OTRA VEZ EL SOCIALISMO VASCO

 

 Editorial de  “ABC” del 28.05.2003

Hasta que Patxi López, secretario general de los socialistas vascos, anunció ayer que no habría acuerdos globales con otras formaciones en el País Vasco y que su objetivo era tener «el mayor número de alcaldes socialistas posible», parecía que había quedado claro que el PSE no iba a pactar en ningún caso con la coalición nacionalista PNV-EA. Durante la campaña, Rodríguez Zapatero respondió con aparente indignación a los emplazamientos que le hizo Aznar para que aclarara si los votos del PSE iban a servir para formar gobiernos con los nacionalistas. Dijo que no. Sin embargo, no sólo el presidente del Gobierno sospechaba que la inestabilidad de la dirección del PSE ante el nacionalismo iba a aflorar tras las elecciones municipales y forales vascas. Movimientos cívicos tan cercanos y conocedores del socialismo vasco como ¡Basta ya! expresaron muy claramente sus temores en parecidos términos. Por algo sería.

Las palabras del líder socialista vasco reflejan un problema subyacente de diagnóstico. Y esto es lo más grave. Mucho más que la injustificada reclamación de la Diputación de Álava, a pesar de que el PP supera al PSE en cuatro junteros (16/12). En el análisis de López sobre las razones que justifican su negativa a proponer un pacto general con el PP no es reconocible la situación actual del País Vasco. Las opciones que López maneja, distintas de pactar con el PP, le llevarían a entenderse con los partidos nacionalistas, con IU o con todos ellos. Es decir, con los firmantes del pacto de Estella, que son también los responsables de la política de fractura constitucional abierta desde 1998. Poco oportuno en el día en que los nacionalistas han desobedecido el auto de disolución de Sozialista Abertzaleak.

La dirección del PSE sigue pecando de un exceso de voluntarismo -abocado a la frustración- al pretender que la agenda política vasca sea otra, más cómoda para su afán por la transversalidad. Pero esa agenda viene dada por las fuerzas mayoritarias nacionalistas y está centrada en el proceso soberanista que Ibarretxe solemnizó con su plan de nación libre asociada, en el que las instituciones municipales y forales tienen una responsabilidad movilizadora fundamental. Recuérdese que fue una asamblea de electos municipales (Udalbiltza) el primer organismo político de la construcción nacional vasca diseñada en el pacto de Estella de común acuerdo con ETA. En los Ayuntamientos y en las Juntas Generales también hay que defender la Constitución, como en el Parlamento o en la calle.

LA democracia vasca, lamentablemente, se está jugando en todo los campos y con estas reglas. Para cambiarlos no surtirán efecto alguno los desenfoques en los que incurre el socialismo vasco, porque le privan de cualquier capacidad real de influencia y confunden irresponsablemente sobre sus prioridades, para gozo del nacionalismo. El cambio político en el País Vasco sigue dependiendo de que se consolide definitivamente la alternativa constitucional entre PP y PSE. Pero sólo se logrará si se ambiciona sinceramente, si existe en el socialismo vasco una voluntad real y estable de desbancar al actual nacionalismo para instaurar un gobierno que recupere el consenso estatutario y la convivencia plural que se ha expresado en las urnas. Para este objetivo el único aliado es el PP.

POR eso, nada puede satisfacer más al PNV que los movimientos estériles del PSE a su alrededor. Ni apartan al nacionalismo de su rumbo, ni refuerzan una alternativa. Sólo sirven para zarandear lo que su partido pactó con el PP en el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo, en cuyo preámbulo se afirma que «la ruptura del pacto de Estella y el abandono de sus organismos constituye para el PP y el PSOE un requisito imprescindible para alcanzar cualquier acuerdo político o pacto institucional con el PNV y EA». No hay congruencia entre las incertidumbres que ha sembrado la dirección socialista vasca y la claridad de este compromiso entre PP y PSOE.

Rodríguez Zapatero no tiene que esperar a que Aznar le emplace nuevamente, porque el problema ya lo tiene planteado; ni bastará entonces con invocaciones en voz alta a su lealtad con la Constitución y al apoyo dado al Gobierno en la lucha antiterrorista, lo que nadie le cuestiona. Pero hace falta algo más, que es de su responsabilidad directa: que la acción política de su partido en el País Vasco deje de perderse en el corto plazo y se encauce definitivamente por la alternativa constitucional con el PP.