¿QUÉ HACER CON BOSNIA?
Artículo de Boban Minic* en “El Periódico” del 02 de septiembre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
El Gobierno, formado en clave nacionalista, es incapaz de llevar al
Estado hacia las instituciones europeas
Escribo
perplejo, sabiendo que más de un lector, solo al ver el titular, dirá: «Ah, de
nuevo Bosnia». La opinión pública, igual que los políticos occidentales, están
cansados del país balcánico. Los bosnios, también. Bosnia, como Estado e idea,
se está muriendo. Admito que los restos de mi patriotismo a veces se imponían
al rigor periodístico. Por eso siempre defendía a Bosnia acusando al mundo,
indiferente e injusto y pensando, que el simple hecho de entrar en la Unión
Europea haría la magia, convertiría al país en lo que, en el pasado, ya era: un
ejemplo de convivencia, un país próspero, un Estado de derecho.
Atacaba a los ambiguos políticos europeos que admitieron en sus filas a
Eslovenia (que inició la desaparición de la antigua Yugoslavia), invitaron a
Croacia (con un buen bagaje de culpa y crímenes) y prometieron a Serbia (de su
culpa ya no hace falta ni hablar) el régimen de libre circulación de las
personas.
En la antesala de la misma medida ya están Macedonia y Montenegro, así que, a
partir del 1 de enero, los ciudadanos de todos estos países viajarán por Europa
sin visado. Todos, excepto los ciudadanos de Bosnia, la verdadera víctima de la
tragedia balcánica. Me parecía injusto, hasta que el embajador de EEUU en
Sarajevo, Charles English; el alto representante de
la comunidad internacional, Valentin Inzko, y el comisario de la Unión Europea para la
ampliación, Olli Renn, nos
explicaron que la admisión en Europa no se hace para premiar a las víctimas o
castigar a los verdugos sino según el simple principio de si el país en
cuestión funciona o no. Y Bosnia, sinceramente, no funciona.
«¿Qué hacer con Bosnia?», se pregunta Charles Crawford, exembajador
británico en Sarajevo. The Independent
piensa que Bosnia se «está descomponiendo». William Hague,
el ministro de Exteriores en el Gobierno en la sombra de los tories, considera
que Bosnia «resbala hacia su desaparición y una nueva guerra». Z. Dizdarevic, el comentarista del Oslobodjenje,
ve señales de la preparación de los serbobosnios para la guerra definitiva. Sonja Biserko, directora de Human Right Watch
de Belgrado, afirma que Serbia y los serbobosnios trabajan juntos en la
obstaculización del Estado bosnio, esperando que los cansados políticos
europeos se rindan y «regalen» la República Srpska
(República Serbia) a Serbia, como compensación por la pérdida de Kosovo. (Estos
días Biserko es el enemigo público número uno del
régimen y el objetivo de los despiadados ataques e insultos). The Washington Post matiza: «Los viejos odios y las
divisiones de nuevo conquistan a Bosnia». Y añade: «La economía está rota, el
40% de los ciudadanos no tienen trabajo».
Patrice C. McMahon, de la
Universidad de Nebraska, y su homólogo del College
Mount Holyoke, Jon Western, en un extenso análisis dicen: «Por primera vez
desde el tratado de Dayton, que puso fin al sangriento conflicto, la gente de
Bosnia piensa en las nuevas guerras». Y añaden: «Hasta 14.000 millones de
dólares ha invertido la comunidad internacional para mejorar el funcionamiento
del país». Contándolo per cápita, la reconstrucción de Alemania o Japón,
después de la segunda guerra mundial, salió mucho más barata. ¿Dónde están hoy
Alemania y Japón? ¿Dónde está el dinero? ¿Dónde está Bosnia?
Puede
que parte de la respuesta esté en una experiencia personal: en junio fui a la
Embajada de Bosnia en Madrid para renovar el pasaporte. Me prometieron enviar
el nuevo documento en un par de meses. Después de tres meses me avisaron de que
no podían hacer nada, porque el Gobierno, por presión de la Unión Europea, y
sin hacer los más mínimos preparativos, decidió cambiar los viejos por los nuevos
pasaportes biométricos. El Ministerio de Exteriores, dicen, designará y
equipará a las cinco ciudades europeas donde se podrán hacer los trámites.
Al parecer, a los españoles nos tocará Bruselas, a 1.500 kilómetros de
Barcelona. No nos explicaron cómo llegar a Bélgica y volver a España sin
pasaporte, imprescindible para subir al avión. Una joven bosnia de Valencia,
por no tener este documento, perdió la beca del Gobierno británico para acabar
el doctorado. Después de todo, ella y la mayoría de los afectados contemplan
pedir la nacionalidad del país donde residen. Pero para solicitarlo necesitan
pasaporte. Mientras tanto, los nacionalistas en el poder en Bosnia no se
inmutan; los extranjeros, igual: no son sus votantes.
Es obvio que Hague, The
Washington Post y los demás tienen razón: Bosnia no funciona. El Gobierno del
país, formado en clave nacionalista, es incapaz de llevar al Estado hasta las
integraciones europeas. Aunque, como protectorado, con alto representante y sus
injerencias de gobernador, Bosnia tampoco puede entrar en la UE. Los políticos
europeos están de acuerdo que sin él y las instituciones internacionales, el
país volvería al caos. Parece ser que, a pesar de las apariencias, los
extranjeros son los únicos que trabajan y desean un buen futuro para el país.
Posdata. - Ronald E. Howkins, de la embajada
estadounidense en Sarajevo, escribió en un diario local: «Cuando un americano
pierde la esperanza, levanta la mirada hacia la Luna y sabe que ya estuvo allí.
Que eso sea ejemplo para Bosnia».Me temo que los
bosnios, antes de levantar la mirada hacia la Luna, tienen que mirar por dónde
pisan. Los caminos están llenos de minas a punto de explotar.