FUNDAMENTALISMO Y UNIÓN EUROPEA
Artículo de Juan Manuel DE PRADA en “ABC” del 22/11/04
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
LAS tres o
cuatro lectoras que todavía me soportan recordarán la ejecución sumarísima de
Rocco Buttiglione, a quien la prensa hegemónica caracterizó como un
fundamentalista homófobo y cavernícola. Una caracterización que choca con el
tenor de sus declaraciones ante la Comisión Europea que, convenientemente
manipuladas, provocarían su posterior defenestración. Preguntado por una
eurodiputada sobre cómo pensaba hacer compatibles la reprobación moral que le
merece la homosexualidad y su deber de combatir la discriminación de los
homosexuales, Buttiglione respondió, sin privarse de zaherir la incultura de su
inquisidora: «Debo recordarle a un viejo y quizás no completamente desconocido
filósofo, un tal Emmanuel Kant de Königsberg, quien hizo una clara distinción
entre moralidad y ley. Muchas cosas que pueden ser consideradas inmorales no
tienen por qué ser prohibidas. En política no renunciamos al derecho de tener
convicciones morales: yo puedo pensar que la homosexualidad es un pecado, pero
esto no tiene efectos en política, salvo que dijera que la homosexualidad es un
delito. De la misma manera, usted es libre de pensar que yo soy un pecador en la
mayoría de los aspectos de mi vida, pero esto no tendría ningún efecto en
nuestras relaciones como ciudadanos. Yo contemplaría esto como una inadecuada
consideración del problema de pretender que todo el mundo esté de acuerdo en
cuestiones morales. Podemos construir una comunidad de ciudadanos, incluso si
tenemos opiniones diferentes sobre cuestiones morales. Nadie puede ser
discriminado en razón de su orientación sexual. Esto está establecido en la
Constitución, y yo he jurado defender esta Constitución».
La argumentación de Buttiglione se nos antoja transparente. El juicio moral que
una determinada conducta nos merece es ajeno a su consideración legal. Así, por
ejemplo, el adulterio puede parecernos reprobable; pero no se nos ocurriría
pensar que un adúltero haya de ser despojado de sus derechos. También pueden
parecernos inmorales ciertos enriquecimientos obtenidos al amparo de la economía
de mercado; mas no por ello exigiríamos la derogación de la libertad de empresa.
Buttiglione reclamaba su derecho a profesar ciertas convicciones de índole moral
-seguramente discutibles, pero tan respetables como cualesquiera otras-, siempre
que no interfieran en su desempeño político; pero tal derecho le ha sido
denegado. La Unión Europea ha considerado que el ejercicio de una función
pública es incompatible con la libertad de conciencia; o bien que ciertas
«conciencias» no deben hallarse representadas en sus instituciones.
Naturalmente, si se niega el acceso a las instituciones a determinadas personas
en razón de sus convicciones morales, debemos entender que también se niega el
derecho de las personas con esas mismas convicciones morales a ser
representadas. La Unión Europea, en fin, está empezando a consagrar una
perversión del Derecho, que a partir de ahora sólo garantizará la expresión de
aquellas conciencias que se adecuen al discurso hegemónico, quedando excluidas
las demás. El legislador europeo introduce así una excepción o requisito previo
en el reconocimiento de los derechos, que a partir de ahora sólo acogerán a
quienes previamente hayan renunciado a sus convicciones morales. Este nuevo
fundamentalismo expulsa de la ley a los ciudadanos que profesan determinadas
convicciones morales de inspiración cristiana. Antes de que dicha expulsión se
consume sin ambages, esos ciudadanos de segunda que mañana quizá sean relegados
a la condición de proscritos tendrán una tímida oportunidad de rebelarse en el
próximo referéndum de la Constitución Europea. Espero que no la desaprovechen.