RECORDATORIO

 

 Artículo de JOSEBA ARREGI en “El Correo” del 21/02/2004

 

Cada vez que ETA irrumpe en el transcurrir de la vida social y política se produce algo parecido: unanimidad en la condena de lo que ETA es y significa; teorías e interpretaciones varias y variadas sobre las intenciones de ETA, sobre la razón de la irrupción concreta de que se trate, la finalidad que persigue con ella; y la desunión de los partidos políticos, pidiendo cada uno que sea el otro el que haga algo, cruce de acusaciones mutuas, descalificaciones de todo tipo. Una maraña ensordecedora, cegadora y generalmente inútil del todo.

Cuando la situación se vuelve confusa, cuando el ruido que producimos es tal que nos impide entender nada, puesto que no oímos nada, suele ser conveniente volver la mirada a lo fundamental, no olvidar cosas básicas, tratar de recuperar el norte, y no mezclar todo de nuevo para que en la vorágine todo se oculte más fácilmente, todo se olvide con la mayor rapidez posible.

¿Cuál es la meta que pretende alcanzar ETA? Una sociedad vasca homogénea en el sentimiento de pertenencia exclusivo a la nación vasca como incompatible con cualquier otro sentimiento de pertenencia. Por eso mata, y mata a quienes, de una u otra forma, representan un obstáculo en la consecución de ese fin. Porque no tienen sitio, ni ellos ni lo que representan, en el proyecto que es la razón de ser de ETA, la nación vasca. ¿Qué quiere ETA? Construir esa nación vasca basada en la homogeneidad del sentimiento de pertenencia. ¿Quiénes son los enemigos de ETA en el camino para alcanzar ese fin? Los que dentro de la sociedad vasca son testimonio de la no homogeneidad de la misma en el sentimiento de pertenencia, y los que, supuestamente desde fuera, son la garantía de la libertad de quienes se sienten pertenecientes a distintos ámbitos de decisión, plurales en su propia identidad: España, el Estado español, y en alguna medida el Estado francés.

¿Qué dice la verdad de las víctimas, la objetiva, la inscrita a sangre y fuego en ellas por la intención de quien las constituyó víctimas, ETA? Que no puede haber una institucionalización de la sociedad vasca que responda al proyecto de ETA: ni con ETA ni sin ella, ni con violencia ni sin violencia.

¿Se puede plantear la plurinacionalidad del Estado, de España? Evidentemente, pues no sería más que la constatación de un hecho. Tan absurdo es negar que España sea una nación, para dejarla en ser sólo un Estado, como muchos han pretendido y pretenden, como negar que existe una nación vasca, una nación catalana... Pero de la misma forma que es preciso reclamar el reconocimiento de la España plural, de la España plurinacional, es necesario reclamar, repetir, recordar -también teniendo en mente a ETA y a las víctimas que instaura- que la nación vasca, la nación catalana, la nación gallega son, a su vez, plurales en su propio interior. Si es preciso, conveniente y necesario hablar de España como Estado compuesto, en igual medida es necesario, conveniente y preciso hablar, con todas sus consecuencias, de Euskadi, de Cataluña, de Galicia como sociedades compuestas en el sentimiento de pertenencia nacional.

¿Se pueden reformar los estatutos de autonomía? Evidentemente. Como alguien ha podido escribir, las leyes ordinarias no contemplan su propia reforma, pues se da por supuesto y se puede proceder a ello sin ningún límite, ni de procedimiento ni de algún otro tipo. Sin embargo, los estatutos de autonomía sí prevén su propia reforma para regularla, indicando con ello que no son leyes normales, que los cambios a los que están sujetos tienen que cumplir determinados requisitos. En lo más importante: los estatutos no se pueden reformar para negar su naturaleza de pacto, interno y externo.

Lo mismo sucede con la Constitución. Por supuesto que es reformable. Siguiendo sus propias normas, redactadas precisamente porque se parte de la estabilidad intrínseca debida a las normas fundamentales, que en otro caso dejarían de serlo. Lo que no es posible es una reforma que conlleve su propia anulación. Lo que no es posible es una reforma de la Constitución que se deshaga de sí misma.

No solamente es posible hablar de la España plural. No solamente es posible hablar de la España plurinacional. Hablando siempre de la Cataluña plural, de la Euskadi plural en el sentimiento de pertenencia mismo. El Estado es un Estado compuesto: no por yuxtaposición de elementos extraños entre sí, sino porque están mutuamente imbricados. Y eso es quizá lo que no queda claro en muchos discursos. De la misma forma que tampoco queda claro que en la cohesión territorial que forma el eje estructural de otros discursos tenga cabida suficiente la pluralidad de España. Se puede cohesionar hasta el punto de la uniformización. Y se pueden reformar los estatutos y la Constitución hasta el punto de que el Estado no sea más que una referencia residual, sin poder, sin capacidad de cohesionar, sin capacidad de sostener ni la más mínima identificación.

¿Se hace utilización partidista de todos estos temas? Por supuesto. Unos directamente estrujando todas las posibilidades de errores ajenos. Otros por necesidad de plantear sus diferencias para con los uniformizadores. El debate está presente. Los responsables directos son los que cometen los errores, que en política nunca son excusables recurriendo a la mejor o peor intención subjetiva.

Pero para que nadie utilice estas cuestiones, para que la postura contra el terrorismo, que se debe dar por supuesta en todos los demócratas a condición de que se sometan a la exigencia de responsabilidades no por sus intenciones, sino por las consecuencias de sus palabras y de sus acciones; para que el debido diálogo entre todos los partidos que están a un lado de la línea divisoria marcada por el terrorismo sea posible, cada uno tendrá que reconocer sus errores, sin rebajarlos, tomándolos en toda su seriedad: el PP, su utilización partidista del terrorismo, de las víctimas, de la unidad de España y del Pacto Antiterrorista, en especial para no dejar ni respirar al PSOE y para tener a los nacionalismos metidos en un rincón en el que es fácil deslegitimarlos. El Partido Socialista, sus vaivenes, su falta de coherencia interna, su incapacidad para dotar de contornos claros, visibles y creíbles a su discurso de la España plural, su obsesión por diferenciarse en todo y a toda costa del PP, su tendencia a declarar todo lo que no concuerda con su visión de la España plural como residuo franquista, como franquismo redivivo, por dar a entender que ser de derechas es intelectual y moralmente ilegítimo.

El PNV tiene que enfrentarse definitivamente con su pasado de Estella/Lizarra y de acuerdos con Batasuna y con ETA. No basta con decir que quizá se exageraron algunos aspectos, que quizá fue una equivocación. Fue algo más: una traición a la sociedad vasca en la medida en que partía de una división radical de la misma, con una mitad, la no nacionalista, que no merecía consideración política alguna. El PNV tendrá que volver a plantearse que la convivencia con España no se deriva de elementos secundarios, sino de la realidad primaria misma de que, por la pluralidad de sentimientos de pertenencia, España es algo interno a la sociedad vasca, y que por eso la cuestión de la convivencia primero es una cuestión interna a la sociedad vasca.

Si se dice que Dios escribe derecho con líneas torcidas; si se dice que la Historia está guiada por el engaño; si se dice que muchas veces en la Historia se ponen de manifiesto consecuencias contrarias a las que buscaban los actores de esa misma Historia, quizá nos cabe aún la esperanza de que las actuaciones esperpénticas del aprendiz de brujo Carod Rovira salga algo tan bueno como recordar lo planteado en las reflexiones que anteceden. Sería la mejor consecuencia política, la más profunda, de todo el embrollo que nos ahoga estos días.