AQUÍ MANDO YO

 

 Artículo de Fernando Pérez en “ABC” del 25.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Todo el mundo conviene en que, a nada que se ponga, la realidad es capaz de superar a la ficción, incluso a la mejor, con más facilidad que Thierry Terror Henry a la defensa del Madrid. También es bien sabido que hay noticias que, bajo la aparente fachada de anécdota para el refocile colectivo, esconden síntomas reveladores y demoledores. A las dos categorías se acopla la información publicada esta semana y que dejaba constancia de que el Juzgado de lo Penal de Huesca ha condenado a abonar 140 euros de multa (pedazo castigo disuasorio, oiga), de los que sólo pagarán 88 (no tengo cambio, déjalo, tío, ya te pagarás unas cañas) a dos jóvenes de 29 y 24 años (si llegan a ser menores les dan una beca) que hace un par de semanas habían intentado «liberar» de una comisaría oscense a un amigo que había sido detenido unas horas antes por los disturbios que se produjeron ese fin de semana en la zona de disco-bares de la capital. El coleguita «raptado» solo había quemado un colchón de nada a las puertas de una vivienda. Malos humos estos maderos. Si es que no tienen humor. Que pena de penas. Ya no se lleva la justicia poética, se impone la patética.

Lo cierto es que la osadía de estos sandias, que parece un guiño cómico, aunque maldita la gracia, a «Río Bravo», no es un fenómeno aislado. Es más, da la impresión de que, tránsidos de transigencia, todo quisqui postadolescente es hoy un quinqui en potencia, mientras, obligada a ejercer su mando a distancia, la autoridad está deslegitimada, desanimada, desorientada... Seguramente, si el John Wayne de la película de Hawks viviera en este tiempo y en este lugar acabaría gastando su paga en un psiquiatra y, como sustitutivo del tabaco, que sólo podría mascar en la intimidad, rumiaría sus penas de sabor amargo. De cómo andaría el personaje de Dean Martin, mejor ni hablar.

El solemne progresismo de salón, tan afectado y afecto a los eufemismos, ha acuñado en los últimos tiempos el término incivismo para definir lo que toda la vida de Dios y/o Mahoma ha sido conocido y reconocido como el genuino espíritu vandálico, el gamberrismo de tarambanas, calandracas, cantamañanas y madrugadas. En el ideario del buen progre no hay inocentes ni culpas, sólo disculpas y víctimas: de la sociedad, de las circunstancias, del ambiente, de las duras coyunturas. Los chicos quieren diversión. Todo vale. Manos, mentes y tragaderas bien abiertas. Aquí manda el menda, guripa, así que tomemos la oficina del sheriff, que sale casi gratis.

Así nos va, y lo que nos viene... O asumimos con presteza que tolerancia no es sinónimo de indolencia o se acabará la película y los malos, empujados por esta necia inercia, irán ganando a este lado del Mississippi.