ALGO ESTÁ PASANDO
Artículo de KEPA AULESTIA en "El Correo" del 21-11-02
Hace ya dos meses que ETA cometió su último atentado mortal. Fue,
probablemente, el asesinato cuyo reflejo se ha mantenido por menos tiempo en
nuestras retinas. Como si la interminable lista de las víctimas del terror
volviera, como antaño, a sumir en el anonimato a los objetivos de ETA. El
propio eco mediático de tan cruel suceso se disipó en unas cuantas horas.
Desde entonces, ocho semanas de ausencia del terror físico han sido suficientes
para hacer reverdecer esa periódica sensación de alivio que los lapsos de
tiempo entre atentado y atentado suscitan entre nosotros, mientras la sociedad
en general espera a que todo eso termine, y surgen los consabidos rumores sobre
la existencia de una tregua no declarada. Sin embargo, a diferencia de
anteriores ocasiones, algo más está pasando en el país. Y ese algo más tiene
que ver con el insólito retraimiento que ha experimentado la izquierda
abertzale.
La novedad más palpable de cuantas ha ofrecido la política vasca en los
últimos años parece pasar desapercibida, como si el supuesto de la debacle
radical hubiese sido previsto con anterioridad o nadie se atreviera a extraer
conclusiones definitivas de cuanto está sucediendo. Conviene recordar que en
vísperas de la promulgación de la nueva Ley de Partidos e incluso hasta hace
bien poco tiempo eran muchas las voces -y no todas ellas interesadas- que
vaticinaban una escalada de la tensión protagonizada por el nacionalismo
violento que hacía desaconsejable la ilegalización de Batasuna. Este argumento
de conveniencia ha pesado más que cualquier consideración de principios en la
discusión sobre la actitud que debía mantener el Estado de Derecho ante la
parte legal de la izquierda abertzale. Incluso los más firmes defensores de la
actuación judicial contra Batasuna no se han atrevido hasta el final a
contradecir esos augurios con certezas más que en el terreno de los principios
éticos.
Sería excesivo imputar la inactividad de la izquierda abertzale a los efectos
que sobre la misma haya podido tener la suspensión judicial de su intervención
pública o el inicio del procedimiento de ilegalización de Batasuna ante el
Tribunal Supremo. La izquierda abertzale llegó hasta el mes de junio pasado
-momento de la aprobación de la Ley de Partidos- suficientemente desfondada por
los efectos que sobre ella tuvo la ruptura de la tregua por parte de ETA y el
revés electoral sufrido en mayo de 2001 en beneficio de Ibarretxe. Si ello no
hubiese sido así, la izquierda abertzale habría sido capaz de convertir la
'agresión exterior' en factor de cohesión interna. Pero la soledad y la
perplejidad en Batasuna eran ya extremas cuando Garzón dictó sus sucesivas
resoluciones. El cierre de las sedes y la inhabilitación de los órganos de la
formación radical terminó de desbaratar su capacidad de reacción ante una
ofensiva que ellos mismos venían anunciando desde tiempo atrás. Incluso las
críticas del nacionalismo gobernante aduciendo que a Batasuna había que
derrotarla en las urnas o advirtiendo de que las medidas judiciales perturbaban
el curso natural de los acontecimientos han ido acallándose poco a poco, ante
la evidente debilidad de la izquierda abertzale.
Era previsible que la amenaza de ilegalización que se cierne sobre Batasuna y,
en especial, la suspensión cautelar de actividades surtiera un efecto
ambivalente entre sus bases: la radicalización de los más radicales y la
moderación de los más posibilistas. Sin embargo, el resultado final permite
aventurar la hipótesis de que tan tajantes medidas han sido interiorizadas por
los más radicales para justificar su impotencia y por los más moderados para
aprovechar la ocasión y desentenderse del éxodo interior que preconizan los
primeros. Basta fijarse en los signos externos de la actividad radical para
percatarse de que el número de convocatorias y la afluencia de sus bases a las
mismas ha descendido en parecida proporción. De igual modo, la iniciativa
política o mediática de sus dirigentes ha quedado anulada. El hecho de que la
izquierda abertzale organizada no haya establecido aún una estrategia ante los
próximos comicios locales y forales da cuenta del 'impasse' sin precedentes en
que se encuentra. Al final se demuestra que hasta el grupo más sectarizado
requiere alguna perspectiva de futuro para subsistir sin necesidad de cambio.
Concluir que lo ocurrido es debido a las medidas cautelares de Garzón no sería
más que una muestra de desconocimiento del mundo radical. Si esta vez no han
reaccionado no es por la prohibición que pende sobre sus manifestaciones
públicas. Es porque han visto que su horizonte político se ha reducido a la
nada y su capacidad de coacción no condiciona ya -como lo hacía hasta hace
bien poco- la política vasca. Pero, sobre todo, resulta paradójico comprobar
cómo en relación a la izquierda abertzale las estrategias del
constitucionalismo y del nacionalismo gobernante no han resultado antitéticas,
sino que han terminado confluyendo en la generación de un mismo efecto: el
agotamiento de la izquierda abertzale.
Probablemente los efectos de la Ley de Partidos o de los autos de Garzón
habrían sido otros si Batasuna no hubiera experimentado un retroceso electoral
el 13 de mayo de 2001. Probablemente dicho retroceso no habría sido tan
inapelable si las formaciones no nacionalistas no hubiesen logrado presentar sus
aspiraciones a la alternancia como un objetivo factible. Probablemente el Plan
Ibarretxe no habría desconcertado al nacionalismo radical si éste no estuviese
soportando la presión del Estado de Derecho. Probablemente las perspectivas
electorales del nacionalismo democrático serían hoy menos optimistas si las
formaciones no nacionalistas cejaran en su empeño de acabar con Batasuna como
formación legal. Esta paradójica complementariedad hace que PP y PNV
constituyan, de hecho, una involuntaria tenaza que aprisiona a la izquierda
abertzale. Al margen de la abierta confrontación de proyectos entre
nacionalistas y no nacionalistas, sería conveniente que ambas corrientes
reconocieran el efecto real que la concurrencia de estrategias tan enfrentadas
está causando respecto al futuro de la izquierda abertzale.