobernabilidad responsable. Recuerda que la
democracia no nace cual ave fénix. Que no lo ha hecho así jamás, en sitio
alguno. Ni siquiera ha sido posible sin avances y retrocesos.
Nuestro autor no es ningún ingenuo, de ahí que abogue, como
primer paso para el establecimiento de la democracia
en el mundo árabe, por algo más laxo: la tolerancia religiosa y
la responsabilidad política. En cualquier caso, como él mismo señala,
"la guerra contra el terror y la promoción de la democracia están
inextricablemente unidas, y ninguna puede tener éxito sin la otra". Eso se
llama, para nosotros, Doctrina Bush.
Weigel no deja de abordar el problema de Irán y del mesianismo de Ahmadineyad, en el contexto más amplio de la lucha contra
el islam radical. Pero lucha contra una idea que se acepta sin más en
Occidente: si el mundo no puede sobrevivir a la combinación de pasión religiosa
y armas de destrucción masiva, suprimamos las pasiones religiosas. Para él, se
trata de la respuesta equivocada. Lo que se debería hacer es suprimir las armas
de destrucción masiva, sobre todo con aquéllas que puedan estar en manos de nuestros
enemigos. Las que importan de verdad.
En suma, esta segunda parte es una réplica prodigiosa a los
múltiples argumentos que inspiran a gran parte de las elites dirigentes
occidentales hoy en día, que prefieren negar la realidad olvidándose
de los nombres que la pueblan. ¿Recuerdan cuando José Bono, a la sazón
ministro de Defensa, quiso suprimir la palabra "guerra" de la
Constitución española?
La última parte del libro es, sin duda, la más combativa.
Comienza con un feroz ataque, bien fundamentado, contra los peligros del
relativismo y el multiculturalismo de una sola dirección (esto es, nuestro
respeto hacia los demás sin que los demás tengan la más mínima disposición
a respetarnos). Las implicaciones del olvido de las raíces histórico-culturales
de la religión cristiana están, igualmente, bien tratadas aquí. Como dice Weigel, "si la fe irracional [en referencia al
islamismo] supone una grave amenaza contra el futuro de la Humanidad, lo mismo
ocurre con la pérdida de la fe y la razón". Es más, sin fe en la
posibilidad de conocer la verdad de las cosas, de discernir el bien del el mal,
los occidentales nos estamos desarmando intelectual, cultural y moralmente. Y
todo en medio de una guerra impuesta por unos fanáticos del islam.
Weigel aborda aquí aspectos muy dispares, desde la dependencia del
petróleo y sus implicaciones en la financiación del radicalismo islámico hasta
la diplomacia pública que se necesita desarrollar para combatir en la guerra de
las ideas, pasando por el papel socavador
que desempeña el antiamericanismo rampante. Y para todo ello
encuentra un antídoto que promete una cierta esperanza.
Este libro, que tanto me hubiera gustado escribir, debe
convertirse en un must para todos aquellos
comprometidos con el triunfo del individuo, de su libertad y de su dignidad en
todo el mundo, España incluida.
GEORGE WEIGEL: FAITH, REASON, AND THE WAR AGAINST
JIHADISM. A CALL FOR ACTION. Doubleday (Nueva
York), 2008. 195 páginas.
Breve
comentario final:
LIBERTAD,
RAZON, ETICA Y RELIGION
(Luis
Bouza-Brey, 2-3-08, 00:45)
He seguido el consejo de Bardají y
encargado el libro en Amazon. Lo espero con impaciencia. Por lo que dice
Bardají, a mi también me
hubiera gustado escribir un libro con esos contenidos.
Pero me interesa llamar la atención
sobre algo: es cierto que no todas las religiones son lo mismo, y unas fomentan
y defienden la libertad y otras pretenden anularla. Pero hay algo más: todas
las religiones que no sucumben al fundamentalismo (hinduista, islamista, hebreo
o cristiano) tienen en común la búsqueda de la conexión de sentido con el Bien
Supremo, y la definición de cuál sea el comportamiento que tiende a la
realización del mismo. Los místicos de todas las religiones piensan lo mismo.
Pero, además de rechazar el
fundamentalismo y el relativismo como negadores del Bien, debemos sintonizar
con los avances de la ciencia actuales, que nos permiten una conexión racional
con el misticismo y la espiritualidad. La intuición, la fe y la razón, actuando
en sintonía, pueden ya, en las condiciones culturales actuales, contribuir
positivamente todas ellas al desarrollo humano.
Existen, para mi,
unos cuantos POSTULADOS que contribuyen a asentar la
afirmación anterior:
1- El cosmos parece dirigirse a la
emergencia y desarrollo de la conciencia, quizá porque en el fondo de él, bajo
la superficie empírica y en lo hondo de nosotros mismos, lo que hay en todo es
espíritu. La energía es espiritual, y "tú eres eso".
2- La conciencia sólo puede emerger y
desarrollarse en libertad, puesto que el espíritu es acción que orienta y
dinamiza la materia hacia la libertad, aunque en la superficie espacio-temporal
el movimiento puede experimentar altibajos, avances y retrocesos momentáneos
hacia la putrefacción y el mal.
3- Posiblemente la vida humana
individual constituya un proceso alquímico de desarrollo espiritual que puede
transcurrir en vidas múltiples, cuya continuidad y sentido proviene de la ley
del karma. Lo que somos y seremos es producto de nuestra acción pasada y
presente.
4- Hoy es posible, desde la ciencia
actual, concebir el cosmos como un misterio analizable y perceptible mediante
la combinación de los procedimientos derivados, tanto de la metodología
científica, como de la intuición racional, como de la fe en cuanto perspectiva
humana emergente de la incertidumbre sobre el misterio cósmico.
5- Es aceptable toda perspectiva
siempre que no intente imponerse sobre las otras, de manera que todos puedan emitir
juicio de verosimilitud sobre ella. La libertad es el prerrequisito de la
conciencia, y la libertad sólo puede serlo si es la libertad de todos. Los que
defendemos la libertad debemos defendernos con firmeza contra las condiciones
que la impiden: la miseria y el fanatismo.
6- Partiendo de estos postulados, hoy
es posible integrar en una nueva perspectiva religiosa de la Totalidad a las
religiones tradicionales, aunque sea desde una concepción deísta próxima u
homologable al panteísmo. En ella, son posibles diversas concreciones
espirituales en el espacio-tiempo que, en forma de avatar, significan un salto
adelante en el proceso de evolución espiritual. En ese sentido, todos somos
hijos de Dios, y caminamos hacia delante o hacia atrás en el sentido de la
evolución cósmica.
Si vamos hacia atrás en lugar de hacia
adelante, si no ayudamos al desarrollo de la libertad, tardaremos más en llegar
a la perfección. La ley del karma, en tanto que regulador objetivo del proceso
cósmico, gobernará nuestras vidas ---pasada, presente y futura---. Hegel decía
hace tiempo que "la libertad es la necesidad comprendida".
7- La miseria, el fundamentalismo y el
relativismo son el mal, en la medida que obstruyen, rechazan o niegan el
desarrollo de la libertad. La ética es la ciencia del comportamiento orientado
al desarrollo de la libertad para todos. PARA TODOS, eso es lo más importante.
8- Si entendemos todo esto podremos
vencer en la lucha por la libertad frente al mal. Los que somos conscientes de
las leyes de la ética debemos vencer en la lucha contra el mal y convencer a
fundamentalistas y relativistas. Si no lo conseguimos aquí y ahora, ya lo
conseguiremos en otro tiempo o en otra parte del Cosmos.
Bueno, ya ven, Weigel
y Bardají me han metido en un laberinto. Pero creo haber salido de él poco
deshilachado. Cuando lea a Weigel directamente
volveré sobre el tema.
Por cierto que estos días he terminado
de leer un magnífico libro de Javier Melloni Ribas, jesuíta de Manresa,"El Uno en lo múltiple.
Aproximación a la diversidad y unidad de las religiones". Ed. Sal Terrae, Santander (www.salterrae.es).
Se lo recomiendo.