GANAR LA GUERRA AL TERROR
Artículo de DONALD H. RUMSFELD. Secretario de Defensa de EE.UU. en “ABC” del 26/10/04
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Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
El mes
pasado conmemoramos el tercer aniversario del día en que los Estados Unidos
despertaron a un nuevo mundo, cuando unos extremistas mataron a miles de
personas inocentes en suelo estadounidense. Hace unos días fue el tercer
aniversario del inicio de la Operación Libertad Duradera, la fecha en que los
Estados Unidos decidieron llevar la batalla hasta los extremistas mismos, y
atacamos a Al Qaida y a los talibanes en Afganistán.
A tres años del inicio de la guerra contra el terrorismo global, algunos se
preguntan si hay más seguridad en los Estados Unidos y si el mundo está mejor.
Son preguntas razonables.
Pero primero, un poco de perspectiva histórica. Se ha dicho que esta guerra
global contra el extremismo será la tarea de una generación, una guerra que
podría durar años, como la Guerra Fría, que duró varias décadas. Ahora vemos a
la Guerra Fría como una gran victoria para la libertad. Pero nada era seguro ni
estaba predeterminado. Los cincuenta años de la batalla épica entre el mundo
libre y el imperio soviético estuvieron llenos de divisiones, incertidumbre,
dudas, retrasos y fracasos.
Incluso con nuestros aliados más cercanos hubo diferencias sobre política
diplomática, utilización de armamento y estrategia militar. Francia se retiró
del todo de la organización militar de la OTAN en los años sesenta.
En los Estados Unidos, periodistas y editorialistas cuestionaban y ponían en
duda nuestras políticas. Incluso hubo instancias en que los ciudadanos
estadounidenses vieron cómo se acusaba a su propio Gobierno de belicista y
agresor. Pero los Estados Unidos -bajo el liderazgo de ambos partidos políticos-
y nuestros aliados mostramos perseverancia y decisión año tras año. Las
estrategias variaron -desde la coexistencia hasta la contención, desde la
detente hasta la confrontación. Nuestros líderes siguieron enfrentándose a un
enemigo que muchos consideraban invencible, y a la larga el régimen soviético
cayó.
Esa es una lección que se ha tenido que reaprender a lo largo de las eras: la
debilidad lleva a no enfrentarse a los peligros que se van acumulando, lo que
aumenta los riesgos en el futuro, y que la victoria sólo llega al final para
aquéllos que se muestran firmes y decididos.
Desde el principio de este conflicto, ya resultaba claro que nuestra coalición
tenía que tomar la ofensiva en contra de un enemigo sin país y sin conciencia.
Hace poco más de tres años, Al Qaida ya era un peligro creciente. Su líder,
Osama bin Laden, estaba seguro y protegido en Afganistán. Su red se extendía por
todo el mundo y había estado realizando ataques en contra de intereses
estadounidenses durante años. Tres años después, más de las tres cuartas partes
de los miembros y socios clave de Al Qaida están detenidos o muertos. Osama bin
Laden está huyendo, muchos de sus principales colaboradores están tras las rejas
o muertos y sus líneas de apoyo financiero se han reducido.
Afganistán, que estuvo controlado por extremistas, ahora está dirigido por Hamid
Karzai, quien está a la vanguardia de los esfuerzos mundiales en apoyo de los
moderados contra los extremistas. Los estadios de fútbol que se utilizaban para
las ejecuciones públicas bajo los talibanes hoy se dedican de nuevo al deporte.
Más de diez millones de afganos, de los cuales el 41 por ciento eran mujeres, se
empadronaron para votar en las primeras elecciones nacionales del país.
Libia ha pasado de ser una nación que respaldaba terroristas y que en secreto
buscaba obtener capacidad nuclear, a una que renunció a sus programas de armas
ilegales y que ahora afirma que está dispuesta a reingresar en la comunidad de
naciones civilizadas.
La red de proliferación nuclear del científico paquistaní A.Q. Khan -que daba
asistencia letal a países como Libia y Corea del Norte- ha sido descubierta y
desmantelada. En efecto, Pakistán, que alguna vez se mostró favorable a Al Qaida
y al régimen talibán, bajo el presidente Pervez Musharraf ha unido su suerte a
la del mundo civilizado y es un aliado leal en contra del terrorismo.
La OTAN encabeza actualmente la Fuerza Internacional de Asistencia para la
Seguridad en Afganistán y está ayudando a entrenar a las fuerzas de seguridad
iraquíes -una nueva e importante responsabilidad «fuera del área». La ONU está
ayudando a preparar elecciones libres tanto en Afganistán como en Irak. Más de
sesenta países están trabajando de manera coordinada para detener la
proliferación de las armas de destrucción masiva.
Hace tres años, en Irak, Sadam Hussein y sus hijos gobernaban con crueldad un
país en el corazón de Oriente Próximo. Sadam intentaba regularmente matar a las
tripulaciones aéreas estadounidenses y británicas que hacían cumplir la zona de
prohibición de vuelos. Ignoró diecisiete resoluciones del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas. Pagaba recompensas de 25.000 dólares a las familias de
quienes llevaban a cabo atentados terroristas suicidas. Tres años después, Sadam
está preso, en espera de ser juzgado. Sus hijos están muertos. La mayoría de sus
colaboradores están bajo custodia.
Irak cuenta con una Constitución interina que incluye una Declaración de
Derechos y un Poder Judicial independiente. Hay consejos municipales en casi
todas las ciudades importantes y en la mayoría de los pueblos y aldeas. Los
iraquíes se cuentan ahora entre quienes pueden decir, escribir, mirar y escuchar
lo que quieran cuando quieran.
¿Ha habido retrasos en Afganistán e Irak? Por supuesto. Pero el enemigo no puede
ganar militarmente. Sus armas son el terror y el caos. Atacan cualquier clase de
esperanza o de avance con el fin de socavar la moral. Saben que si pueden ganar
la batalla de las percepciones, perderemos nuestra voluntad y nos iremos.
Estos son tiempos difíciles. Desde el corazón de Manhattan y Washington DC hasta
Bagdad, Kabul, Madrid, Bali y las Filipinas, se ha hecho un llamamiento a las
armas, y el resultado de esta lucha habrá de determinar la naturaleza de nuestro
mundo en las próximas décadas.
Hoy, como antes, el duro trabajo de la historia le corresponde a los Estados
Unidos, a nuestra coalición, a nuestros pueblos. Lo podemos hacer a sabiendas de
que el impulso de la historia humana es hacia la libertad, y que está de nuestro
lado.