TEOLOGÍA
Artículo de Jon Juaristi en “ABC” del 24.09.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
UN discurso universitario impecable, el de Benedicto XVI en Ratisbona. No ha pretendido complacer ni divertir al personal. Me gusta su sentido de la etiqueta, pues la etiqueta es, como su nombre indica, una versión retórica y cotidiana de la ética. O sea, la ética revelándose en el detalle. Muy bien, Benedicto XVI. A las lecciones inaugurales hay que ir a eso, a sentar una tesis, no a caer simpático. El tiempo dirá si la Iglesia Católica ha ganado un gran Papa, pero no cabe duda de que la universidad perdió en su día un gran profesor.
Y no lo tenía fácil. No porque hubiese en el auditorio talibanes infiltrados, que no los había. Tampoco porque estuvieran al acecho unos cuantos periodistas zánganos en busca de titular, que estaban, sino porque se trataba de un auditorio de modernos, y hablar de teología ante semejante público resulta tan improbable como explicar óptica a una colección de topos disecados. Un profe normalito habría empezado por el chiste: «Como ustedes saben, Borges clasificaba la teología entre los géneros de la literatura fantástica». Un profe con más tablas habría sido artísticamente elusivo («Al abordar este género de la literatura fantástica...»), no por suponer que todos sus oyentes leen a Borges, sino por tener la certeza de que ya no es posible ser moderno sin reír el chiste. ¿Qué hizo Benedicto XVI? El colmo de la audacia: sacar al tonto (que San Anselmo llamaba insensato) en el discurso. Evocar al colega de Bonn que se quejaba de que, en su universidad, dos facultades se ocupasen de un objeto inexistente: Dios. Lo que equivale a decir: «No os lo voy a poner fácil, chistosos». Comienzo magistral de una lección histórica.
En más de un sentido, porque ha sido, ante todo, una lección de Historia. ¿Qué es la Teología? El encuentro de Atenas y Jerusalén, viene a decir Benedicto XVI. La pretensión, inaudita en la Alta Antigüedad, de que Dios es razonable y de que con un Dios razonable se puede razonar. Pretensión que no es cristiana en su origen, añado: surgió en el judaísmo helenístico. Como observa Benedicto XVI, el islam ha permanecido ajeno a dicha pretensión. Tampoco es que el judaísmo la desarrollara a partir del impulso inicial. El judaísmo optó por una hermenéutica de la Ley y no recuperó la Teología propiamente dicha, con su concepto fundamental de un Dios razonable, hasta la Reforma (judía), y eso por influencia de la teología cristiana (protestante), pero la idea estaba ahí, aletargada bajo dos milenios de discusiones talmúdicas. En el islam, ni estuvo ni se le espera, lo que ha tenido y sigue teniendo sus consecuencias -por qué evitar la palabra- trágicamente irracionales.
Pero la lección no concluye todavía. ¿Por qué la modernidad ha convertido la Teología en materia de chiste? El Papa ha estado grandioso en la concisión obligada de su respuesta. La modernidad no es antiteológica por defender la Razón, sino por su afán de mantenerla bajo mínimos. No rechaza la Teología porque deteste a Jerusalén (hasta Bin Laden dice amarla), sino porque odia a Atenas. No es la idea de Dios lo que la modernidad no ha podido soportar, sino la idea del Dios razonable. La modernidad es el resultado de la deshelenización de Europa y de su consecuente abandono a los dioses oscuros e inexplicables. Lo ha dicho Benedicto XVI en Ratisbona, Alemania, que no es como decirlo en Roma aunque signifique lo mismo, pues el contexto histórico cuenta también lo suyo (¿o acaso Juan Pablo II sonaba igual en Cracovia que en la Plaza de San Pedro?). Pero los chistosos decepcionados, como era de temer, han ido a estrellarse en el titular del zángano. O sea, en el refrito mutilado de la impecable teología de Manuel II Paleólogo sacada doblemente de contexto. De su contexto discursivo, la admirable lección de Benedicto XVI, y de su contexto histórico, la Constantinopla asediada por los guerreros de Alá, tan tolerantes ellos.