DEFENSA DE LA SOCIEDAD VASCA
Artículo de JOSEBA ARREGI en “El Correo” del 26-9-04
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Ha llegado la hora de la verdad. Con el debate
de política general se ha iniciado el curso parlamentario. El último de la
presente legislatura. Se ha iniciado un periodo parlamentario que el lehendakari
ha definido como ilusionante y transcendente. Se decide el futuro del plan
Ibarretxe. Se decide si tiene o no perspectivas de ser aprobado, de seguir
adelante, o si está abocado al bloqueo, si la política vasca está destinada a
gestionar el bloqueo y el fracaso del plan Ibarretxe.
Pero ha llegado la hora. No es aceptable que quienes han estado predicando tanto
tiempo que el plan salía como fuera, que los plazos para la consulta popular
estaban tasados, que el plan, al contar con el apoyo de la mayoría de la
sociedad vasca, sólo tenía un camino, el de su puesta en práctica, y en esta
legislatura, vengan ahora a decir que si ahora no, quizá en dos años, o en
siete, o quién sabe cuándo. No es aceptable que ahora vengan diciendo que por lo
menos ha servido para que se hable de la reforma del Estatuto. No es aceptable
que quienes apostaron a la grande con un órdago, ahora digan que se trata de un
envite a la chica, y con rebajas.
Ha llegado la hora. La sociedad vasca no puede estar pendiente, paralizada por
más tiempo de si plan sí o plan no. Si hay votos en el Parlamento vasco y en el
Congreso, adelante. Si no los hay -y conviene recordar que para el nombramiento
de los directores y presidentes de algunos órganos administrativos o
para-administrativos se requiere mayoría cualificada, conviene recordar que la
definición política de cualquier sociedad nunca se lleva a cabo por mayoría de
votos ciudadanos, sino por refrendo de acuerdos y pactos previos- que se retire
y a otra cosa.
La sociedad vasca existe como sujeto político gracias al pacto estatutario. El
acuerdo de quienes piensan Euskadi desde una perspectiva nacionalista y de
quienes la piensan desde otra perspectiva es lo que permite que exista la
sociedad vasca como sujeto político: con un Parlamento, con unas competencias
administrativas, con un poder político, con un Gobierno, con una policía, con
competencias fiscales.
Alguno puede pensar que, con el plan Ibarretxe, la realidad de la sociedad vasca
como sujeto político no se pone en cuestión. Que eso es algo ya conseguido, algo
hecho. Que de lo que se trata es de elevar lo que se tiene a una nueva
categoría. Pero no se dan cuenta de que lo sustancial del plan Ibarretxe no
radica en reclamar alguna competencia nueva, en exigir la posibilidad de una
representación propia, una voz propia en Europa. Lo sustancial del plan
Ibarretxe reside en la voluntad de construir la sociedad vasca como sujeto
político desde la voluntad, que se supone mayoritaria, de los nacionalistas,
dejando de lado, dejando atrás, la construcción de la sociedad vasca por medio
del pacto, por medio del compromiso, por medio de renuncias mutuas. Y esta nueva
apuesta rompe la sociedad vasca. No la conserva para elevarla a una nueva
dignidad. La destroza como sujeto político.
Algunos nacionalistas siempre han tenido problemas con el pacto, con el
compromiso que supone el Estatuto. Les parece algo impuro. Les parece renuncia a
la verdadera esencia de la nación vasca. Creen que es un mestizaje no sólo
cultural, sino político, un mestizaje que daña el núcleo mismo del ser vasco, de
la nación vasca. Y para reconquistar de nuevo esa verdadera esencia del ser
vasco, para volver a la pureza de la expresión del pueblo vasco, creen que es
necesario denunciar el pacto, denunciar el compromiso, denunciar las renuncias,
para dar el paso definitivo a la pureza, a lo que sería la manifestación
política de la verdadera esencia de la nación vasca.
No sólo no se dan cuenta de que lo mejor en general es enemigo de lo bueno, de
que ese dicho se cumple perfectamente en la cuestión de la sociedad vasca, sino
que están dispuestos, en nombre de un ideal metafísico, a renunciar a la
realidad concreta existente de la sociedad vasca actual. Cumplen perfectamente
lo que algunos analistas denominan como comunidades autodestructivas: en busca
de tanta pureza, se autofagocitan por medio del mecanismo de producir en su
propio seno enemigos permanentemente.
La defensa del Estatuto de Gernika no es la defensa de una letra muerta. No es
la defensa construida sobre el inmovilismo. No es la incapacidad de cambio. Es
la defensa de la sociedad vasca, de la real existente, no de una imaginada a la
que se deben someter todos, quiéranlo o no. La defensa del Estatuto de Gernika
es la defensa de la cultura de pacto, de la cultura del compromiso. Es, en el
mejor, más profundo y práctico sentido del término, defensa de la cultura del
diálogo: no existe tal si uno se queda siempre con su verdad pura y no admite la
verdad, la parte de verdad del otro, para lo cual tiene que limitar la
pretensión de su propia verdad. Sólo en estas condiciones se puede dar diálogo.
El Estatuto de Gernika es diálogo institucionalizado. Su denuncia, la
proclamación de la muerte del Estatuto, es la renuncia al diálogo, es la
manifestación de la voluntad de monólogo: yo conmigo mismo, para mí mismo.
La defensa del Estatuto de Gernika es la defensa de la pluralidad, de las
identidades plurales y complejas, la defensa del bilingüismo, la defensa de las
culturas que componen la cultura vasca. No es cuestión de defender una
competencia u otra. No es cuestión de sacralizar un articulado legal concreto.
Se trata de algo más importante: de si los vascos nos podemos fiar unos de
otros, aunque sintamos distinto, y de si fiándonos unos de otros podemos
convivir, enriquecernos, mejorar, ser mañana más de lo que somos hoy.
Defender el Estatuto de Gernika es defender la sociedad vasca con todos los
elementos que la constituyen. Es defender la historia vasca, integrándola, sin
renunciar a sus más importantes elementos. Es defender el euskera, sus
oportunidades actuales y de futuro sabiendo que constituye un elemento
patrimonial que junto con el castellano conforma la cultura de los vascos. Sin
la cultura de pacto, sin la defensa de la sociedad vasca realmente existente, la
sociedad vasca se rompe en lenguas distintas, en culturas distintas, en
sentimientos contrapuestos y todos los que quisieran participar de distintas
identidades, de distintas lenguas, de distintas culturas, que no quieren
renunciar a ninguna de ellas, quedarían huérfanos, porque desaparecería la
sociedad vasca.
Defender el Estatuto de Gernika significa librarse de la hipoteca de ETA, de la
hipoteca de la violencia terrorista. Hasta hace poco muchos ciudadanos vascos
creían en el mito de la imbatibilidad de ETA. Ahora la mayoría de los mismos ha
interiorizado que ETA es batible, que se puede acabar con ETA. Puede seguir
haciéndonos daño, pero el mito de su imbatibilidad, la principal fuente de su
fortaleza, ha desaparecido. Nos hemos librado de la hipoteca que suponía su
presencia para la política vasca. Aunque haya aún algunos que quisieran
perpetuar esa hipoteca.
Si algo ha pretendido ETA ha sido acabar con el Estatuto de Gernika, acabar para
siempre con la cultura de pacto, de compromiso, de renuncias mutuas que
implicaba el Estatuto. ETA odiaba el Estatuto, ha odiado las instituciones
surgidas de él, ha menospreciado y vilipendiado todo lo relacionado con el
Estatuto. Y ha asesinado a muchas personas simplemente por representar, de una
forma u otra, el espíritu de pacto, la cultura de compromiso, el mestizaje que
implica el Estatuto de Gernika.
¿Queremos construir la sociedad vasca, definir institucionalmente la sociedad
vasca en la línea de lo que ETA ha buscado con su violencia terrorista, en la
línea de acabar con la cultura de pacto, con la cultura de compromiso, con la
cultura de renuncias mutuas? ¿O queremos construir la sociedad vasca, queremos
definirla institucionalmente en la línea de lo que representaban las víctimas de
ETA, los asesinados por ETA, en la línea del mestizaje, de la impureza -bendita
impureza que supera la pureza siempre estéril-, en la línea del reconocimiento
mutuo con la implicación de saber limitarse, saber particularizarse uno mismo
para dar cabida a los otros?
A pesar de que en su día la sociedad vasca acertó al apostar por la vía del
pacto y de la cultura del compromiso, la brutal presencia de la violencia
terrorista ha condicionado la política hasta el punto de hacer dudar a más de
uno de la corrección de la apuesta realizada en su día, de la voluntad
manifiesta, estructurada e institucionalizada de la sociedad vasca de caminar
por la vía del pacto. Es el momento de ratificar el pacto del que depende que la
sociedad vasca siga existiendo como sujeto político. No se trata ni más ni menos
que de defender la misma sociedad vasca puesta en peligro por la violencia
terrorista en su propio núcleo. Se trata de reafirmar la sociedad vasca que ha
estado amenazada durante todos estos años por la violencia terrorista de ETA.