LOS VALORES MORALES DEL SOCIALISMO

 

 Artículo de Jorge TRIAS SAGNIER  en  “ABC” del 08/11/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Con un muy breve comentario al final:

EL DESAFIO (L. B.-B., 8-11-04)

 

 

EN los Estados Unidos ha triunfado una opción moral con la que comulgan todos los que han votado a Bush y la mayoría de los que lo hicieron por Kerry. Como ha recordado Buttiglione, a este último le hubiese vetado el Parlamento Europeo por sus opiniones, aunque esto sea algo que los «progresistas» españoles no quieran reconocer. Ha triunfado una opción moral que consiste en el fortalecimiento de los valores tradicionales del cristianismo -un cristianismo abierto y multicolor con un pasado que hinca sus raíces en el judaísmo y en la historia de Israel- y en la unidad de la nación frente a la agresión de la guerra terrorista. Pero en la república de los bobos, que tanta influencia horizontal tiene en todos los medios de comunicación, aunque sólo en uno esté instalada de forma hegemónica, ahora se pretende que la victoria del presidente norteamericano se debe a la movilización de quienes fueron a las urnas sólo para defender sus valores morales, es decir, los valores conservadores. Como si la opción de invadir Irak y derrocar al tirano no hubiese sido una opción moral, mal que le pese a toda la izquierda europea y a algunos de sus compañeros de viaje «progresistas».

De todas formas, a mi me gustaría conocer cuáles son los valores que se preconizan desde el otro lado. Admitamos, aunque sea mucho admitir, que los valores morales del cristianismo son los valores conservadores, los valores que han dado a Bush la victoria y los valores que en España respaldaron casi diez millones de votos en las últimas elecciones, en suma, los valores con los que gobernó Aznar durante ocho años. ¿Cuáles son, pues, los valores morales del «progresismo»? ¿Qué criterios de conducta nos propone el socialismo? ¿Por qué motivos positivos, sin que le preceda un «no», podemos movilizarnos? ¿Qué quieren dejar como legado para nuestros hijos? Pero cuando intentas averiguar en qué consisten esos «valores» socialistas, o «progresistas», te topas con un panorama desolador, tan desolador y amoral -¡si al menos fuese un paisaje inmoral!- que comprendes como incluso algunos ministros, alcaldes o dirigentes socialistas comiencen a estar perplejos y hasta escandalizados. Los valores morales que se contraponen a los llamados valores conservadores pueden resumirse en lo siguiente: disolución de la idea constitucional de España; claudicación ante el terrorismo internacional; incumplimiento de los compromisos que el Estado adquiere frente a sus aliados; destrucción del concepto milenario de familia; transformación del matrimonio constitucional en matrimonio homosexual; conversión del derecho a morir dignamente por ese otro derecho a matar legalmente; o manipulación de los conceptos, convirtiendo los embriones en «pre-embriones», para justificar la clonación con motivos terapéuticos.

Todas estas propuestas disolutas pueden, como en un carnaval, divertirnos un rato. Pero quienes pretendemos legar un mundo mejor, ordenado y moral, el camino iniciado el 14 de marzo nos da la sensación -¡y ojalá sea sólo una sensación!- que conduce, si no somos capaces de corregirlo, inexorablemente, hacia el abismo.

 

Muy breve comentario:

 EL DESAFIO (L. B.-B., 8-11-04)

 

El desafío que plantea a  los socialistas la promoción de la libertad es muy complicado y arduo: deben defender la libertad y la democracia, y conseguir la mayor igualdad posible entre los seres humanos, transformando las estructuras esencialmente desigualitarias del capitalismo. Deben construir una democracia universal ---al ritmo que la realidad permita--- en la que la "virtud" republicana definida por Aristóteles, Maquiavelo o Rousseau predomine sobre el individualismo posesivo rampante e insolidario vigente en la actualidad.

 

Pero para construir un sistema político de estas características es preciso desarrollar una conciencia ética de base entre los ciudadanos en la que  el autocontrol, la abnegación, la valoración del esfuerzo, el trabajo y la educación como caminos para el  desarrollo humano, se constituyan en valores esenciales de la personalidad.

 

Es preciso inyectar en la sociedad el aprecio por la generosidad, el talento, la fraternidad y la obra bien hecha.

Es necesario orientar el rumbo del desarrollo humano hacia la igualdad y la solidaridad. Sin estas bases, las democracias irán para atrás, hacia el egoísmo desenfrenado, la decadencia moral e intelectual, el integrismo y la xenofobia, el cinismo político, el sectarismo, el oportunismo y la degradación política.

Estas afirmaciones, que para algunos pueden sonar a ingenuas, son muy realistas. Las democracias se hunden sin unas bases éticas de las que nazcan principios claros y firmes y acciones resueltas. Y la izquierda debe contribuir ---junto con la derecha, no lo olviden algunos "progres" autistas y aviesos--- a la construcción de ese orden moral básico, que tiene que orientar los cambios derivados del incremento potencial del control  del hombre sobre la naturaleza. La secularización, que reduce el ámbito de lo sagrado, debe ser compensada con más autoconciencia ética, a fin de evitar la autodestrucción. Y la conciencia ética puede originarse en las religiones tradicionales, en el sentido del misterio derivado del misticismo, o en la coherencia exigible absolutamente a los que creen en la libertad.

Es preciso desarrollar un esquema  desde la izquierda que vaya en  esta dirección.