HUNTINGTON Y LA TEORIA DEL CONFLICTO DE CIVILIZACIONES

 

UN ESQUEMA TEORICO DE INTERPRETACION DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Luis Bouza-Brey, 2-9-97

 

Huntington es uno de los politólogos norteamericanos más influyentes, no sólo en el ámbito de la Ciencia Política, sino en el de la política exterior norteamericana y de otros Estados.

El actual profesor de Harvard fue el artífice principal del vuelco producido a finales de la década de los sesenta en las teorías de la modernización, por medio de su famoso libro "Political Order in Changing Societies". En él, y frente al fracaso evidente por aquellos años de las expectativas de la "Alianza por el Progreso" y de los politólogos norteamericanos, de que la modernización y la democracia eran indisolubles, Huntington afirma que la modernización tiende a producir una movilización social que agrava los conflictos existentes o hace surgir otros nuevos. Por ello, para él, la modernización produce una crisis de institucionalización, que conduce a la inestabilidad política y al desorden, los cuales sólo pueden ser contenidos mediante regímenes autoritarios.

Con esta teoría, Huntington hace una crítica al etnocentrismo de las teorías políticas que confiaban en una democracia al modo norteamericano como método para impulsar el desarrollo del Tercer Mundo. Nuestro autor, por el contrario, sostiene que el mundo del subdesarrollo seguirá pautas sociales y políticas no occidentales para alcanzar la modernización.

Además de estos enfoques, que fueron relevantes en su momento dentro de la ciencia política comparativa, Huntington ha formado parte durante todos estos años de diversos "think tanks" de asesoramiento de la política exterior norteamericana.

Sus libros recientes de mayor importancia son "La tercera ola", de 1991 y "El choque de civilizaciones y la reconfiguración de la política mundial", de 1996, ambos publicados en castellano en la editorial Paidós.

 

Las ideas más importantes del último texto mencionado son las que intentaré analizar en este comentario, pues las considero sagaces, de alta capacidad analítica y muy influyentes en el ámbito de la política internacional, aunque también susceptibles de crítica en diversos aspectos relevantes.

La tesis básica de Huntington es que desde el final de la guerra fría, la caída del muro de Berlin y la descomposición de la URSS, se ha entrado en una nueva situación política mundial multipolar, en la que las civilizaciones constituyen el marco en el que se definen y articulan las percepciones, los conflictos, y las alianzas de la política internacional.

Utilizando sus propias palabras, "....Estamos asistiendo ´al final de una era de progreso´ dominada por las ideologías occidentales, y entrando en una era en la que civilizaciones múltiples y diversas interaccionarán, competirán, convivirán y se acomodarán unas con otras. Este proceso planetario de indigenización se manifiesta ampliamente en el resurgir de la religión que está teniendo lugar en tantas partes del mundo, y más concretamente en el resurgimiento cultural en países asiáticos e islámicos, generado en parte por su dinamismo económico y demográfico." ( pg. 112).

Para el autor que nos ocupa, las civilizaciones actuales son seis o quizá siete: la sínica, la islámica, la hindú, la occidental, la japonesa, la latinoamericana y, quizás, la africana.

Esta delimitación de las civilizaciones la realiza Huntington de un modo algo arbitrario --- ¿no es occidental Latinoamérica?--- e incluso contradictorio, pues después de mencionar las anteriores, en las páginas siguientes introduce la civilización ortodoxa como otra más, distinta a ellas, e integrada por los países de Europa Oriental dirigidos por Rusia. ¿Pero es que tampoco estos países son Occidentales?

A esta idea de la diversidad de civilizaciones, Huntington añade la tesis de que la modernización no es un proceso de occidentalización. Para él, Occidente fue Occidente antes de ser moderno.

La modernización, según nuestro autor, supone "industrialización, urbanización, niveles cada vez mayores de alfabetización, educación, salud y movilización social; y estructuras ocupacionales más complejas y diversificadas. La modernización es fruto de la tremenda expansión del conocimiento científico y tecnológico, iniciada en el siglo XVIII, que hizo posible el que los seres humanos controlaran y configuraran su entorno de maneras totalmente desconocidas hasta entonces" (pag. 79).

Y además, siguiendo con el hilo de su argumentación, Occidente se caracteriza por unos rasgos culturales únicos, que las demás civilizaciones no comparten en su conjunto, como son la separación de la autoridad temporal y espiritual, el individualismo, el pluralismo social, los derechos humanos, el imperio de la ley y la democracia.

Si a estas ideas se añade la tesis de Huntington de la decadencia de la civilización Occidental en la actualidad, con ello se completa y redondea la argumentación básica de su enfoque, en el sentido de que la crisis del mundo Occidental, percibida por el resto de civilizaciones, le hace perder el liderazgo y la hegemonía, impulsando el que cada civilización rechace a Occidente como modelo, busque sus propias vías de modernización y se enfrente a Occidente y a las demás civilizaciones en la arena mundial.

En la base de las tesis de Huntington se encuentra una forma de responder al difícil problema de cuáles son los elementos imprescindibles para alcanzar la modernidad. En este sentido, es cierto que puede haber modernización ---al menos en sus primeras fases---sin individualismo, sin algunos derechos humanos, sin democracia y sin imperio de la ley. Y, de hecho, así se produjo la modernización en Occidente en sus primeras etapas.

Pero lo que parece un requisito inexcusable es la secularización. En efecto, si la modernización es el proceso por el cual el hombre cambia su medio natural y social para adaptarlo a sus necesidades, por medio de la actividad intelectual y práctica, la conciencia no puede seguir atada a la tradición, o a unos dogmas ultramundanos constituidos por mandatos revelados de un Ser superior, e interpretados por una casta que hace la exégesis de los textos sagrados.

Este requisito de la secularización es un "handicap" fundamental para el Islam con su definición de la "sharia", camino o ley sagrada que ha de gobernar la vida de los individuos y la estructuración de la sociedad.

En fin, para concluir este argumento, la secularización cultural me parecen un requisito imprescindible para el inicio de la modernización. Y una vez que ésta avanza, promoviendo el pluralismo social y el nivel de vida de los hombres, las demandas de igualdad, derechos políticos, poder limitado y democracia tardarán más o menos en aparecer, pero aparecerán. Tiananmen en China, Jatami en Iran, o la designación de un "intocable" como Presidente de la India, son fenómenos que contradicen los presupuestos indigenistas del enfoque de Huntington.

Pero, continuando con la exposición del enfoque de Huntington en los puntos de vista que me parecen más relevantes, el autor afirma que las civilizaciones se articulan en diversas estructuras políticas:

1.- Los Estados miembros de cada una de ellas

2.- El Estado o Estados centrales de las diversas civilizaciones, como la República Popular China, la democracia japonesa o india, Estados Unidos de América o Rusia.

Estos Estados centrales constituyen el eje básico de las alianzas y el centro de dirección de cada una de las civilizaciones.

No obstante, existen civilizaciones sin Estados centrales, como sucede con el Islám, Latinoamérica o Africa, en las cuales se disputan o son candidatos para esta posición diversos sujetos políticos, como Irán, Turquía o Egipto; Sudáfrica; o Brasil y Argentina.

3.- Los países aislados, que no pertenecen a ninguna civilización, como Etiopía o Haití.

4.- Los países escindidos, donde coexisten grandes grupos pertenecientes a civilizaciones diferentes. (India, Sri Lanka, Malasia, Singapur, China, Filipinas, Indonesia)

5.- Finalmente, los países desgarrados, que son aquellos que tienen una única cultura predominante que los sitúa dentro de una civilización, pero sus líderes pretender desplazarlos a otra civilización distinta siguiendo la típica estrategia kemalista. Es el caso, para Huntington, de Turquía, Rusia, México, y los intentos de "asiatizar" Australia.

 

 

A partir de esta definición de las estructuras políticas de las civilizaciones, Huntington teoriza acerca de los conflictos típicos y probables derivados de ellas. Así, habla de "conflictos de transición", tales como la Guerra del Golfo y la de Afganistán, como fenómenos de transición entre la era bipolar de la guerra fría y una nueva era dominada por el conflicto étnico y las guerras de línea de fractura entre civilizaciones.

Otro tipo de conflictos ya existentes y cada vez más probables son, para Huntington, las "guerras de línea de fractura" entre civilizaciones, como sería el caso de Yugoslavia, entre la civilización occidental, ortodoxa e islámica; los conflictos del Cáucaso, entre la civilización ortodoxa e islámica, o los conflictos en la India, entre la civilización hindú y la islámica.

Finalmente, el conflicto más relevante sería el directo de "guerra de civilizaciones", como una guerra entre USA y China, por ejemplo.

 

Como decía al principio de este comentario, el enfoque de Huntington tiene un extraño carácter ambivalente: por un lado, parece útil y sagaz para interpretar determinados acontecimientos internacionales. Por otro, suena a algo tan rancio que, siguiéndolo, podríamos volver a las Cruzadas o a los conflictos previos a la era Moderna.

Desde este enfoque, en sus aspectos más rancios, podría darse por válida la interpretación de las relaciones internacionales hecha por Gaddafi en 1994, que el mismo Huntington cita, según la cual

 

"El nuevo orden mundial significa que los judíos y cristianos controlan a los musulmanes y, si pueden, después dominarán el confucianismo y otras religiones de la India, China y Japón...

Lo que los cristianos y judíos están diciendo ahora es: estábamos decididos a aplastar el comunismo, y Occidente aplastará ahora el islam y el confucianismo.

Ahora bien, nosotros esperamos ver una confrontación entre China, que encabeza el bando confuciano, y los Estados Unidos, que encabezan el bando cruzado cristiano. No tenemos justificaciones sino para estar predispuestos contra los cruzados. Estamos con el confucianismo y, aliándonos con él, y luchando junto a él en un solo frente internacional, eliminaremos a nuestro adversario común.

Así, nosotros como musulmanes apoyaremos a China en su lucha contra nuestro enemigo común...

Deseamos la victoria de China..." (Pag. 286).

 

¿A qué es debida esta ambivalencia del enfoque de Huntington?

En primer lugar, creo que acierta al señalar que la globalización derivada de la modernización pone en contacto a civilizaciones distintas que chocan entre sí, pero absolutiza en exceso las características distintivas de las civilizaciones, sin tener en cuenta el proceso simultáneamente unificador de la modernización, y el hecho de que la modernidad y sus rasgos más generales constituyen un objetivo asumido por la mayor parte de los países.

Por otra parte, mantiene una visión demasiado pesimista de la decadencia occidental, cuyo liderazgo no está acabado, y prescinde, por otra parte, del papel todavía muy relevante de los Estados en el sistema político internacional. Estados nacionales con intereses propios y distintos de los de otros países, por muy hermanos de civilización que sean.

En fin, me parece que el esquema de Huntington puede ser útil para explicar el comportamiento internacional en algunas zonas del planeta en las que la modernización se encuentra más atrasada y, quizá también, o principalmente, el comportamiento del mundo islámico, pero resulta insuficiente como teoría general de las relaciones internacionales en la actualidad.

Para terminar, haré una larga cita de las principales recomendaciones de Huntington a los líderes occidentales. Esta cita constituye la síntesis destilada de toda su teoría:

"...la principal responsabilidad de los líderes occidentales no es intentar remodelar otras civilizaciones a imagen de Occidente, cosa que escapa a su poder en decadencia, sino preservar, proteger y renovar las cualidades únicas de la civilización occidental. Puesto que los Estados Unidos de América son el más poderoso país occidental, sobre él recae mayormente esa responsabilidad.

Preservar la civilización occidental ante la decadencia de su poder redunda en interés de los Estados Unidos y los países europeos:

 

para conseguir una mayor integración política, económica y militar y para coordinar sus posturas a fin de impedir que Estados de otras civilizaciones exploten las diferencias entre ellos;

 

para incorporar a la Unión Europea y la OTAN a los Estados occidentales de Europa Central, es decir, a los países de Visegrado, las repúblicas bálticas, Eslovenia y Croacia;

 

para estimular la «occidentalización» de Latinoamérica y, hasta donde sea posible, el estrecho alineamiento de los países latinoamericanos con Occidente;

 

para refrenar el desarrollo del poderío militar convencional y no convencional de los países islámicos y sínicos; para retrasar la deriva de Japón alejándose de Occidente y su acomodo con China;

 

para aceptar a Rusia como el Estado central de la ortodoxia y como gran potencia regional con legítimos intereses en la seguridad de sus fronteras del sur;

 

para mantener la superioridad tecnológica y militar occidental sobre otras civilizaciones; y, lo más importante, para reconocer que la intervención occidental en asuntos de otras civilizaciones es probablemente la fuente más peligrosa de inestabilidad y de conflicto potencial a escala planetaria en un mundo multicivilizatorio (pgs.373-374).