LO QUE NO SE DICE DE LA CRISIS
Artículo de Rafael Poch en “La Vanguardia” del 16-12-08
Por su interés y relevancia
he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Una tertulia en la "Akademie der Künste" de Berlín
Velada de debate sobre la crisis en la "Akademie der Künste" de Berlín. En la nueva y bonita sede de esta institución, junto a la puerta de Brandenburgo, se habla de la responsabilidad de los medios de comunicación. Público de clase media, o clase media alta, de edad madura. Los ponentes son el periodista liberal suizo Frank Meyer, y el cineasta Andreas Veiel, uno de los documentalistas alemanes más notables del momento. El Presidente de la Academia, Klaus Staeck, un diseñador gráfico socialdemócrata, es el moderador. Se habla del crack del neoliberalismo, con fuerte espíritu crítico.
Un "fallo anónimo del sistema"
La fe neoliberal arruinó Rusia y al mundo en desarrollo, desde
África a América Latina. Hizo más desiguales e injustas a todas las sociedades,
incluidas las sociedades occidentales más prósperas. Elevó el robo a gran
escala más descarado a la categoría de virtud. Ahora las consecuencias del
derrumbe van a afectar, sobre todo, a los pobres. "Los tres mil millones
de pobres del mundo serán los primeros afectados, porque de repente sus
ingresos y su alimentación se han vuelto más inciertos", dice el Premio
Nobel bengalí e inventor de los micro créditos,
Muhammad Yunus, en una entrevista a la revista berlinesa "Cícero".
Este es el enorme asunto del que aquí se habla. Y el periodista Meyer cita el
diagnóstico de la situación que propone Hans-Werner Sinn, el Presidente del
Instituto Alemán de Investigaciones Económicas. Sinn habla de un "fallo
anónimo del sistema". "…Y se quedan tan anchos", dice el
periodista.
Richard Fuld, el presidente de "Lehmann Brothers", ganó 500 millones
de dólares en los últimos ocho años. En 2007, los "brokers" y
"managers" de Wall Street recibieron varios miles de millones de
dólares en bonificaciones de Navidad, más dinero que todo el empleado en ayuda
a África, explica Veiel, que no recuerda la cifra concreta.
El "Kreditanstalt fur Wiederaufbau" (KfW) colocó 300 millones de
euros en "Lehmann Brothers". ¿Alguien le va a pedir cuentas? El banco
público BayernLB, que fue el primero en acudir al fondo del Gobierno alemán
para apoyar al sector financiero a finales de octubre, recibirá una inyección
de capital y garantías por valor de más de 30.000 millones de euros. El
BayernLB es propiedad de dos de las cajas más grandes del país, las Cajas de
Ahorro bávaras y del Estado de Baviera, con un 50%, respectivamente. El
presidente de Baviera, el cristianodemócrata Horst Seehofer, y el gobierno de
Baviera, tiene, entonces, algo que ver con los desastres financieros, incluidas
las muy dudosas inversiones en EE.UU., de ese banco. Pero Seehofer dice que no
tiene ninguna responsabilidad "personal" en lo sucedido. La culpa,
dice, es del "sistema". De nuevo, "un fallo anónimo del
sistema".
Tendría mucha más razón el ladrón que achacara su conducta a los "malos
ejemplos" recibidos en el degradado barrio de su infancia, o a su
desestructurada familia. Pero estos banqueros no salen precisamente de una
novela de Dickens, y carecen por completo del atenuante social que puede
esgrimir el vulgar ratero. Hasta el propio presidente alemán, Horst Köhler, un
ex banquero, admite que ya no puede fiarse de los banqueros…
Latín
"A mediados de los ochenta la prensa adoptó el neoliberalismo como dogma
de fe, sin la menor consideración critica", dice Klaus Staeck. "De
repente el informe bursátil se integró en las noticias con el mismo rango que
el parte meteorológico", recuerda. Junto con ello se adoptó un nuevo
idioma. Ya no había trabajadores y empresarios, sino "agentes
sociales". Un idioma en el que trabajadores y empleados se convertían en
"recursos humanos", y donde al despido libre, los salarios basura y a
la explotación, se les llamaba "desmantelar la rigidez del mercado de
trabajo", o "flexibilidad del mercado de trabajo", o
"aligerar los costes en recursos humanos". Al mismo tiempo se hablaba
de "economía real", lo que daba a entender que todos aquellos juegos
malabares con acciones y valores eran algo irreal y ficticio. Este nuevo latín
ha sido el vehículo de expresión de la religión neoliberal.
"El neoliberalismo es una ideología totalitaria, fundamentalmente
peligrosa para la democracia. La idea de que la "mano invisible" del
mercado todo lo decide y lo pone en su sitio es, además de religiosa, una idea
estúpida", dice Meyer. El papel de esa religión y de ese nuevo idioma fue
hacer pasar por última tendencia de la racionalidad económica, los presupuestos
tradicionales del pensamiento conservador. Lo que habría sido imposible de
vender, se vendió por el procedimiento de envolverlo en un nuevo latín,
incomprensible para la gente común. La economía quedó fuera por completo de la
comprensión de la población. Sin la colaboración de los periodistas, esta
religión no se habría instalado. La propagación, fuera de Estados Unidos y de
Inglaterra, del "periodismo económico", entendido como crónica de la
especulación financiera en latín, fue otro producto de los años ochenta. Sin
toda esta previa ceremonia de la confusión, lo ocurrido no habría sido posible,
opina Meyer.
"Cuando vemos la actual pasividad de la gente, ese "no podemos hacer
nada", ese sentimiento general de impotencia… eso es también una
consecuencia del lenguaje: nosotros, periodistas, la gente de los medios de comunicación,
no hemos proporcionado al público el lenguaje con el que hoy podría
defenderse", dice. "¿Acaso hay censura?", pregunta el moderador
Staeck, rozando la línea roja de la incorrección. "No es que te despidan
si escribes lo que no toca, pero hay unos marcos, que todo el mundo conoce y de
los que no se sale, un terreno de juego consentido", responde Veiel. Y
Meyer se rebela: "La prensa es muy poderosa, los periodistas podrían por
lo menos probar si son libres. La libertad hay que tomársela, ¿somos súbditos o
ciudadanos?". El público aplaude.
Una enfermedad más general
"¿Por qué no hay una investigación parlamentaria sobre todo lo que ha
pasado?", se pregunta Andreas Veiel. "No tenemos presiones en ese
sentido, ni de parte de la prensa, ni de parte de la clase política, hablamos
de estas cosas, expresamos nuestra rabia, pero sin consecuencias, hablamos
contra un muro", dice el cineasta.
La Canciller Angela Merkel ha dicho que "el gobierno se encargará de pedir
responsabilidades a aquellos que han hecho negocios irresponsables". Pero
no es el gobierno el que debería actuar: en un estado de derecho el poder
judicial debería ser el encargado, pero resulta que ante este "delito
capital" cometido por el Capital, la justicia es impotente.
Un sistema en el que la ciudadanía no tiene el más mínimo control sobre las
funciones, opciones y políticas económicas más básicas, significa que la
democracia también está en crisis, junto con las finanzas. Una justicia ante la
que sólo son responsables la gente de clase baja o media, y no los magnates
financieros, que sólo afecta a los pequeños ladrones y no a los grandes
especuladores, no es creíble. Si el sistema penal no puede castigar a los
fulleros e irresponsables que construyeron las pirámides del capitalismo de casino
y que han esfumado billones de euros, cuya desaparición va a repercutir ahora
en millones de personas, bajo la forma de peores servicios, peor educación,
peor sanidad, desempleo y estrecheces y sufrimientos varios, quiere decir que
hay una crisis también del sistema penal, dice Heribert Prantl, el brillante
columnista del "Süddeutsche Zeitung".
Una política económica que consiente las pirámides financieras de Wall Street o
las pirámides inmobiliarias españolas, está enferma. Un gobierno autonómico que
es incapaz de detener la enfermedad constructora, la quimera de las
"infraestructuras" y de los polígonos industriales en cualquier
municipio rural, sea en Baviera (donde eso no ocurre) o en Catalunya, es que no
gobierna, sino que se deja llevar por la corriente y es gobernado por los
poderes fácticos del ladrillo y el dinero fácil.
Un estado que no es capaz de gobernar esta situación, una clase política y unos
medios de comunicación que ni siquiera son capaces de diagnosticar lo que está
pasando -y lo que pasará-, una sociedad sin recursos ni vigor civil para
protestar y exigir justicia y responsabilidad por estas cosas, todo eso,
también forma parte de la crisis. "Un capitalismo destructivo tiene
consecuencias destructivas sobre la democracia", resume Prantl. Ya antes
de la crisis la democracia era una caricatura de lo que etimológicamente
contiene: poder del pueblo. El neoliberalismo ahora en crisis la ha convertido
en la caricatura de una caricatura