Editorial de “El País”
del 19 de agosto de 2009
Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial
que sigue para incluirlo en este sitio web
El nuevo atentado en Ingushetia
confirma las dificultades de Rusia para estabilizar la región
Un atentado suicida causó 20 muertos y más de un
centenar de heridos el pasado lunes en la república rusa de Ingushetia.
El terrorista se introdujo en un patio del Ministerio del Interior al volante
de una furgoneta cargada de explosivos. El presidente ruso, Dmitri
Medvédev, aseguró que la matanza fue posible debido a
graves fallos por parte de los responsables de seguridad, y cesó de manera
fulminante al titular del departamento. Es probable que Medvédev
tomara esta decisión no sólo por el atentado del lunes, sino también pensando
en que el rápido y grave deterioro de la situación en Ingushetia
requería una urgente respuesta política: el pasado mes de junio, el presidente
de la república, Yunusbek Yevkúrov,
resultó herido en un ataque y la semana pasada fue asesinado el ministro de
Construcción, Ruslán Amirjánov.
Aunque, según los observadores, no es fácil distinguir
los atentados perpetrados por las numerosas mafias locales de los que lleva a
cabo la guerrilla, la violencia parece estar desplazándose desde Chechenia
hacia otras repúblicas limítrofes. Putin y Medvédev
se han limitado hasta ahora a denunciar la presencia de extranjeros en el
Cáucaso, una región en la que, como hubo ocasión de comprobar durante el
conflicto de Georgia, hace exactamente un año, Rusia está convencida de jugarse
el estatuto de gran potencia mundial que pretende recuperar. Pero, extranjeros
o no, lo cierto es que los indicios apuntan a que la guerrilla independentista
chechena, a la que las tropas rusas se han enfrentado durante 15 años, ha ido
incorporando elementos de la ideología islamista en detrimento de la
estrictamente nacionalista. Uno de los efectos de esta transformación ha sido
la ampliación del teatro de operaciones, afectando a Ingushetia
y Daguestán.
Mientras Bush estuvo al frente de la Casa Blanca, el
Gobierno ruso podía inscribir sus acciones en el Cáucaso dentro de la
"guerra contra el terror". Con la llegada de Obama,
las cosas han cambiado. Y si Rusia opta por una respuesta dura, similar a la
que llevó a cabo en Chechenia o en Georgia -que, coincidiendo con esta nueva
crisis, ha anunciado su retirada de la Comunidad de Estados Independientes-,
tendrá que asumir sin subterfugios el coste internacional. Es verdad que eso
nunca ha detenido a Putin y Medvédev, y ahí está el
ejemplo de Osetia y Abjacia; pero tampoco ha logrado
pacificar el Cáucaso.