LUZ MELÁNCOLICA A LA IZQUIERDA
Artículo de Valentí Puig en “ABC” del 18 de septiembre de 2008
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
Lo que le pasa a la izquierda genérica es que ha llegado con retraso al entendimiento de la realidad de la globalización porque tardó demasiado en asumir la economía de mercado. En parte, todavía no la ha asumido porque con la crisis económica actual vuelve a darle las culpas al capitalismo. Tampoco ha sabido exactamente que hacer con la Unión Europea, porque al principio dudó de sus orígenes. Respecto a la inmigración, como se ve en España, se limita a copiar lo que haga la derecha. Por lo demás, la falta de luz al final del túnel es común a casi toda la izquierda europea, aquejada de deserciones en el electorado y en otros casos por el viejo fenómeno de las escisiones ideológicas, el clásico «glissement à gauche». Eso es constatar que las empresas imposibles generan melancolía. La aportación del zapaterismo consiste en afrontar la dura crisis económica empeorando la educación, en poner un campo de minas en los consensos de la transición y hacer laicismo. También usa el caro recurso de la Alianza de Civilizaciones: habrá que ver como se valora en el resto de Europa el «sí» fervoroso de Zapatero a Turquía.
Todo esto ocurre en el terreno de la acción política, con los ajustes más o menos felices que propugne el pragmatismo, mientras que en el aspecto de las ideas se da algo más de fluidez, a pesar de la inercia ideológica. Por diversos factores, Blair ha sido una estrella fugaz. No aparece un nuevo método de políticas redistributivas ni de recomposición del Estado de bienestar. Sólo prospera la alusión apocalíptica a la ofensiva neoconservadora o neoliberal, dos espectros inventados por la propia izquierda para utilizarlos como saco de arena para ganchos y fintas de boxeo. Ahora se espera todo de una victoria de Obama. Esta semana, en referencia a Europa, «Newsweek» habla de «izquierda coja». «Le Nouvel Observateur» habla del «año cero de la izquierda europea»: Marcel Gauchet recomienda al socialismo francés mirar el mundo tal como es en lugar de despreciar los miedos de las clases medias y de pedir a las gentes que renuncie a lo que son.
En Gran Bretaña, el «Policy Network» encabeza la reflexión sobre los horizontes de la social-democracia. ¿Fue la «tercera vía» insuficientemente modernizadora o modernizó en exceso? ¿Por qué razones lo que antes se llamaba voto trabajador ahora se desplaza hacia la derecha dura y populista? ¿Cómo explicar que no pocos votantes prefieran la izquierda neocomunista, también populista? Al proclamar Blair y Schroeder -hoy paladín de Putin- el manifiesto de la «tercera vía» allá en 1999, la socialdemocracia gobernaba en casi toda Europa. Ahora tan solo gobierna en Portugal, en Gran Bretaña -con gran retroceso- y en España, si es que Zapatero puede ser considerado un socialdemócrata.
En la autocrítica socialdemócrata destaca el líder del laborismo holandés, Wouter Bos. Dice que aquellos mecanismos tradicionales que en otro tiempo fomentaban la cohesión en nuestras sociedades se hacen menos atractivos o menos efectivos, siendo reemplazados por fuerzas que dividen en lugar de unir. La cohesión es un valor que solía ser conservador, más conservador que liberal. Ahora está a la alza, incluso en la izquierda, seguramente por influjo de los pensadores comunitaristas. En España, a la vista del paro masivo que llega, valdría la pena que la izquierda se ocupase más de la cohesión social que de ofensivas laicistas. De ahí, de la fragmentación y de la anomia, vendrán los riesgos para la sociedad española. Cada impulso que se da políticamente al multiculturalismo implica un paso atrás para la cohesión.
El líder laborista holandés remarca el lado oscuro de la globalización al tiempo que la ve como «perspectiva de prosperidad para los pobres y de libertad para los oprimidos». Son consideraciones que hacen suponer que lo que fue la izquierda europea todavía tiene energías para reconvertirse y ser de nuevo alternativa. En España, a la espera de la cosecha intelectual que promete la fundación «Ideas» del PSOE, Zapatero persiste en su ejercicio de la improvisación continua. Para el líder del socialismo español, gobernar es una especie de «gymkana». Al fin y al cabo, así ha ganado dos elecciones generales. Pero no parece que la socialdemocracia europea vaya a copiarle el antimétodo.