LAS DIFICULTADES DE LA
SOCIALDEMOCRACIA
Artículo de Javier Astudillo y Ludolfo Paramio en “El País” del 06 de
noviembre de 2009
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
No Es Cierto Que Hayan Desaparecido Las Diferencias
Sustanciales Entre Las Políticas Socialdemócratas Y Las Conservadoras. Pero Esa
Creencia Explica El Malestar Actual Ante La Democracia Representativa
El artículo de Paolo Flores d'Arcais
sobre La traición de la socialdemocracia (EL PAÍS, 25 de octubre) tiene más el
tono de una denuncia profética que el de un análisis político, y tales
denuncias pueden ser bastante irritantes, como prueba el infeliz destino de
algunos profetas del Antiguo Testamento. La razón fundamental es que en ellas
se mezclan elementos heterogéneos en una argumentación circular, lo que no sólo
deja poco espacio a la discusión, sino que impide buscar soluciones a los males
expuestos.
En este caso, el autor nos habla a veces de la
socialdemocracia como un ente moral que existe más allá de los partidos y de
los gobiernos socialdemócratas, y que además tendría capacidades por encima de
las de los gobiernos y los organismos internacionales. Así, Flores d'Arcais denuncia que la socialdemocracia no ha hecho nada
concreto para resolver el problema de los medios de comunicación como condición
para la existencia de una opinión pública bien informada, o para acabar con los
paraísos fiscales.
Cabe imaginar que el autor se siente agraviado por la
situación de los medios en Italia, y es muy posible que su exasperación
provenga de las dificultades del centro-izquierda italiano para ofrecer una
respuesta política a Berlusconi y su imperio mediático. Pero pedir a la
socialdemocracia que resuelva el problema de los paraísos fiscales, algo que
exige un acuerdo entre los principales gobiernos desarrollados, incluyendo el
de Estados Unidos, es demasiado pedir, o lo era antes del comienzo de la era Obama y del nuevo G-20.
Para encontrar una base de discusión más ordenada se
puede distinguir entre el balance de los gobiernos socialdemócratas antes del
ciclo neoconservador y durante éste (1978-2008). Y lo menos que se puede decir
de la perspectiva histórica de Flores d'Arcais es que
es un tanto imprecisa. Comienza ignorando que la socialdemocracia nació antes
del comunismo (en el sentido de bolchevismo), y que sólo desde la perspectiva
de la historiografía comunista, o de la paranoia de la guerra fría, cabe
sostener que la socialdemocracia surgió para ser una alternativa al comunismo.
Pero además parece ignorar las evidentes disparidades
entre las sociedades de Europa occidental y el resto del planeta en términos de
igualdad de oportunidades y de igualdad real. Lo que se ha llamado
"consenso socialdemócrata" de posguerra tuvo unas muy importantes
consecuencias, independientemente del signo (socialdemócrata o no) de los
gobiernos de turno.
¿Cómo se pueden considerar triviales los avances del
periodo 1945-1973 porque los sistemas públicos de salud se hayan burocratizado
-como si pudiera ser de otro modo- o porque los gobiernos del SPD no
transformaran "las relaciones de fuerza sociales"?
Flores d'Arcais asume la
actual crítica de la partitocracia, y cree que la
burocratización y profesionalización de la política hacen "progresivamente
vana la relación de representación entre diputados y ciudadanos", como si
el caso Berlusconi no mostrara de sobra los peligros de la política no
profesionalizada. Pero al hacerlo así corre el riesgo de aceptar todos los
tópicos que esta crítica conlleva.
Llama así la atención que si la explicación última del
abandono de la búsqueda de la igualdad fuese "el carácter de aparato, de
burocracia, de nomenclatura, de casta" de los partidos socialdemócratas,
entonces "los raros momentos en los que la socialdemocracia alimentó
esperanzas" ocurriesen precisamente en tiempos en los que un dirigente
socialdemócrata tipo duraba 2,4 años más en el cargo que en la actualidad, el
sistema de primarias era desconocido -a diferencia de ahora donde, por volver a
su país, el nuevo líder del centro-izquierda italiano ha sido elegido en un
proceso donde han votado tres millones de italianos-, y cuando los máximos
dirigentes socialdemócratas eran elegidos sin competidores, como por cierto
sigue ocurriendo en la inmensa mayoría de los partidos de derechas. Cuesta más
creer que los partidos socialdemócratas sean ahora, a diferencia de antes,
castas cerradas.
Al hablar de la socialdemocracia durante el período
conservador Paolo Flores d'Arcais puede tener mejores
argumentos: no es casual que éste sea el periodo en el que él -y muchos otros-
han escrito repetidamente sobre la "crisis de la socialdemocracia".
El auge de las ideas neoliberales y la globalización de la economía han creado
un terreno de juego en el que la socialdemocracia ha estado a la defensiva. Su
denuncia de la traición de la socialdemocracia, sin embargo, está basada en la
creencia de que eran posibles políticas radicalmente distintas que pusieran en
primer plano la igualdad.
¿Qué podía haber hecho el Gobierno de François
Mitterrand en el año 1981 para evitar el efecto desestabilizador de su inicial
política redistribuidora? ¿Salir de las Comunidades Europeas?
Al hablar de la deslocalización de empresas, Flores d'Arcais no toma en cuenta que ésta también se produce
ahora dentro de la Unión Europea, por las diferencias salariales entre el este
y el oeste de Europa. El voluntarismo del autor conduce como conclusión lógica
a repudiar la integración europea y la globalización comercial -la financiera
es otra historia-, y a olvidar que la cara positiva del estancamiento de los
salarios en los países desarrollados ha sido un mayor crecimiento en otros
países.
Se puede entender su crítica de Tony Blair y Schröder, porque hasta cierto punto ambos hicieron de la
necesidad virtud, pero no se puede ignorar que la necesidad -mantener el empleo
y el crecimiento en un contexto de globalización- existe y condiciona las
políticas de los gobernantes, también de los socialdemócratas. No se puede
defender la igualdad al precio de ponerse a la mayoría social en contra, y el
éxito de las ideas neoconservadoras ha sido lograr que amplios sectores de la
clase media hayan apoyado políticas que daban prioridad al crecimiento a
expensas de la igualdad.
Aun así, no es cierto que hayan desaparecido las
diferencias entre las políticas socialdemócratas y las conservadoras. Sí lo es
que los programas de los partidos socialdemócratas se movieron hacia el centro
en los años ochenta, y en mucho menor medida en los noventa. Pero su análisis
muestra que siguen diferenciándose de los programas de los partidos liberales,
democristianos, conservadores o ex agrarios, los únicos donde se observa un
verdadero proceso de convergencia.
Que amplios sectores de la opinión pública piensen que
no hay diferencias sustanciales entre las políticas de izquierda y de derecha
puede ser uno de los factores de más peso para explicar el malestar actual ante
la democracia representativa. Pero es paradójico que se descalifique como
traidora a la socialdemocracia -como lo hiciera en su momento la Internacional
comunista- en un momento en que esta denominación política es la que mejor
define a quienes defienden un modelo de sociedad cohesionada frente al modelo
neoliberal que ha sido el paradigma durante el ciclo conservador.
Con la crisis de 2008, la urgencia de políticas anticíclicas en los principales países ha creado una nueva
oportunidad para coordinar las políticas económicas y regular mejor el sistema
financiero global, incluyendo el buen propósito de acabar con los paraísos fiscales.
Ahora la situación es mucho más favorable para una agenda socialdemócrata de
políticas. En este nuevo contexto, y pese a su título descalificatorio, quizá
sea mejor interpretar el texto de Flores d'Arcais
como una llamada a la sociedad para recuperar la bandera de la igualdad, y a
impulsar una nueva fase de política socialdemócrata.
es profesor de Investigación del CSIC y director del programa
de América Latina del Instituto Universitario Ortega y Gasset.