GUERRA DE IRAK: LA DERROTA COMO
VICTORIA
Artículo de José María Marco en “Libertad Digital” del 22.03.08
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Las celebraciones mediáticas del quinto aniversario de la guerra de Irak
han venido a demostrar, por si alguien no se había enterado, que la guerra la
han ganado quienes se opusieron a ella. La afirmación va en contra del sentido
común y de la realidad. La guerra se empezó a ganar cuando se destruyó el
régimen filonazi de Sadam Hussein y se liberó a los iraquíes del déspota.
La guerra se ha continuado ganando después, a pesar de todos los esfuerzos
en contra de la alianza entre terroristas islamistas y progresistas
occidentales, cuando se ha ido consiguiendo reducir la violencia, restablecer
la normalidad en muy amplias zonas del país y empezar a considerar incluso la
posibilidad de una retirada ordenada de una parte de las tropas.
En los países europeos, esta retirada no se produjo hasta muchas décadas
después de la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Ahora en
cambio se pide que la retirada sea lo más rápida posible, casi inmediata, como
lo decidido y preconizado por Rodríguez Zapatero antes de dejar de ser el
presidente accidental.
Parece que hasta que el territorio iraquí no sea abandonado no se cumplirá
de modo definitivo la victoria de quienes han celebrado en estos días el inicio
de la guerra como el principio de un desquite largamente esperado, sobre todo
tras el colapso del socialismo real, consecuencia a su vez de una ofensiva
moral, cultural e ideológica protagonizada por los cristianos creyentes, los
liberales y los conservadores en buena parte del mundo, en particular en los
países anglosajones y sobre todo en Estados Unidos.
Así que la demostración de que Estados Unidos ha sido derrotado en Irak es
imprescindible para seguir construyendo la imagen de un progresismo en alza.
Allí encalló, en este mito que hemos visto elaborarse bajo nuestros propios
ojos, todo lo que se oponía a la marejada progresista. Para ello se borra, al
estilo de Fernando VII cuando volvió a España tras la Guerra de Independencia,
estos últimos cinco años. Estos días hemos vuelto, literalmente, al 19 de marzo
de 2003. Se falsifica descaradamente la realidad, hablando de las atrocidades
cometidas, por ejemplo, en Abu Ghraib (¿pero de qué atrocidades se está
hablando?). Se silencian las cometidas por el régimen de Sadam Hussein, como
apenas se habla de las fosas de enterramientos que siguen apareciendo. Se
olvida la naturaleza misma de la guerra, rápida y con mínimas bajas civiles. Se
da carpetazo a los avances políticos y al retroceso de Al Qaeda.
Y, ni qué decir tiene, se deja en
una discreta penumbra el respaldo de la ONU, votado por el Gobierno de
Rodríguez Zapatero, a la presencia de tropas extranjeras en Irak. Esta es la
guinda del pastel amasado durante estos años y servido en estos días: la nueva
capacidad del progresismo para decir una cosa y hacer la contraria desvela su
auténtica naturaleza. Puede que no todos lo crean, pero la mayoría debe llegar
a estar convencida de que las contradicciones no existen, que se puede hacer
simultáneamente una cosa y la contraria, que se ha disuelto la realidad misma.