EL TREN DE LA PAZ, REENCARRILADO
EL PROCESO DE PAZ EN ORIENTE MEDIO. Los radicales apuntan
a Abu Mazen y Sharon
Artículo de YOSSI BEILIN en “La Vanguardia” del 6-6-03
En septiembre del
2000, coincidiendo con el estallido de la “intifada”, el tren de la paz
descarriló; el 4 de junio del 2003, en la cumbre de Aqaba, ha reencarrilado. En
Oriente Medio ha brotado una nueva esperanza, y las negociaciones de paz entre
israelíes y palestinos van ahora a reanudarse. El compromiso inequívoco del
presidente Bush con el proceso de paz de Oriente Medio; su decisión en el
sentido de que habrá una presencia estadounidense permanente en la región, que
hará de árbitro entre las partes; la aceptación de la “hoja de ruta” tanto por
israelíes como por palestinos; el gran interés que han mostrado los medios de
comunicación; los discursos que rememoran viejos recuerdos de una época en que
parecía que la paz se hallaba al alcance de la mano: todos estos factores
contrariarán la tentación de reducir este acontecimiento reflejado por los
medios de comunicación a la condición de simple instantánea de actualidad.
Es difícil creer que estos esfuerzos se realizan exclusivamente para complacer
al primer ministro británico, Tony Blair, y al presidente español, José María
Aznar, y que, de ahora en adelante, Bush se sumergirá en otros asuntos, dejando
que la región vuelva al ciclo de violencia en que ha visto reflejada su faz
desde septiembre del 2000. La cumbre de Aqaba tiene posibilidades de convertirse
en la línea divisoria que transformó un curso de los acontecimientos largo
tiempo dominante en Oriente Medio. De ahora en adelante, la cuestión esencial
consiste en si el presidente Bush será suficientemente hábil para timonear la
puesta en práctica de la “hoja de ruta” a pesar de las intenciones
contradictorias de ambas partes.
¿Cuál es el objetivo de Ariel Sharon? Sharon comprende –a diferencia de la
mayoría de sus compañeros del partido Likud– que si Israel llega a controlar,
directa o indirectamente, una población palestina superior en número a la judía,
las autoridades palestinas plantearán la exigencia de “un hombre, un voto” y
esta exigencia –que la comunidad internacional no puede rechazar– amenazará la
misma existencia de Israel como Estado democrático judío. En consecuencia,
Sharon está dispuesto a aceptar una solución en forma de un Estado palestino que
incluya la franja de Gaza y la mitad aproximadamente de Cisjordania. Casi la
totalidad de la población palestina residirá en este Estado. Por lo tanto, la
solución demográfica se concretará: no será necesario evacuar más que algunos
asentamientos, y este reducido Estado no compartirá fronteras con ningún país
árabe: Israel lo rodeará por todas partes.
Sharon ha intentado durante muchos años compartir esta idea con un interlocutor
palestino, pero en vano. Actualmente, Sharon comprende que la única forma de
alcanzar su objetivo es resignarse al hecho de que, aunque ésta se trate de una
solución provisional, en principio conservará su carácter transitorio durante
muchos años, y de que el conflicto actual –entre dos movimientos nacionales– se
metamorfoseará adoptando la forma de un nuevo conflicto fronterizo como hay
tantos en el mundo y que, por esta misma razón, no atraerá las miradas de todos.
La “hoja de ruta” se ha trazado a medida de las exigencias de Sharon: el
objetivo de la primera fase es aportar serenidad, y la segunda lograr la
creación de un Estado palestino provisional que él se complacerá en reconocer.
La tercera fase sólo se aplicará cuando se encuentre una solución que implique
un estatus definitivo que merezca el acuerdo de ambas partes y ello no sucederá
en el 2005, sino mucho, mucho después, si es que llega algún día, piensa Sharon.
¿Cuál es el objetivo de Abu Mazen? Le interesa en gran medida el cumplimiento de
la primera fase de la “hoja de ruta”: la retirada del Ejército israelí a las
posiciones que detentaba antes del 28 de septiembre del 2000, la congelación de
los asentamientos, y el cese del terrorismo y la violencia. Nunca ha creído en
la lucha armada y considera que la “hoja de ruta” constituye una coyuntura
crítica que le ayudará a convencer a los elementos extremistas de su propio
campo de poner fin a la violencia.
Abu Mazen se halla sumamente interesado en la tercera fase de la “hoja de ruta”:
el acuerdo sobre el estatus definitivo. Durante todos estos años, ha estado
convencido de que no tiene sentido promover una solución provisional prolongada,
una alternativa que sólo sirve para dar oportunidades a los extremistas de ambas
partes, permitiéndoles de este modo que traten de torpedear el acuerdo. Por otra
parte, le preocupa en gran medida la segunda fase, según la cual un Estado
palestino dotado de fronteras provisionales puede convertirse en una solución
que se prolongue durante muchos años.
Después de la cumbre de Aqaba, se le exigirá al presidente Bush que afronte dos
obstáculos esenciales que condicionan la “hoja de ruta”: uno de ellos consiste
en la aplicación de la primera fase, la del cese de la violencia bajo
supervisión y verificación. Hasta ahora, los intentos al respecto no han logrado
su objetivo, y la decidida actitud resuelta de los estadounidenses, en unión de
su presencia en el área, pueden aportar –después de tanto tiempo– la serenidad
que esperan tantos de nosotros. El segundo obstáculo, sin embargo, resulta más
difícil de alcanzar: ¿cómo se podrá convencer a Abu Mazen de que negocie sobre
un Estado provisional y cómo se podrá convencer a Sharon de que negocie sobre un
acuerdo relativo al estatus definitivo en el marco propuesto en la “hoja de
ruta”, es decir, dentro de pocos años? En la cumbre de Aqaba, la Administración
Bush ha demostrado su disposición favorable a involucrarse a fondo –mucho más
que en el pasado– en el conflicto palestino-israelí.
¿Será esta administración lo suficientemente inteligente como para lograr lo que
parece imposible? ¿Podrá aportar un estímulo de suficiente entidad como para que
los palestinos se comprometan en la cuestión de la solución temporal,
garantizándoles que, si no se alcanza un acuerdo relativo al estatus definitivo
para el año 2005, les proporcionará una alternativa en forma de algún tipo de
iniciativa internacional? ¿Será capaz la administración de persuadir a Israel de
que se esfuerce por alcanzar el acuerdo sobre el estatus definitivo a la par que
le garantiza la salvaguarda de sus intereses nacionales?
El presidente Bush se ve impelido por el convencimiento de que tiene una misión
que cumplir. Los intentos hechos para explicar su conducta recurriendo
exclusivamente a esa clase de argumentos plausibles para describir a los
políticos que aspiran a incrementar su nivel de popularidad y a ser reelegidos,
se hallan condenados al fracaso. Llegados a este punto, las partes enfrentadas
en Oriente Medio son perfectamente conscientes de que los dirigentes actuales no
podrían hacer la paz por sí solos. Se trata de una tarea –asignada a un tercero,
Estados Unidos de George W. Bush– tan erizada de obstáculos como alentadora de
esperanzas.
YOSSI BEILIN, ministro de Justicia del Gobierno de Ehud
Barak en 1999-2000 y uno de los artífices de los acuerdos de Oslo
Traducción:
José María Puig de la Bellacasa