ZAPATERO NO SE ATREVE A LA REFORMA UNIVERSITARIA QUE PROMETIÓ
Artículo de Pascual Tamburri en “El Semanal Digital” del 19.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El PSOE llegó al poder en 2004
anunciando una reforma universitaria que no llega. Cabrera tendría que pisar
muchos callos para solucionar los problemas pendientes.
19 de mayo de 2006. Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo llegó al Ministerio de
Educación con los deberes ya hechos. La gestión de Sansegundo, aunque breve,
deja para el futuro el legado de la LOE, que reverdece la LOGSE en sus aspectos
más agresivos contra la enseñanza primaria y secundaria. Pero Zapatero logró el
poder prometiendo, además, una nueva política universitaria. Sin embargo, dos
años después sigue en vigor la Ley Orgánica de Universidades del PP, en medio de
un fárrago de decretos y normas administrativas; y ni se ha vuelto a la LRU de
Felipe González ni hay señales de una inminente reforma de la Universidad
española.
Para esta parálisis se alega el proceso de Bolonia, la convergencia europea de
los títulos de enseñanza superior. De hecho, las razones reales son muy
diferentes: España vive la agonía de un modelo universitario para el que desde
los prejuicios ideológicos de lo "políticamente correcto" no hay recambio.
Insisto y aclaro: no se trata de que no haya soluciones y alternativas, sino de
que los actuales gestores del sistema están vinculados indisolublemente a una
concepción ideológica de la Universidad que ya ha cumplido su ciclo histórico.
Primer problema: la mediocridad
Por desgracia algo he llegado a saber de la historia y la teoría de la
Universidad. Al escribir sobre la situación actual y futura del problema corro
pues el riesgo de aburrirles a ustedes con un alud erudito que estaría fuera de
lugar. Se me ocurre sólo una manera de alejar ese peligro, y es citar a un
crítico maldito de varios aspectos de la actual Universidad.
Pío Moa, a quien me refiero, incumple varios de los requisitos supuestos del
universitario, pues ni ha recorrido el cursus honorum establecido ni respeta las
formas hoy canónicas. Sin embargo cumple varias funciones que tendemos a suponer
universitarias –la investigación o la educación popular, por ejemplo- mejor que
muchos de sus adversarios togados. Moa llama, por su experiencia, "mediocre" a
la universidad española de 2006, demasiado ligada a una ortodoxia formal como
para hacer otra cosa, en el mejor de los casos, que producir algunos buenos
gestores de la fe revelada y muchos simples portadores de un título
insignificante. Y eso, en efecto, como todos los dogmas referidos a lo
inmanente, lleva a la mediocridad. Aunque lo diga Moa, señores catedráticos.
Una historia compleja que Zapatero no conoce
Ahora bien, no siempre ha sido así, porque de hecho la Universidad no siempre ha
tenido esta forma ni estas funciones. Forma y función han cambiado sin cesar
desde el siglo XI hasta el XXI, y el peor síntoma de lo que se vive en nuestras
aulas es precisamente que damos por hecho que la actual forma y las actuales
funciones son definitivas.
La Universidad ha sido siempre, esencialmente, en su núcleo, una comunidad de
docentes y discentes. Es decir, profesores y alumnos, unidos en la empresa común
de enseñar y aprender al más alto nivel y –en su origen- con la mayor autonomía.
A esta base se han ido añadiendo otras funciones, a veces complementarias, a
veces contradictorias: a lo largo de los siglos la Universidad ha pasado a ser
centro expedidor de títulos de estudio, centro de formación profesional,
depósito de prestigio y elevación elitaria, centro de investigación desde el
siglo XVIII, rama de la Administración del Estado desde el siglo XIX, mecanismo
de revolución social en el siglo XX y guardería en el XXI.
Para hacer tantas cosas y tan distintas, la Universidad ha ido cambiando de
forma, y sobre la libre comunidad inicial se ha construido un paquidermo
reglamentado, de autonomía oscilante, que ha ido adquiriendo el sesgo de una
covachuela burocrática y perdiendo su estilo de libre y luminoso Colegio. Y al
término de esos dos procesos –acumulación y cambio de tareas, cambio en las
formas- corresponde a un Zapatero que ignora tan singular historia decidir sobre
su futuro.
¿Qué quiere España de su Universidad?
No hace falta ser Álvaro d´Ors ni José Ortega y Gasset –ambos se ocuparon del
problema universitario de su tiempo- para entender que estamos ante un punto de
inflexión. A partir de los años 60 del siglo XX la izquierda asumió el control
ideológico de la Universidad en España, y progresivamente ha generado una elite
de gestores encumbrados pero desconectados de las necesidades reales del país.
Demasiado a menudo en estos meses vemos a los grandes budas académicos dar su
opinión sobre la futura reforma universitaria, pero casi nadie se pregunta por
las necesidades reales del país.
Si prescindimos del lastre, un sistema universitario, y el nuestro no es una
excepción, tiene hoy tres tareas esenciales: la formación de la población en
general (divulgando el saber de arriba hacia abajo mediante el sistema educativo
o a través de otras iniciativas culturales), la formación profesional específica
de los futuros graduados universitarios y la investigación sobre el objeto de
cada saber.
Dadas las prioridades economicistas impuestas a nuestra sociedad, los españoles
adultos piden de la Universidad que sea un centro de Formación Profesional
superior. Aunque sabemos que esta tarea no fue la primera y principal de la
Universidad histórica, debe tenerse en cuenta esto: se requieren graduados
capaces de colocarse rápidamente en el mundo laboral, es decir, saberes "útiles"
–un legado del siglo XVIII que no voy a adjetivar porque no quiero
escandalizarles a ustedes. Asumido esto, hay que añadir las demandas sociales de
los jóvenes, potenciales estudiantes: la Universidad debe ser un lugar ameno de
socialización, un espacio social jovial y jocoso que llene la adolescencia
tardía; y esto me parece mucho menos lamentable porque, como consecuencia de más
altos designios y nunca como prioridad, es algo que está presente desde hace mil
años.
Sin embargo, hay cosas que una Universidad orientada hacia esas dos demandas
sociales no puede hacer bien. Frente a la retórica ilustrada, hay que negar la
conexión necesaria entre docencia e investigación. La docencia "pura" medieval
no implicó investigación científica, y la docencia "profesional" actual tampoco
la requiere. La vida docente de la Universidad y su dimensión investigadora, en
una Universidad de masas como la que la izquierda cultural y el franquismo
político quisieron construir juntos, tienden a divorciarse. Ya sé que ustedes
tienen que negarlo en público, no les pido que me den la razón. Pero reflexionen
sobre esto.
Y las familias deben meditar bien otra contradicción. Un título universitario
obtenido en la Universidad minoritaria y elitista fue símbolo y garantía de
ascenso social. Hoy, con una Universidad masificada, adocenada, proletarizada,
en la que la igualdad de oportunidades se ha convertido en el acceso universal a
las aulas –y también a las cátedras, pero de la selección del profesorado no
quiero hablar-, un título no quiere decir nada. Cualquiera es licenciado,
arquitecto, ingeniero, doctor, sin que se le deban suponer elevadas cualidades
humanas. Señores, el prestigio social dejó de estar en la nobleza de la sangre y
ha dejado de estar en la nobleza de las letras: está en el dinero.
La hipocresía de la izquierda: la autonomía universitaria
Decía el otro día en estas páginas el profesor
Juan Cayón que la Universidad que Zapatero ha
entregado a Cabrera vive un momento de incertidumbre. Y no es para menos. Desde
hace unas décadas hay un "poder universitario" no democrático que se basa en la
siguiente contradicción: se ha mantenido una Universidad estatalizada en lo
estructural, es decir, un sistema universitario dominado por Universidades
públicas financiadas a ojos cerrados con fondos del Estado y dirigidas por
funcionarios escalafonados e inamovibles que nació con el viejo Estado liberal.
Pero a la vez se ha permitido a esos centros y a esos funcionarios, sin
renunciar a su posición, que reivindiquen la autonomía organizativa, es decir,
el derecho a gastar a su capricho el dinero de los ciudadanos y a nombrar sin
control externo funcionarios por cooptación, apelando a la libertad de cátedra
para que casi sólo se pueda enseñar desde paradigmas de izquierda.
¿Contradictorio? Mucho. Pero sobre todo ineficaz. Existen, es cierto,
Universidades "privadas", pero sólo sirven como demostración del problema y no
como solución. Porque naturalmente lo lógico es que se elija uno de los dos
caminos: si la Universidad quiere ser mantenida con privilegios debería
responder jerárquicamente ante el poder público que representa la voluntad
popular; y si en cambio quiere autonomía ha de ser con arreglo al esquema
medieval de autonomía total: libre elección de maestros y de contenidos, pero
también autofinanciación. Un desafío más para Zapatero.
Tres advertencias para Zapatero y para quien gestione una Universidad
De un doctor muy joven que debe ocultar su nombre: "No tengo palabras, aunque ya
nada me sorprende. Aquí hace ya tiempo que la excusa de qué pena dan estas
chicas tan majas ha servido de trampolín para las personas más mediocres,
situadas hoy a la cabeza del Centro, ideólogas de las nuevas líneas de (docencia
e) investigación de la Universidad. Sencillamente lamentable, no por parte de
estas pobres chicas, allá ellas con sus limitaciones, sino por parte de quienes
les dan el pase. Espero que ellos, los auténticos culpables, algún día sepan
cargar con su dosis de responsabilidad en todo esto, y si se quejan ahí
estaremos para recordárselo. Dentro de poco las veremos pasearse con sus
flamantes títulos probatorios del máximo grado académico conseguido a base de
graznidos, como ya ha ocurrido, para deshonra de nuestra profesión-vocación" .
De otro doctor, aún más joven, como se verá: "La cuestión es que mañana se
defienden los trabajos de investigación de los nuevos doctorandos, y yo estoy
por llamar a Mulder y Scully, porque la proliferación de tontos en este
Departamento está llegando al paroxismo. (…) Ya véis, aquí se podrá rodar en
cuanto yo me vaya El Planeta de los Simios, o igual mejor podrían rodarlo ahora:
yo haría de Charlton Heston y los demás ya os lo podéis imaginar".
Pero la Universidad sobrevivirá a Zapatero y a quienes han querido hacerse una
Universidad a su capricho sirviéndose de mediocres. "El dolor es inmenso cuando
uno comprueba con demasiada frecuencia que vocacionales profesores acaban ...
instalandose en la mediocridad." Pero como un universitario de cierta edad me
recordó en cierta ocasión, "Militia est vita hominis super terram" (Job 7.1).