LO MÁS PREOCUPANTE
Artículo de FRANCESC DE CARRERAS en “La Vanguardia” del 23/12/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
La OCDE ha elaborado el informe Pisa sobre el estado de la enseñanza en los
países que forman parte de esta organización internacional. Como se ha publicado
en la prensa de las últimas semanas, el sistema educativo español, en todos los
supuestos contemplados, ha quedado situado en la cola de la clasificación,
bastante por debajo siempre de la media y a gran distancia de los primeros
puestos. Todo ello es, sin duda, muy preocupante. Pero no es lo más preocupante.
Lo más preocupante es la reacción con la que han acogido estos malos resultados
nuestras autoridades educativas, tanto las correspondientes al Estado como las
de las comunidades autónomas. ¿Cuál ha sido esta reacción?
Han encajado el golpe con una total pasividad, sin ningún sentido autocrítico,
casi como si no les importara. Como única concesión, han llegado a admitir que
la inversión de los poderes públicos en educación era escasa y que en los
próximos años debía hacerse un esfuerzo para aumentarla.
En definitiva, que los problemas no eran de índole pedagógica, sino económica,
que las culpas no están en Educación, sino en Hacienda.
Ami parecer, ésta es una lamentable manera de esconder la cabeza bajo el ala y
no querer afrontar la realidad. Se trata, creo, de un diagnóstico errado,
profundamente errado. Todo problema complejo -y éste lo es- tiene causas
diversas. Es cierto que, en el caso de España, un factor importante de los bajos
rendimientos educativos son las insuficientes partidas presupuestarias. También
lo son otros conocidos factores sociales y culturales que no es momento de
enumerar. Pero pienso que ninguno de estos factores, ni siquiera el económico,
es el motivo principal de la crisis. Ami modo de ver, el motivo principal es la
filosofía que inspira todo nuestro sistema educativo. Ahí creo que está la raíz
de nuestros males.
¿Cuál es el rasgo principal de esta filosofía? En pocas palabras, podría
caracterizarse así: el saber, el adquirir conocimientos, no necesita esfuerzo,
sino sólo ciertas habilidades. Es decir, lo que la escuela debe suministrar no
son contenidos, sino métodos: no hay que aprender nada sustantivo, sino
simplemente hay que aprender a aprender.
Así, un estudiante debe limitarse a conocer los cauces a través de los cuales
pueda llegar a saber una cosa cuando tenga necesidad de ella. Por tanto, no hace
falta que la sepa previamente. Pongamos un ejemplo, exagerado, en el campo de la
geografía: no hace falta aprender cuál es la capital de Hungría, únicamente hay
que saber que ello te lo soluciona un buscador informático. Exagerando un poco
más, se trasmite a los jóvenes la idea que todo el saber está en el Google.
Ciertamente, el campo del saber es hoy tan vasto que algo de verdad hay en este
método. Es decir, hay que aprender a aprender.
Pero el sistema se convierte en perverso si, a la vez que aprendemos a aprender,
desechamos la necesidad de los conocimientos sustantivos, si consideramos que
únicamente basta aprender el método de adquirir conocimientos sin acompañarlo
del aprendizaje de los conocimientos mismos. Se subestima la memoria porque todo
está en el buscador y se desprecia el cálculo mental porque para ello están las
calculadoras. Pero sin ejercitar la memoria y el cálculo no se adquiere el
contenido de lo que debe conocerse y, sin saber la complejidad de un problema,
no puede uno llegar nunca a adquirir la capacidad de argumentar y razonar para
resolverlo. En definitiva, si conocemos el camino pero no tenemos prefigurada
una provisional e incierta meta, nunca conseguiremos encontrar lo que buscamos.
Pero este sistema pedagógico tiene otra consecuencia, aún más negativa: aprender
métodos es, ciertamente, fácil y entretenido. Necesita poco esfuerzo. En la
escuela, en el instituto y en la universidad, los estudiantes deben prepararse
para la vida en general, pero de forma muy especial para la vida profesional,
para adquirir las herramientas suficientes con las que ejercer después un
trabajo. Pues bien, si en los centros docentes las cosas son fáciles, si el
aprendizaje no requiere esfuerzo, se llega a creer que en el trabajo
profesional, en esta parte tan importante de la vida, tampoco el esfuerzo será
necesario. Con ir tirando será suficiente. Ahí es donde a los estudiantes se les
hace un mal favor. Un suspenso en los estudios evita, en muchos casos, un
suspenso en la vida profesional. Y aprender que la vida es dura, pero que este
problema no nos debe quitar el sueño si hemos adquirido los instrumentos
necesarios para afrontarla, es una de las principales lecciones, si no la
principal, que deben aprender los jóvenes tras pasar por la escuela, el
instituto y la universidad.
La OCDE ha suspendido a nuestro sistema de enseñanza. Nadie con conocimiento de
causa se ha sorprendido. Los suspensos, además, son sanos si ayudan a ref
lexionar y rectificar. Lo preocupante, en el caso que nos ocupa, es que las
reflexiones de nuestras autoridades educativas no parece que vayan a tener más
consecuencia, si es que tienen alguna, que el aumento de plantillas docentes y
partidas presupuestarias. En mi opinión, el mal es más grave, más profundo y
arranca de más lejos. Arranca de una necesaria renovación pedagógica iniciada en
los años sesenta que, si bien en su momento aportó cosas buenas, en la
actualidad hay que someter a revisión.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB