LOS POLÍTICOS PROFESIONALES SON LA
PEOR CASTA GOBERNANTE DE LA HISTORIA
Artículo de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 13 de noviembre de 2008
Por su interés y relevancia
he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Cuando la aristocracia perdió el poder al ser derrocada la
monarquía absoluta como régimen dominante, no fue sustituida en la gestión de
Estado por la burguesía, la clase emergente, que tuvo miedo y rechazó asumir el
poder, prefiriendo dedicarse a ejercer influencia y a sus negocios y asuntos
privados, sino por los "políticos profesionales", la nueva
"casta" que gobierna nuestras democracias, que ha resultado ser una
de las plagas más terribles de la historia humana.
Los profesionales de la política ni siquiera llevan dos siglos en el poder,
pero durante ese tiempo han demostrado ser, con mucho, la peor casta gobernante
de la historia de la humanidad. Su bautizo como grupo ya maduro para el poder
fue en la Revolución Rusa de 1917, cuando los bolcheviques, verdaderos
profesionales del poder, encabezaron el derrocamiento del zar y lo sustituyeron
por una dictadura más implacable, cruel e ineficiente, la encabezada por Lenin
y continuada por el asesino en serie Josef Stalin.
Desde entonces, las "fechorias" de la "casta profesional" son incontables: han deteriorado la democracia, que fue concebido como el mejor y el más justo sistema para la dignidad humana y la convivencia; han perdido el prestigio que siempre ha acompañado al gobierno; han deteriorado sus lazos con la ciudadanía, han destruído la confianza en el liderazgo, imprescindible para la armonía social, y han creado un liderazgo nefasto, propagador de la desigualdad, del privilegio y de la gestión corrupta de la cosa pública, que ha sido incapaz de solucionar ni siquiera uno solo de los grandes problemas de nuestro mundo: ni la violencia, ni la guerra, ni la pobreza, ni el hambre, ni la inseguridad, ni el miedo... Como consecuencia, el liderazgo global, el sistema democrático y la esperanza humana están hoy inmersos en una crisis peligrosa y de consecuencias preocupantes.
Comparada con la aristocracia, la nueva casta de "políticos
profesionales" es un verdadero desastre. Con todos sus defectos, la
aristocracia supo mantenerse en el poder durante más de un milenio, desde la
Edad Media hasta el siglo XIX, demostrando una portentosa capacidad de
adaptación a las circunstancias, dominando el sistema feudal, el pujante
comercio en el Renacimiento y hasta los primeros tiempos de la Revolución
Industrial.
Los aristócratas tenían la conciencia de ser una clase distinguida que daba
órdenes a los demás y que estaba sujeta a deberes y privilegios. Su código
giraba en torno a tres conceptos: rango, honor y herencia. Aristóteles los
aprobaba y los diferenciaba de su variante corrupta, la oligocracia, que vivía
del privilegio, pero sin honor y sin preparación para el liderazgo.
Conscientes de que eran un orden de gobierno privilegiado, supieron
"compensar" a la sociedad a través de valores que cultivaron
minuciosamente durante siglos: la preparación para el liderazgo, el honor y un
riguroso código de deberes como el carácter sagrado de la palabra dada y el
deber de promocionar a los que se destacaban en la sociedad.
Sus sustitutos, los políticos profesionales, los envidian y los imitan en el
fondo, pero se han convertido en oligarcas, a los que Aristóteles definía como
la versión corrupta de la aristoracia, no conocen el sentido del honor, ni
tienen preparación para el liderazgo, ni promocionan a los que destacan. Viven
para el privilegio, pero han sustituido el honor por la mentira y el engaño,
prefieren la sumisión esclava, a la que llaman "lealtad", a la
preparación para el liderazgo, y no promocionan a los mejores, sino a sus
compañeros de partido que aceptan someterse y doblegarse.
La aristocracia fue derrocada por la democracia porque su mundo estaba basado
en valores y principios, como el privilegio y la superioridad, que no pueden
tener cabida en el gobierno de los iguales, pero sus sucesores los están
haciendo buenos y añorados.
La democracia soñó con ser gobernada por los mejores, elegidos por los
ciudadanos, pero nunca por una casta profesionalizada y aferrada al poder cuyo
principal "mérito" es haber degenerado el sistema hasta límites
insospechados, sustituyendo la honorable y justa democracia por una
despreciable oligocracia, desigual e injusta.