EL VATICANO CRITICA EL «FUNDAMENTALISMO LAICO» Y EL «TOTALITARISMO» DE ALGUNOS POLÍTICOS ESPAÑOLES
El Vaticano pide a los católicos españoles que eviten «la pasividad o la indiferencia ante los problemas culturales y políticos de la sociedad en que viven»
JUAN VICENTE BOO. CORRESPONSAL/ROMA.
Noticia en “ABC” del 13/10/04
Por su interés y relevancia, he seleccionado la noticia que sigue para incluirla en este sitio web. (L. B.-B.)
En un
lenguaje contundente, el Vaticano rechazó ayer ante numerosos miembros del
cuerpo diplomático los proyectos legislativos del Gobierno español y la
hostilidad a la religión de sus miembros más laicistas, que caen en el
fundamentalismo. El cardenal Julián Herranz, el prelado español con un cargo más
alto en la Curia romana, denunció el «fundamentalismo laicista» y el
«totalitarismo agnóstico» ante los embajadores de España en el Vaticano, Jorge
Dezcallar, y en Italia, José de Carvajal, así como numerosos representantes de
países hispanoamericanos.
El Vaticano escogió la festividad de la Virgen del Pilar en la Iglesia Nacional
Española para recordar ante una parte destacada del cuerpo diplomático la
exigencia de que el Gobierno respete los «valores éticos», formulada en tono
conciliador por el Santo Padre el pasado 20 de junio cuando recibió a José Luis
Rodríguez Zapatero en su primera visita como jefe del Ejecutivo.
Desde entonces, al maximalismo de varios proyectos legislativos sobre uniones
homosexuales, divorcio, clases de religión, aborto y eutanasia se ha añadido una
agresividad antirreligiosa en medios públicos y grupos de comunicación afines al
Gobierno, obligando al cardenal Herranz a advertir que «ninguna autoridad civil
puede legítimamente limitar» la enseñanza moral de los obispos.
En su homilía de la misa solemne en la Iglesia Nacional Española, el presidente
del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos aplaudió «la gallardía con
que la Jerarquía eclesiástica española está ejerciendo su magisterio dentro de
la más absoluta legalidad democrática» en un clima hostil debido al
«fundamentalismo laicista de algunos políticos y medios de información que
tratan de obstaculizar la dimensión social de la religión, que es parte del
derecho fundamental a la libertad religiosa».
Al servicio del bien común
Como primer respaldo explícito del Vaticano, el cardenal añadió que «las
observaciones críticas que los obispos españoles hacen con todo respeto a
determinados proyectos legislativos no se basan tan sólo en principios
religiosos sino en exigencias de la naturaleza humana y del matrimonio, al
servicio del bien común de la sociedad». El clima de acritud que hoy sufre
innecesariamente España ha sido exacerbado por «los partidarios del
fundamentalismo laicista y del totalitarismo agnóstico, que siembran confusión
calificando de falta de respeto a las instituciones públicas o a la soberanía
popular» la palabra de los obispos, igual que sucede en los Estados
totalitarios.
Al mismo tiempo que levantaba la «tarjeta roja» al Gobierno, el cardenal Herranz
recordó a los católicos españoles su vocación a iluminar «todos los ámbitos de
la vida diaria, no sólo familiar y profesional sino también social y política,
como acaba de repetir el Papa». Según el purpurado, los ciudadanos católicos
deben «evitar la pasividad o la indiferencia ante los problemas culturales y
políticos de la sociedad en que viven». Por eso pidió que, «en cualquier partido
político en el que militen», ya sea de izquierda, de derecha o de centro, vivan
las «lógicas consecuencias de su fe en sus actuaciones cívicas, culturales y
políticas». Para el Gobierno, es la hora de reflexionar. Para los católicos, la
de actuar.
La mano tendida de Juan Pablo II a José Luis Rodríguez Zapatero el pasado junio
ha tenido una respuesta decepcionante para la Santa Sede e incluso para muchos
de los 174 embajadores acreditados en esta especie de «Naciones Unidas» donde se
analiza continuamente no sólo la política exterior sino el modo en que cada país
respeta la libertad de conciencia y contribuye o no a humanizar la vida del
mundo. A la vuelta del verano, el centro de atención de muchos diplomáticos
hispanoamericanos pasó del «caso» Venezuela al «caso» España, que muchos daban
por resuelto después de la jovialidad demostrada por Zapatero durante su primer
encuentro oficial con el Papa.
El Vaticano evita al máximo criticar en público a naciones amigas, y España lo
es de modo muy especial desde que Juan Pablo II, un enamorado de los místicos
españoles, emprendió con un vuelo a la República Dominicana y México, dos
huellas significativas de España en América, el Pontificado más viajero de la
historia, que le ha llevado cinco veces a nuestro país, y durante el cual ha
salido al paso de cualquier acto de terrorismo que lo golpease. Por eso ha sido
más doloroso el tener que llamar seriamente la atención al segundo Gobierno
socialista el pasado mes de junio, cuando el embajador Dezcallar presentó sus
cartas credenciales, y el observar que en buena parte de los capítulos abordados
apenas ha habido sensibilidad. Aparte del bien de la sociedad española, el Santo
Padre valora el impacto cultural y social de nuestro país en América, tanto para
lo bueno como para lo malo.
La pasada semana, el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, presidente del
Consejo Pontificio de la Familia, calificó de «un paso triste» el proyecto
español de matrimonio homosexual. Italia y España son los países europeos más
afectados por el envejecimiento y la recesión demográfica. Los cambios en la
política familiar, que nunca fue generosa hacia los matrimonios con hijos,
pueden acelerar el declive.