ANOTACIONES DE NAVIDAD Y MISTICISMO
Luis Bouza-Brey, 29-12-06, 18:30
Estos
días recibí la edición inglesa del libro de Andrew Harvey que cito a
continuación y comencé a releerlo, dándome cuenta de la importancia de este
texto, del que me permito hacer una larga cita de sus primeras páginas.
De todos
modos, uno va experimentando una transformación esencial en la concepción de
las cosas, aunque el punto de partida distinto y la visión científica de la
realidad le aproximan a uno a las mismas concepciones de la Realidad, pero
desde una mayor distancia y frialdad, derivada de la convicción de la necesidad
de aproximar razón y fe; ciencia y religión.
Curiosamente,
lo que biográficamente comenzó siendo una aproximación materialista al Todo, se
fue transformando, a medida que la Materia se disolvía conceptualmente en
Energía. Posteriormente, la duda se centró en si esa energía era espiritual o
no, concluyendo que tenía que serlo, al observar nuestro interior. En la
actualidad, uno oscila entre diversas concepciones acerca de las
características de esa Realidad espiritual y nuestras relaciones con la misma.
Para
clarificar esas cuestiones voy releyendo los filósofos idealistas como Platón y
Hegel, las tradiciones religiosas, desde las más deístas o panteístas a las teístas; y las experiencias místicas que Harvey y otros
autores reflejan en sus textos.
Y como
estamos en Navidad, y mientras me ocupo de asuntos más inmediatos y
parsimoniosos, como la lectura del informe Baker sobre Irak, permítanme
mostrarles las ideas de Harvey. Creo que merecen la pena.
Andrew Harvey: “El Camino
Directo”. Ediciones B Argentina SA, 2001, pgs. 47-49
"Si vamos a seguir el
Camino directo, ante todo debemos entender bien por qué estamos aquí, quiénes
somos y qué somos en realidad.
Las grandes tradiciones
místicas coinciden de manera asombrosa en sus respuestas a esas preguntas;
todas afirman, de diferente modo, que esencialmente somos chispas de la
Conciencia Divina que ha saltado de lo Divino, y que estamos en esta dimensión
para retornar a la unión consciente con el Supremo.
Así, para los místicos
budistas, el propósito de encarnar aquí es desvelar nuestra naturaleza innata
de Buda e ingresar en la posesión consciente de su atemporal paz, dicha, poder
y conocimiento que todo lo ve. Para los místicos hindúes del Gita y de los Upanishads, todo el significado de la vida humana reside en
hacer realidad la unidad esencial de nuestra alma individual, el atman, con Brahman, la realidad
eterna, esa conciencia sin tiempo, sin espacio y sin lugar de dicha y verdad,
que se manifiesta en todo lo que existe pero a su vez está más allá de toda
manifestación. Los sufíes místicos afirman que el ser humano tiene una relación
única con Dios porque Dios nos creó con sus propias manos, mientras que hizo
todas las otras cosas mediante la Palabra Divina y su fiat;
consideran que Dios, al crearnos, exhaló dentro de nosotros su propio ser,
introdujo en nuestra esencia más profunda un recuerdo de nuestro origen en él,
y ordenó que el propósito de nuestra vida en la Tierra fuese regresar con plena
conciencia al Origen, del cual somos hijos. Para los místicos cristianos, como Meister Eckhart y Teresa de
Ávila, el alma está dentro de un cuerpo y de la materia para emprender el
inmenso recorrido hacia una union, viva y consciente,
con el Cristo interior y su amor y conocimiento divinos. Para los taoístas como
Lao-tze y Chuang-tzu, todo
el universo es una manifestación del misterio de lo Innombrable —al que, por
una cuestión de conveniencia, denominan el Tao—; la persona que advierte su
propia naturaleza se da cuenta de su propia unidad esencial, en cada nivel, con
el Tao en su originaria paz, armonía y fecundidad ilimitada.
Cuando se considera la terminología
empleada por los distintos sistemas místicos, se ve claramente que todos se
refieren a la misma verdad categórica: que todos somos hijos de lo Divino y que
podemos descubrir esa identidad con nuestro Origen aquí en la Tierra y en un
cuerpo. Si bien cada uno de los sistemas místicos lo expresa de maneras
sutilmente distintas, ese darnos cuenta de que todos podemos acceder a nuestra
identidad esencial con lo Divino siempre se describe como no dual, es decir,
como una relación en la cual advertimos el hecho, categórico y glorioso, de que
nuestra conciencia fundamental es "una" con la Conciencia Divina
manifestada en todas las cosas, todos los mundos y todo lo que sucede. En otras
palabras, cada uno de nosotros es parte del Supremo que, cuando lo advertimos,
accede a una pura y no conceptual identidad de conciencia con el Origen del
cual provienen constantemente todas las cosas y todos los hechos.
Cada uno de los sistemas
principales tiene una manera distinta de caracterizar esta extraordinaria
verdad. En los Evangelios, Jesús dice: "El Reino de Dios está dentro de
ti". Los profetas de los Upanishads hindúes
describen ese despertar mediante tres breves frases interrelacionadas: tat tvam Asií, aham Brahmasmi
y sarvam Brahmasm, que
significan: "Tú eres Eso", "Tú eres Brahma" y "Todo lo
que existe es Brahma".
Nyoshul Khenpo
Rinpoche, un budista tibetano, describe así la
percepción no dual de la unidad esencial con todas las cosas:
Intensa y calma, sin
complejidad alguna,
pura y luminosa claridad
Tras la mente de ideas
conceptuales
está la profundidad de la mente
de los Victoriosos.
En esto no hay nada que
quitar
ni nada que deba agregarse.
Es simplemente lo
inmaculado
mirándose naturalmente a sí mismo
Rumi, un gran místico sufí, se
refiere de esta forma al misterio de esa unión:
El amor está aquí; es la
sangre de mis venas, mi piel
Estoy destruido; Él me ha
colmado de pasión.
Su fuego ha encendido los
nervios de mí cuerpo
¿Quién soy? Sólo mi nombre;
el resto es de él.
Ben Gamliel,
un místico judío, describe ese estado definitivo como
"la perfecta presencia
que proviene de estar en la Realidad".
Todas estas formulaciones
son apenas intentos de poner en palabras lo que no es posible expresar pero sí
experimentar; así lo ha sido durante toda la historia humana para millones de
indagadores de la verdad, en todas las tradiciones".