MENSAJES CRUZADOS
Editorial de “ABC” del 28/09/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
EL vídeo
remitido por ETA al diario «Gara» no es, ni por su formato ni por su contenido,
una réplica improvisada a la presión del PNV sobre la izquierda abertzale en el
discurrir parlamentario del plan Ibarretxe. Se trata de una respuesta calculada
y meditada, una auténtica advertencia al nacionalismo, aunque sin amenazas, y la
única manera que tiene la banda terrorista de procurarle hueco a su decaído
frente «político» para poder negociar un acuerdo honroso con el nacionalismo
gobernante.
La escenografía del comunicado etarra podría transmitir la imagen de un
enfrentamiento de fondo entre ETA y el PNV, pero la discrepancia sigue siendo
táctica, ya ni siquiera estratégica, en torno al reparto de cuotas en el frente
nacionalista que quedó trabado en los Acuerdos de Estella. En definitiva, el
plan del lendakari es la versión legislativa de aquel deshonroso pacto de agosto
de 1998 por el que ETA, el PNV y EA se comprometieron a la creación «nacional»
de Euskal Herria, que obligaba a ambos partidos a «abandonar todos los acuerdos
que tienen con las fuerzas cuyo objetivo es la destrucción de Euskal Herria y la
construcción de España (PP y PSOE)». Por eso, el PNV no tiene autoridad moral
para reprochar a ETA estas incursiones verbales, porque fue su pacto de 1998 el
que puso de largo a los terroristas como interlocutores válidos para negociar el
futuro del País Vasco.
El guión de Estella se está cumpliendo con la fidelidad que demostró el
presidente del PNV, Josu Jon Imaz, en el Alderdi Eguna -Día del Partido-, a cuyo
discurso soberanista ni ETA ni Batasuna son capaces de poner objeción alguna,
salvo las que sean necesarias para salvar la precaria situación de la izquierda
proetarra. ETA sabe que el plan Ibarretxe no es, como dice en su vídeo, una
simple reforma del Estatuto, sino la estrategia para suplantarlo por una norma
confederal. También lo sabe Batasuna y, sobre todo, el PNV, que ha puesto a la
izquierda abertzale entre la espada y la pared; entre adherirse ahora
incondicionalmente, en el Parlamento, a la propuesta soberanista del lendakari o
esperar a su desaparición en unas próximas elecciones autonómicas a las que
probablemente no podrá concurrir por su vinculación endémica con ETA. Entonces,
la apelación al voto nulo podrá no movilizar a tantos militantes abertzales como
en las pasadas elecciones locales, si de ello depende una mayoría parlamentaria
absoluta y decisiva para aprobar en 2005 un texto que, dejando a un lado su
inconstitucionalidad y de su inviabilidad material, implica el ejercicio, al
menos teórico, del derecho de autodeterminación. El PNV y ETA conocen sus
dependencias recíprocas y juegan con ellas a los mensajes cruzados.